La noche más difícil
Don Felipe pasó la madrugada del 23-F junto a su padre Solo tenía 13 años y aprendió cómo defender la democracia
Durante la pesada noche del 23 de febrero de 1981 ocurrió un episodio tan difundido como insuficientemente documentado, según el cual el rey Juan Carlos ordenó a su hijo Felipe, por entonces un chaval de 13 años, ser testigo presencial de cuanto estaba sucediendo dentro del palacio de La Zarzuela. Esta anécdota quedó sellada para la historia como la primera lección magistral que aprendió quien tiempo después (33 años, para ser exactos) sería el primer Rey de España en el siglo XXI. Felipe aprendería aquella noche cómo su padre defendió la democracia.
Esta escena se conoció tiempo después en alguno de los primeros libros referentes al golpe del 23-F, un acontecimiento de la reciente historia de España que ha sido más investigado por periodistas y militares que por historiadores, según se desprende de un artículo escrito por el historiador Álvaro Soto, que hace una historiografía de la transición española. Esa peculiaridad la reconoce Javier Cercas, autor del mayor éxito editorial (Anatomía de un instante, Mondadori, 2009) sobre el fallido golpe de Estado, precisamente un novelista. “Habría que preguntarse por qué ha interesado más a los periodistas”, dice, “y quizás la razón esté en que todavía hay material que no está desclasificado”. Cercas se entrevistó con testigos de aquellos días, algunos de forma confidencial, pero no reparó en el asunto del Rey educando al pequeño Príncipe.
El primer libro que dio cuenta de este episodio fue el escrito por el periodista José Oneto (La noche de Tejero, Planeta, 1981), quien al ser preguntado por la fuente de la que bebió para describir ese sucedido remite al testimonio de Sabino Fernández Campo, por entonces secretario de la Casa Real y hombre clave en la frustración de los golpistas (suyo es el histórico “ni está ni se le espera”). “Ese episodio me lo contó Sabino”, recuerda Oneto, quien no acudió a otros testigos para verificarlo o enriquecerlo. Sabino Fernández Campo ha sido entrevistado por otros autores, pero no ha dejado un relato propio. Cuando Sabino falleció en 2009 hubo aluvión de periodistas que se atribuyeron ser depositarios de sus confidencias.
“Aquel día, don Felipe aprendió la gran lección de respeto institucional que el Rey le había impartido”, afirmó Suárez
El historiador Juan Francisco Fuentes escribió una biografía de Suárez donde cita, en el capítulo 9, un pasaje de un artículo escrito por Adolfo Suárez en noviembre de 2000, al cumplirse los 25 años del reinado de Juan Carlos I. Fuentes no ilustró la escena del 23 de febrero, pero sí otra relatada por el propio Suárez en otro momento: “Un día, mientras despachaba con el Rey, entró el Príncipe sin llamar a la puerta. Su padre le ordenó salir del despacho, llamar y 'si el presidente Suárez te lo permite', volver a entrar. Aquel día, don Felipe aprendió la gran lección de respeto institucional que el Rey le había impartido”.
Así que el episodio ha trascendido de libro en libro, de artículo en artículo, sin verificación posterior o testimonio complementario. La escena ha quedado mitificada, a pesar de que pasados los años una buena parte de los testigos de cuanto sucedió dentro de palacio fueron desapareciendo. Sucedió con Nicolás de Cotoner, jefe de la Casa Real, fallecido en 1996, Fernando Gutiérrez, jefe de prensa, (2007), el general Joaquín Valenzuela (1996), José María Allendesalazar (1983), jefe de protocolo, y el empresario Manuel Prado y Colón de Carvajal (2009), quien dejó un manuscrito relatando algunos pasajes de lo sucedido en el interior de La Zarzuela. De aquel episodio, Manuel Prado no comenta nada.
