La poción mágica
En los últimos días se respira una sensación de alivio acerca de la cuestión catalana. Al fin, por lo visto, se ha encontrado el bálsamo curativo que se estaba buscando. Esta poción mágica se ha elaborado mezclando diálogo y tercera vía. Pero sólo servirá para irnos más tranquilos de vacaciones. A veces el engaño da la felicidad. Momentánea. La realidad es muy distinta.
Primero, el diálogo. El miércoles de la semana próxima se celebrará el encuentro entre Rajoy y Mas. Magnífico, siempre es bueno dialogar, en Oriente Medio llevan años en esto. Que dialoguen pues, para que no digan. Pero sin olvidar que las posiciones son las siguientes. Mas: o hay consulta o no hay nada que hablar (aparte de algún asuntillo financiero o, más bien, contable). Rajoy: de la consulta ni hablar. ¿Puede que estas sean posiciones de partida pero no de llegada? Puede. Pero si Mas deja entrever alguna debilidad tras hablar con Rajoy, la manifestación del 11 de septiembre no será por la independencia sino contra Mas y contra CiU. Lo saben perfectamente. Pero que hablen, nada hay que perder.
La tercera vía. El establishment catalán (grandes empresarios y otros notables) la quiere, como hace dos años quería el concierto económico y antes de que se aprobara un nuevo estatuto, el que fuera. El establishment no quiere conflictos, quiere tranquilidad, pactos. Pero con frecuencia, cuando hablan de política, meten la pata: consintieron con el estatuto, no supieron ver que tras el concierto económico se escondía el derecho a decidir y la independencia.
Para calmar sus ánimos alguien les ha dicho que la solución está en la tercera vía. ¿Qué es la tercera vía? Algo aparentemente muy simple: reconocer a Cataluña como nación, blindar las competencias en lengua y cultura, alcanzar un acuerdo de financiación parecido al concierto, en todo caso regulado al margen del régimen general de la Lofca. En definitiva, un trato especial para Cataluña, una excepción al sistema constitucional general. Quien crea que esto es fácil y posible quizás es algo iluso: tal vez más fácil y claro sería la independencia.
En cambio no se explica la realidad. Según el sondeo publicado el domingo pasado en este diario, una mayoría de catalanes piensan que una Cataluña independiente no dejaría de ser miembro de la Unión Europea, ni quedaría fuera del euro, ni de la OTAN, ni del Banco Central Europeo y, además, los catalanes circularían por los países comunitarios como si estuvieran en su casa.
Está bien el diálogo, también el fantasma de una tercera vía, pero estaría mucho mejor informar al personal. La situación en Cataluña no se resolverá con un pacto entre élites sino mediante el acuerdo entre ciudadanos.
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