Rajoy, indemne
El presidente dedicó a las preguntas 36 minutos sin dar respuesta que añadiera información
Se anunciaba que tras la última reunión del Consejo de Ministros del presente año, prevista el viernes 27 de diciembre, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, comparecería en rueda de prensa sin limitación de preguntas ni de tiempo. Pintaba que sería la gran ocasión esperada después de 365 días de huidas por la escalera de incendios, salidas por el garaje subterráneo, apariciones en monitores de plasma que ofrecen la señal precocinada de sus intervenciones ante la Junta Directiva del Partido Popular, ruedas de prensa sin preguntas, preguntas amañadas cuando oficia de anfitrión de dignatarios extranjeros o cuando es recibido en alguna capital como huésped. Ahora, por fin, la prensa podría darse un festival en aras de ofrecer esclarecimientos al público.
Faltan datos de ambiente, que ni han sido facilitados por la Secretaría de Estado de Comunicación ni han merecido mención alguna por parte de los asistentes. Nada sabemos sobre los detalles de la sala elegida para la conferencia de prensa, pero los tapices que ornaban las paredes y el fondo de jardín que aparecía permiten asegurar que se trataba de una estancia del edificio del Consejo de Ministros, en vez de la habitual para estas comparecencias. El presidente estaba de pie, amarrado al atril, sobre un escabel. Primeras filas con palmeros incondicionales que dan confianza al artista que trabaja en el trapecio. Detrás, los periodistas. Todos sentados en esas sillas endebles, factura inconfundible de los talleres de la Fundación Generalísimo Franco. Nada que ver con las poltronas tapizadas en cuero y provistas de pupitres desplegables que confortan a los asiduos de la escuelita de los viernes bajo la dirección de la vicepresidenta para todo.
El presidente, que hacía este ejercicio por primera y única vez en todo el año 2013, consumió un turno de autoelogio de 17 minutos y dedicó al turno de preguntas casi otros 36, sin ofrecer una sola respuesta que añadiera información. Gozó de la ventaja proporcionada por los periodistas, que alargan con prolegómenos inútiles sus interrogaciones y las formulan de tres en tres. Esta forma de proceder permite al presidente, elegir aquella a la que prefiere dar algún capotazo y devolver las otras al corral sin darles un solo pase. Daba la impresión de que los interrogadores traían las preguntas preparadas de casa, igual que sucede con las intervenciones de los parlamentarios en los plenos del Congreso. Ninguna interacción con lo que está aconteciendo. Tan solo búsqueda del hueco para colocar la cuestión encomendada por el jefe de redacción. Es posible que se plantearan las preguntas necesarias pero les faltaba agudeza, capacidad de penetración para impactar. Salvo sobre la electrocución y la nueva ley reguladora del aborto no hubo repreguntas. Rajoy, sin descartar nada, salió una vez más indemne.
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