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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El mal paso de Artur Mas

Ha renunciado a la convocatoria que firmó y que fue suspendida por el Constitucional

Josep Ramoneda

Se esperaba la convocatoria de elecciones autonómicas anticipadas y Artur Mas nos ha sorprendido con un sucedáneo de consulta del que sólo ha sabido concretar que habría “locales, urnas y papeletas”. Artur Mas ha renunciado a la convocatoria que firmó en acto solemne y que fue suspendida por el Constitucional a petición del Gobierno. Cumple así su compromiso de mantenerse en la legalidad. Pero se ha adentrado en el confuso mundo de la consulta participativa, es decir, un simulacro de votación sin las garantías exigibles para concederle legitimidad y valor. Una extraña huida hacia adelante de un político de orden que entra en el proceloso mundo de las soluciones imaginativas. Quizás pague ahora el error de haber puesto fecha a una consulta que se sabía irrealizable.

Los partidos institucionales españoles y parte del empresariado no le perdonan la traición: “Era uno de los nuestros y ha dejado de escucharnos”

Artur Mas ha dado pasos que, hasta ahora, había evitado: ha entrado en un terreno en que las responsabilidades de las instituciones políticas y de los movimientos sociales pueden confundirse peligrosamente; ha intentado endosar a otros —especialmente a Esquerra Republicana— la responsabilidad de la ruptura de la unidad de los partidos soberanistas; y ha bloqueado un poco más cualquier vía de negociación con el Gobierno español, al que ha tratado con especial dureza, recordando dónde están los poderosos enemigos que impiden que Cataluña haga su camino.

En el fondo, su carrera política está en manos de Oriol Junqueras, su principal socio en la aventura, que puede ponerle fecha de caducidad en cualquier momento

¿Por qué lo ha hecho? Artur Mas lleva tiempo en la maroma. Los partidos institucionales españoles y parte del empresariado no le perdonan la traición: “Era uno de los nuestros y ha dejado de escucharnos”. Líder imprescindible para un sector del independentismo, carece, sin embargo, de autoridad suficiente sobre el proceso soberanista. En el fondo, su carrera política está en manos de Oriol Junqueras, su principal socio en la aventura, que puede ponerle fecha de caducidad en cualquier momento. Que no habría consulta estaba amortizado en Cataluña, que el 9-N se organizaría alguna movilización importante para expresar la voluntad de votar también se sabía. Lo raro es la forma escogida, que puede acabar devaluando la propia idea del referéndum.

Si el objetivo era votar, ante la suspensión de la consulta, la respuesta lógica era anunciar elecciones. Artur Mas puso sus condiciones: estaba dispuesto a convocar si Convergència y Esquerra iban juntas, con él como cabeza de lista. Y Oriol Junqueras, al que las encuestas dan como ganador, quiere pensárselo. Ambos están por las elecciones: Artur Mas para seguir al frente del proceso y compensar la imposibilidad del referéndum; Junqueras para construir “la mayoría parlamentaria para una declaración de independencia”. Y, sin embargo, cosas de la política, no se han puesto de acuerdo, sembrando el desconcierto entre los suyos y la perplejidad fuera. Más pronto que tarde, habrá elecciones autonómicas. Quizás tengan razón quienes dicen que hoy Artur Mas ha iniciado la campaña electoral, pero con mal pie.

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