Podemos, en el corazón de ‘la casta’
El partido de Pablo Iglesias se foguea en la Eurocámara para intentar dar el salto al poder Sus cinco eurodiputados rechazan ser “una opción pintoresca”
Pablo Iglesias entra en una de las cafeterías del Parlamento Europeo de Estrasburgo, la más frecuentada por periodistas, pasadas las tres de la tarde. Es el martes 15 de julio, y el líder de Podemos acaba de votar junto a los otros cuatro eurodiputados de la formación en contra del nombramiento del luxemburgués Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea.
El portavoz de la fuerza que logró 1,2 millones de votos y cinco escaños en las elecciones europeas del 25 de mayo admite que escuchó con interés el discurso del candidato del Partido Popular Europeo. Desde el punto de vista teórico, Iglesias hasta aprueba algunas de sus afirmaciones, por ejemplo, sobre la necesidad de “hacer una troika más democrática” o la idea de que “la economía debe estar al servicio de las personas”. Pero no solo no comparte su programa, sino que rechaza de plano su método, al igual que se opone al de más del 90% de la Eurocámara, donde se integra en el Grupo de la Izquierda Unitaria Europea, formado por 52 eurodiputados.
El resto, los otros casi 700 representantes, forman parte de “la casta”, según el discurso que Iglesias defiende desde hace años. Y es allí —compartiendo espacio con lo que considera el “sistema”— donde Podemos se foguea ahora con vistas a las próximas elecciones municipales y autonómicas de 2015 y, sobre todo, las generales. Mientras tanto, la formación ya ha empezado a movilizar a sus bases en España, aprovechando la crisis del PSOE y una coyuntura de recuperación que aún no ha llegado al bolsillo de todos los ciudadanos.
En una comida celebrada en Madrid el pasado marzo en un restaurante de la calle del Prado, Iglesias fue muy claro: “Salimos a por todas. Yo fui asesor de Xosé Manuel Beiras [sorpresa de las elecciones gallegas de 2012]. Ya entonces salimos a ganar”. Tras el éxito de las europeas, su objetivo es ahora dar el salto al poder con un discurso que ha pivotado en torno al rechazo del establishment político. Por el momento, creen que les funciona.
El pasado martes, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicó una encuesta que refleja el alto grado de aceptación de su campaña electoral, por encima de las de PP, PSOE, IU y UPyD. Iglesias aún no conocía los resultados del sondeo y acepta mirarlos en el teléfono móvil de una periodista de EL PAÍS. Escudriña la pantalla, y, minutos después, la conversación, en el patio del Parlamento Europeo, gira en torno a posibles alianzas.
“Izquierda Unida está cambiando, pero para hablar de confluencia todavía es pronto… Aún no toca hablar”, zanja Iglesias, que aspira a ocupar parte del espacio político de la formación de Cayo Lara pero, desde el punto de vista estratégico, está más interesado en los electores del PSOE, que fueron los que más le apoyaron el 25 de mayo.
La actividad política de Podemos se divide ahora entre Bruselas, Estrasburgo y España. En el escenario nacional la formación trata de organizarse, entre dificultades y algunos cuestionamientos internos, y alimenta batallas en distintos frentes. Por ejemplo, con los dirigentes del PP, que, salvo el presidente extremeño, José Antonio Monago, han emprendido una ofensiva sin apenas precedentes contra un líder político. La escuela de verano de los populares se centró en criticar el “populismo bolivariano de un telepredicador”. Y el PP de Madrid pidió ayuda a sus simpatizantes para recopilar información y “desenmascarar” a Iglesias. Este demandó a Esperanza Aguirre por vincularle al entorno de ETA, mientras la presidenta de los populares madrileños insiste en que quiere pruebas de que no apoya a la banda, ni al chavismo ni al castrismo.
El portavoz de Podemos rechaza estas comparaciones, e intenta que la actividad de su formación en las instituciones europeas tenga sobre todo repercusión en España. Sus eurodiputados han tomado medidas de organización interna que consideran ejemplo de regeneración y que varios dirigentes de PP y PSOE han calificado de demagógicas. Se comprometieron a no cobrar más de tres veces el salario mínimo, es decir, un máximo, de 1.935 euros, lo que supone alrededor del 30% de la asignación. La número dos de la candidatura, Teresa Rodríguez, anunció esta semana que donará más de 4.500 euros de su primer sueldo a una asociación gaditana de mujeres. Rodríguez comparte litera con Iglesias en un piso alquilado cerca del Parlamento con otros colaboradores. Todos tributarán en España y viajan en clase turista. Comen en la cantina o en alguna de las cafeterías de la Eurocámara, donde un bocadillo de jamón y queso y un refresco cuestan aproximadamente cinco euros. Por la noche a veces salen a tomar unas cervezas.
¿Demagogia? “Si le están diciendo a la gente que puede vivir con 600 euros, nosotros no podríamos vivir de otra manera”, asegura Iglesias, que pretende acudir a todos los plenos del Parlamento. El portavoz de Podemos está leyendo El Nuevo viejo mundo, un análisis de la historia reciente de Europa del historiador Perry Anderson, y una recopilación de textos de Manuel Vázquez Montalbán sobre el poder. “Lo que tenemos claro es que aquí no queremos ser una opción pintoresca, no queremos ser los de la pandereta”, añade.
“El objetivo es que la gente conozca los debates”, resume Iglesias. Su equipo mueve en las redes sociales cada intervención y cada participación en tertulias. Lo hizo el miércoles por la mañana, con la intervención de Iglesias y, por la tarde, con la presentación de una resolución sobre Palestina, defendida por Rodríguez ante un Parlamento prácticamente vacío. Y lo hizo con el exfiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo, que el lunes pasado presentó ante el pleno su última iniciativa, una declaración contra la tortura, antes de renunciar al escaño por razones personales. Villarejo, que será sustituido por Tania González, profesora interina, se despidió en Madrid acompañado del exjuez Baltasar Garzón.
La participación en tertulias es intensa. Esta semana, Pablo Echenique, científico del CSIC, midió sus argumentos sobre Juncker con Pablo Zalba (PP) e Iratxe García (PSOE) en un debate organizado por Euroefe en Estrasburgo. Los diputados de Podemos se confrontan con cierta comodidad con los del PP aunque parten de posturas muy encontradas. Tienen más dificultades con los socialistas, porque su discurso a veces puede mimetizarse y confundirse. Eso es lo que pretenden evitar. Quieren ser distintos y, a la vez, captar a sus votantes decepcionados. Mientras tanto, todos esperan a la próxima encuesta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.