El equipo del Carlos III recibe terapia para tener calma y evitar errores
Manuel Torres, enfermero que asiste a Teresa Romero, cree que el contagio "pudo evitarse"
"Esto se podía haber evitado". Lo dice, convencido, Manuel Torres, uno de los enfermeros que en estos momentos está atendiendo a Teresa Romero, la primera contagiada por ébola fuera de África.Es delegado sindical de CSI-F y cuenta que este miércoles él y todo el equipo médico (nueve personas) que atiende a Romero y a las otras cinco personas aisladas en el Hospital Carlos III de Madrid por riesgo de contagio han empezado a recibir terapia psicológica para intentar manejar el estrés que les provoca la situación y sobre todo, para mantener la calma y no cometer un error fatal. "Hemos pedido que venga un psicólogo. Lo necesitábamos".
El estrés lo causa la inseguridad. "La formación que nos dieron fue cero. Solo un cursillo rápido sobre cómo ponernos el traje de aislamiento", explica. "Nosotros mismos hemos tenido que ir improvisando el protocolo sobre la marcha". Por ejemplo, el protocolo internacional que siguen no dice que otro compañero tenga que supervisar cómo se quita el traje la persona que ha estado en contacto con un paciente infectado, pero Torres y su equipo se dieron cuenta de que era necesario que otro colega les "cantara" por un micrófono los pasos a seguir para no ponerse nervioso y no cometer errores como tocar la parte exterior -la que ha estado tocando al paciente- con una zona del cuerpo desprotegida. "Cuando llevas media hora con el traje de aislamiento puesto estás a 50 grados, desesperado por quitártelo a toda prisa", explica Torres. Y todo el proceso, que lleva unos 40 minutos, tienen que hacerlo, se queja, "en una inclusa estrechísima". Quitarse el traje es uno de los momentos más delicados y estresantes. De hecho, así es como la propia Romero cree que se contagió.
Torres es un profesional de la medicina, está acostumbrado a ciertas cosas. "No tengo miedo. Llevo muchos años tratando infecciones y empecé con enfermos de sida. Esto es mi trabajo, no me da miedo, respeto sí", insiste. Pero los empleados de limpieza que tienen que limpiar la zona donde está Romero y el resto de pacientes aislados nunca han vivido situaciones parecidas. "A ellos también hemos tenido que enseñarles a ponerse y quitarse el traje de aislamiento", explica el enfermero.
Torres está en contacto con Teresa Romero "unas tres veces al día". "Por la mañana entras a darle el tratamiento y el desayuno, se la asea, se le cambian las vías...". Cuando atendió a su primer paciente de ébola, el religioso Miguel Pajares, el pasado agosto, él y el resto del equipo tenían "descansos de dos horas", pero ahora son de "cinco o diez minutos" porque el equipo es más pequeño. "Empezamos siendo entre cuatro y seis personas para atender a un paciente y ahora para atender a seis estamos cuatro enfermeros, cuatro auxiliares y un médico". El motivo de esa reducción del equipo es que nadie preguntó al personal médico si quería o no atender a Pajares cuando fue repatriado en agosto para ser tratado de ébola en el hospital Carlos III; simplemente, se convocó a todos los que se estimó conveniente. Pero algunos de ellos protestaron porque tenían miedo al contagio -"Había gente con hijos que decía que lo pasaba mal"- y a partir de ese momento fueron solo los médicos, enfermeros y auxiliares que se presentaron voluntarios los que atendieron al resto de pacientes: el segundo religioso repatriado, Manuel García Viejo, en septiembre, y ahora Teresa Romero, su marido, dos médicos que la atendieron, uno de los sanitarios que trató a los dos misioneros y una enfermera que atendió a García Viejo.
"Teresa [Romero] está bien, dentro de lo que cabe. Estable. Pasa el rato hablando por teléfono con su marido o su madre y consultando Internet", relata Torres. "Una situación muy diferente a la del segundo repatriado, el religioso Manuel García Viejo, que ya vino muy, muy mal". El misionero falleció a los cuatro días de llegar a España. Romero se había presentado voluntaria para tratarle.
La enfermera se contagió por ébola mientras estuvo tratando a García Viejo. Como ya había ocurrido tras la muerte del primer misionero repatriado, el servicio de salud laboral del centro informó a todo el equipo que había estado en contacto con el religioso fallecido que a partir de ese momento debían seguir un protocolo preventivo. "Nos dijeron que nos tomáramos la temperatura dos veces al día y que si teníamos fiebre llamáramos al servicio de prevención de riesgos laborales del hospital. Como este servicio solo funciona de ocho a tres de la tarde y de lunes a viernes, si nos subía la fiebre fuera de ese horario nos dijeron que teníamos que acudir a nuestro médico de cabecera o a urgencias". Fue lo que hizo Teresa Romero. Ahora dos de los ingresados en obsevación por riesgo de haber sido contagiados son el facultativo de urgencias y la doctora de atención primaria que la atendieron en Alcorcón.
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