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Columna
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Profecía autocumplida

Fernando Vallespín

La profecía de que la crisis política e institucional acabará con nuestro clásico bipartidismo imperfecto tiene visos de hacerse realidad. Ahí están los datos de las encuestas, corroborados ahora, en menor medida, por el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). A tenor de ellas, el PSOE, que ya se desplomó al final de la legislatura anterior, apenas puede esperar sino una ligera mejoría. El más afectado es, sin embargo, el PP al que todos los sondeos auguran una sustancial caída de votos. Las causas saltan a la vista y son conocidas por todos. Lo sorprendente no es, por tanto, que esta pérdida se produzca, sino la forma en la que pretende ser combatida. A este respecto la Convención del Partido Popular del pasado fin de semana en Valladolid nos ofreció algunas pistas importantes.

Si los ciudadanos se apartan de los partidos que ponen su propio interés particular por encima del general y claman por una mayor unidad y un cambio radical en las formas de hacer política, Rajoy parece haber decidido que eso da igual, que la terapia que da resultado es la de “prietas las filas” y la de identificar nítidamente al adversario para poder demonizarlo con fruición. Dividir y enfrentar en vez de unir y consensuar, que es lo único que nos puede sacar del atolladero. De nuevo las viejas recetas de la política pequeña, del interés del partido por encima del interés general, como si no siguiéramos en tiempos excepcionales. Primer gran error de bulto.

Rajoy parece haber decidido que el “prietas las filas” le da resultados

El segundo traspiés se concreta en la ya icónica frase de Dolores de Cospedal: “O el PP o la nada”, que equivale a decir que el ciudadano carece de alternativas políticas efectivas. Es la única idea que nunca puede trasmitir un responsable político porque niega el sentido mismo del sistema democrático, la capacidad de optar entre candidaturas.

Si la política social y económica ya se nos presenta como la única posible, ¿hemos de aceptar también que solo hay un partido con capacidad para implementarlas? Tecnocracia y partido único. ¿Ese es el mensaje?

Tercero, otra frase para la historia, esta vez de Mariano Rajoy: “Mientras yo sea Presidente, ni se celebrará el referéndum ni se fragmentará España”, la nueva versión de “o yo o el caos”. Pues mire, no. Nadie es imprescindible, el bonapartismo es ya cosa del pasado. Y, en efecto, si esa es la alternativa para el conflicto catalán, el seguir sin hacer nada es la mejor garantía del fin de nuestro orden de convivencia.

Entretanto, siguen apareciendo cadáveres en el armario de los Gürtel y Bárcenas sin que muevan su posición al respecto, y la economía empieza a fallarles como tabla de salvación final. ¿Tan difícil es aprender de los errores? ¿Tan incapaces son de pensar en algún discurso novedoso o en otra forma de hacer política? ¿Tanto cuesta salirse del rancio guión de siempre? Un poder sin imaginación es la auténtica pesadilla de la democracia; nos condena al vuelo gallináceo: sin proyecto, sin ambición ni esperanza; a un eterno más de lo mismo.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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