Lagarde a Draghi: ¡Basta ya!

¿Qué sabe la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el desenlace de la reunión mensual de abril que celebrará hoy jueves en Francfort el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE)? ¿Por qué ha decidido intervenir la víspera desde Washington para decirle al presidente del BCE, Mario Draghi, basta ya, poned en marcha sin pérdida de tiempo estímulos monetarios para darle alguna alegría a esta recuperación triste? ¿O es que le viene muy bien a Draghi esta exhortación desde Washington para la reunión?
La directora gerente ha aprovechado la ocasión de un discurso en la Universidad Johns Hopkins, para señalar ayer los dos grandes temas internacionales que afectan al horizonte de la recuperación: la retirada de los estímulos monetarios por parte de la Reserva Federal, el banco central norteamericano, y la pasividad del BCE a la hora de adoptar de una vez por todas dichos estímulos.
¿Por qué es tan importante para el FMI?
He aquí las palabras de Lagarde: "Ciertamente, la economía global se ha estabilizado desde el comienzo de la crisis financiera [Gran Recesión], pero la recuperación es demasiado débil para conformarse. Más aun, a menos que los países se unan para adoptar las medidas correctas de política económica, podemos estar enfrentándonos con años de crecimiento débil y mediocre, muy por debajo del crecimiento sólido y sostenible que se necesita para crear suficientes empleos y mejorar las condiciones de vida de cara al futuro".
Crecimiento débil y mediocre, pues. Lagarde es "pesimista" para utilizar un término vapuleado en España cuando se señalan las limitaciones y precariedades de la recuperación en curso.
El FMI, pues, sugiere a la Reserva Federal que tenga mucho cuidado con la retirada progresiva de su experimiento de relajación cuantitativa (compras de bonos públicos y privados) en Estados Unidos. Y, sobre todo, que el BCE, mientras el banco central norteamericano prosigue esa retirada, tome ya el relevo, mediante una política similar.
Se puede decir más alto, pero no más claro.
"Un periodo potencial de prolongada inflación a la baja puede acabar con la demanda y la producción, y suprimir el crecimiento y la creación de empleo. Es necesaria en la Eurozona más relajación monetaria [expansión], incluyendo medidas no convencionales, para aumentar la perspectiva de alcanzar el objetivo de estabilidad de precios del BCE", ha declarado Christine Lagarde.
La delicadeza es tal que Lagarde está aludiendo a un párrafo de un reciente discurso pronunciado por Draghi en París el pasado 25 de marzo.
En esa ocasión, el presidente del BCE dijo: "Si aparecen riesgos a la baja en este escenario seguimos preparados para adoptar medidas adicionales de política monetaria que aseguren el cumplimiento de nuestro mandato. En otras palabras, haremos lo que haga falta para mantener la estabilidad de los precios".
¿Han aparecido esos riesgos?
Cuando Draghi advirtió sobre ello, la inflación interanual del mes de febrero se situaba en el 0,7%. El objetivo del BCE se sitúa en el entorno, pero por debajo, del 2% anual.
Y el pasado lunes, Eurostat ha dado la cifra de marzo: 0,5%. En España la tasa anual en marzo ha sido negativa: -0,2%.
Mientras tanto, la apreciación del euro en la linea de los 1,40 dólares, por un lado, y la reducción de la actividad económica en China, con el consiguiente frenazo de sus importaciones, está afectando el único motor de esta recuperación: las exportaciones. Porque el otro de este avión bimotor que es la economía europea sigue averiado: la demanda interna no ha sido reparada.
Alemania es la principal perjudicada por el frenazo de China (que sigue a las de los otros grandes países emergentes), cuya economía va a crecer a tasas promedio cercanas, e incluso menores, al 5% anual durante los próximos años. Mientras Alemania está exportando el equivalente de entre el 4,5% y 5% de su PIB a China, países como España lo hacen en una proporción del 1,5% de su PIB.
La política de relajación monetaria cuantitativa, a la luz de la experiencia de Estados Unidos, consigue, al inyectar billetes en la economía, mantener bajo el valor de la moneda. En este caso el dólar.
La idea es que una política similar en la Eurozona podría servir para lograr una depreciación del euro. Un fenómeno, el del euro fuerte, que está íntimamente relacionado con la política económica antiinflacionista que promueve el Bundesbank alemán y que el BCE ha asumido como doctrina, o quizá mejor decir catecismo, oficial. Este euro fuerte es a su vez el reflejo de otra realidad: el superávit exterior de que goza Alemania y que ha logrado, a través del ajuste, extender a la Eurozona.
Esta es la columna vertebral de la política económica de la Eurozona. Y como no se puede alterar porque nadie se atreve a disputar el mandamiento, el Bundesbank, ante las presiones deflacionistas, parece ahora más dispuesto a considerar la adopción de una política no convencional, como se aplica en Estados Unidos, Reino Unido y Japón. Lo que en teoría facilitaría la labor del BCE.
¿Pero están las cosas tan maduras como para que esa nueva política empiece ya mismo como ha pedido la directora gerente del FMI?
Hay dos escenarios.
Empezar sin más demora con compras de bonos públicos ya inyectando dinero fresco en la economía de la Eurozona.
La experiencia indica, una vez más, que tal inyección se filtra hacia la compra de acciones en las Bolsas, puesto que tipos de interés en mínimos ofrecen escasa rentabilidad a los inversores y depositantes, lo cual crea una dinámica alcista en los valores bursátiles y una aparente mejoría de la situación a través del llamado efecto riqueza.
Aparente porque no desencadena el despegue de la inversión empresarial.
Hay, como mínimo, una alternativa: mantener el tipo del tipo de referencia o refinanciación vigente desde el 7 de noviembre pasado, 0,25% actual, pero hacer una aproximación a medidas no convencionales mediante la introducción de tasas de depósito negativas (actualmente su tipo de interés es cero) para penalizar a los bancos que aparcan ingentes cantidades de dinero en el BCE y, obligarles así, a reabrir el grifo del crédito a familias y empresas.
O, claro, también se puede esperar y ver.
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