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El terrorismo virtual pasa a ser real para la justicia

La Audiencia Nacional estrecha el cerco contra la red que nutre a organizaciones de Al Qaeda

María Fernández
Policías rastrean las redes en busca de ciberdelincuentes.
Policías rastrean las redes en busca de ciberdelincuentes.DGP

Más de 2.000 personas llegaron a entrar en alguno de los foros de internet de Faiçal Errai, marroquí que ahora roza la treintena y que el 2 de julio pasado fue condenado a seis años por colaboración con organización terrorista. Errai trabajaba en el soporte informático de la red Ansar Al Mujahideen, una estructura que extiende sus tentáculos por varios países para captar muyahidines y enviarlos a zonas de conflicto como Siria, Afganistán o Somalia.

Desde su casa en Denia (Alicante) llegó a comprar 35 dominios de internet para convertir a jóvenes en mártires dispuestos a inmolarse mediante un largo proceso de radicalización y formación religiosa utilizando técnicas de control mental. Él mismo admitió ser víctima de esas prácticas que convierten al individuo en una marioneta. En las salas privadas de sus chats, cientos de personas se ofrecían como soldados para terminar, si así lo decidían los cerebros de la red radicados en Arabia Saudí, en campos de entrenamiento militar. Errai nunca llego a ver en persona ninguno de sus jefes, pero la justicia española lo condenó basándose, por primera vez, en que la organización terrorista para la que trabajaba de forma virtual era completamente real.

Casi diez años después de la matanza de Madrid, el tribunal daba un paso fundamental contra organizaciones como Al Qaeda, que desde internet extienden su propaganda terrorista con un coste muy bajo intentando escabullirse del control de la justicia. “No hay duda del carácter terrorista de la Red Ansar Al Mujahideen, que surge por su vinculación con Alqaeda y otros grupos yihadistas que han intervenido en atentados y masacres”, dice la sentencia. Antes y después, otros jóvenes diestros con la informática han sido condenados en España por enaltecimiento del terrorismo sin que llegase a establecerse una conexión directa con organizaciones sangrientas. Es el caso de Braulio, que en julio de 2011 publicó en uno de sus muchos blogs: “Ahora que Osama ha muerto seguro que se ha levantado otro con un mensaje igual de importante. Yo lo estoy buscando”. Este cubano del que no se facilitaron apellidos creó dos canales en el portal de vídeos Youtube bajo el seudónimo de Khalid Siyf Allahu Almaslul (eterna espada con la que Alá corta) donde publicó 1.120 vídeos a favor de los talibanes o con instrucciones para hacer la yihad. Uno de ellos se titulaba “Cómo muere un héroe terrorista hoy día”. Meses después se ofreció a los talibanes a cambio de un arma para ponerse “al frente de la batalla para morir antes”. Bajo la atenuante de sufrir un cuadro paranoico, su condena fue de seis meses de prisión y no se le vinculó a ninguna organización.

Tampoco a Prudencio, un marroquí vecino de un barrio marginal de Algeciras que pedía recetas por internet para, supuestamente, intentar un envenenamiento masivo: “Acechad a los turistas judíos y cristianos y a los ayudantes del sistema tirano, extendeos en los países de occidente”, decía. Aunque la investigación dio pruebas de que administraba su propio foro de vídeos de Al Qaeda, fue condenado a dos años por difundir el terrorismo, sin que se llegase a demostrar su papel dentro de una banda.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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