Bien es sabido que, al mismo tiempo que el coronel Tejero entraba en el Congreso, el Rey jugaba al squash con dos de sus mejores amigos, Miguel Arias e Ignacio Caro. Caro falleció en 2007 y Arias accedió a ser preguntado por aquel episodio por este periódico, pero su respuesta no es útil: “Nunca he hecho declaraciones y puedo decirle que todo lo que vi aquella noche se irá conmigo a la tumba”.
¿Cuántos testigos viven que estuvieran entonces en La Zarzuela? Dos de ellos fueron los periodistas de TVE española, Jesús Picatoste y Pedro Erquicia, encargados de la grabación del discurso del Rey, bien entrada la noche del 23-F. Erquicia recuerda con detalle el interior de palacio, cómo el Rey les recibió ya vestido con su uniforme de capitán general, que la Reina detuvo el mecanismo de un reloj para que no diera la hora en medio de la grabación y que por las dependencias estaba el Príncipe junto a las infantas. “No vi que el Príncipe estuviera solo. Solo recuerdo que en un momento el Rey le dijo: 'Ese señor se apellida como lo que tú desayunas”, refiriéndose a su compañero Picatoste.
Quizás el testigo vivo más relevante sea Agustín Muñoz Grandes, por entonces uno de los ayudantes del general Valenzuela. Muñoz Grandes, hoy retirado, es miembro de la Academia de las Ciencias Políticas y Morales. Y trabajó en palacio aquella noche: “Lo recuerdo perfectamente, ví al Príncipe junto a las infantas toda la noche. Entraban y salían, todo en un ambiente de cierta serenidad porque el Rey no dramatizó la situación ante sus hijos pero sí les supo transmitir que algo importante estaba pasando. Recuerdo que el personal vio junto a la familia real el vídeo del asalto de Tejero”. Muñoz Grandes no recuerda al Príncipe en solitario junto al Rey.
Muñoz Grandes: “El Rey no dramatizó la situación ante sus hijos pero sí les supo transmitir que algo importante estaba pasando”
Así que el único documento que hace referencia a dicho episodio corresponde al propio Rey en el libro de José Luis de Villalonga (Mis conversaciones con Juan Carlos I, Plaza & Janés, 1993), considerado como una biografía autorizada del Rey. La cita es muy concreta:
-¿Es cierto, señor, que le pidió a don Felipe…?
El Rey me interrumpe con un gesto que ha debido de hacer docenas de veces.
-Sí, es verdad. Obligué al príncipe de Asturias a pasar la noche en mi despacho para que me viera ejercer mi oficio de Rey.
-¿Qué edad tenía?
-Trece años. La edad ideal para aprender lo que la vida podía enseñarle cuando quizá fuera demasiado tarde. “Papá…¿qué va a pasar?”, me preguntó al comienzo de aquella larga noche. Una vez más recurrí a la imagen del balón de fútbol que está en el aire y que no se sabe de qué lado va a caer. “Pues ya ves, Felipe, con la corona es lo mismo. En estos momentos está en el aire y yo voy a hacer todo lo posible para que caiga de buen lado”. Varias veces se durmió en su butaca. Pero cada vez le obligaba a despertarse. ¡Felipe, no te duermas, mira lo que hay que hacer cuando se es Rey! Aquella noche, José Luis, el príncipe de Asturias aprendió en unas horas más de lo que aprenderá en el resto de su vida…yo me quedé solo en el despacho con mi hijo, el marqués de Mondéjar (Nicolás Cotoner y Cotoner), Sabino y los ayudantes que respondían al teléfono. Cuando le desperté por segunda o tercera vez, don Felipe murmuró “Jo papá, qué mes”. El pobre había tenido un mes difícil a causa de los estudios y ahora esa historia de la Corona en el aire era demasiado para él”.
Ninguna otra obra posterior volvió a tomar en consideración este episodio en su día desvelado por Sabino Fernández Campo y finalmente sellado por la palabra del Rey.
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