La caída de cuatro amigos
El líder de la red de reclutamiento desmantelada estuvo en Afganistán con otros tres amigos
“Sigo sin trabajo, sigo igual que siempre. Nadie me ayuda y ahora casado y con dos hijos todo es mucho más difícil”, confesaba hace varias semanas Lachen Ikasrrien al otro lado de su teléfono móvil. Hoy, nadie responde en el móvil de Ikasrrien, marroquí de 47 años y residente en España desde hace dos décadas. En la madrugada de este lunes, agentes de la Comisaría General de Información de la Policía lo detenían en su casa de la calle Buen Gobernador, en el madrileño barrio de la Concepción y lo trasladaban al cuartel de Canillas para interrogarle. Seguimientos policiales y la intervención durante meses de ese mismo móvil apuntan a que el ex preso en Guantánamo, el hombre que en 2006 reveló a EL PAÍS las torturas sufridas durante varios años en Camp Five, el campo más duro de la prisión de Guantánamo (Cuba), dirigía presuntamente una red de reclutamiento y envio de muyahidines desde España a Siria e Irak para unirse a las huestes de Estado Islámico de Irak y Levante (ISIL), el sanguinario movimiento yihadista que combate al Ejército de Bachar el Asad y que ha conquistado y extendido su terror a Irak.
Lachen Ikasrrien, natural de Alhucemas, habla un perfecto español consecuencia de los 13 años que llevaba viviendo en España antes de iniciar un viaje a Afganistán que ha marcado para siempre su vida. Fascinado por el Gobierno talibán, en 2000 salió desde Madrid hacia Kabul acompañado de otras tres personas: Amer el Azizi, Said Berraj y Salahedin Benyach. Todos pretendían integrarse en los campos de entrenamiento de Osama Bin Laden para hacer la yihad. Fueron detenidos en Estambul (Turquía) y deportados a distintos países. Todos quedaron en libertad e Ikasrrien lo intentó de nuevo y lo logró. Un año después era detenido por las tropas de la Alianza del Norte y entregado a los norteamericanos, que lo recluyeron en Guantánamo.
Al psiquiatra de rasgos orientales que le interrogó en la prisión Lachen le dijo que él hablaba el lenguaje de las mariposas.
-¿Duermes bien?
-Veo caballos caminar bajo la tierra.
-¿Hablas con ellos?
-Si, todas las noches.
Lachen no está loco. Llegó a Guantánamo herido y con una pulsera de plástico que un soldado norteamericano le puso en el aeropuerto de Kandahar en su mano derecha: “Animal número 64”. Había sido detenido en la fortaleza de Qila-i-Jhangi, a las afueras de Mazar-i-Sharif, donde la rebelión de los mercenarios extranjeros acabó en una masacre de 600 presos, entre los que se encontraba, denunciada por Mary Robinson, la entonces alta comisaria para los Derechos Humanos de la ONU. Lachen sobrevivió, aunque el impacto de un misil norteamericano le reventó un brazo y una mano. “Muchos murieron abrasados”, recordaba en 2006.
El presunto dirigente de la célula desarticulada por la policía sufrió torturas en Kandahar y durante los cinco años que permaneció preso en Guantánamo. “En Kandahar me tiraron cubos de pis y agua helada. Antes me habían grabado desnudo. Me ponían una pistola en la cabeza y me daban con la culata cuando me negaba a contestar”, aseguraba tras obtener la libertad. Policías españoles le interrogaron varias veces en su celda de Guantánamo. El juez Ruz, que ayer dirigió la detención de Ikasrrien, mantiene abierta una causa de justicia universal por torturas a este preso en Guantánamo.
Un avión militar lo devolvió a España en julio de 2005 y hasta su juicio permaneció preso en las cárceles de Soto del Real y Palencia. Su pasaporte marroquí y 4.000 dólares, incautados por los soldados norteamericanos en Afganistán nunca aparecieron. Fue absuelto porque la Audiencia Nacional anuló las pruebas presentadas contra él por la Policía. Un informe del Ejército norteamericano lo calificó como preso de “alto riesgo” y lo definía así: “Aunque cooperativo, el detenido es inconsistente cuando se le pregunta por temas sensibles. No reconoce haber formado parte de Al Qaeda y continua negando cualquier relación o afiliación..”
Desde su puesta en libertad Ikasrrien ha vivido en su burbuja. Un empresario catalán intentó ayudarle a buscar un trabajo, pero no lo logró. “Nadie me da trabajo sin papeles y muchos de los míos no me ayudan porque o no quieren líos o no confían en mí”, se quejaba cada vez que se le preguntaba sobre su vida. Hace tres años contrajo matrimonio y creó una familia. Tiene dos hijos pequeños y asegura vivir de las ayudas de familiares y amigos.
Los cuatro amigos que en 2000 viajaron a Afganistán embrujados por el Gobierno talibán han acabado mal. Azizi muerto por las bombas de un Predator en Pakistán, Benyach preso, Berraj huido como supuesto autor del 11-M e Ikasrrien detenido.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.