“Mis artistas favoritos son Rueda, Rueda y Rueda”
Aznar inauguró una exposición en Roma y un museo en Oporto dedicados al pintor El hijo adoptivo afirma que Spottorno ocultó datos a Blesa
El 12 de octubre de 2008, día de la Hispanidad, José María Aznar inauguró en Roma la exposición Gerardo Rueda, escultor. Como es norma, un diplomático español le recibió en el aeropuerto. Era la primera vez que un artista español exponía en el Museo de los Foros Imperiales, instalado en el Mercado de Trajano, imponente sitio arqueológico del siglo II. Sin embargo, la delegación oficial española fue mínima. Solo el embajador en Roma, Luis Calvo, y la directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), Consuelo Ciscar, acompañaron a Aznar en aquel acto presidido por el alcalde posfascista de Roma, Gianni Alemanno.
La exposición fue un ejemplo más de las buenas relaciones que mantiene desde hace 20 años la familia Aznar con la hoy desaparecida destra de Silvio Berlusconi y Gianfranco Fini. Este dio conferencias en los cursos de la FAES, la fundación que preside Aznar; Berlusconi fue invitado a la boda de su hija con Alejandro Agag Longo, quien mantiene excelentes contactos y negocios en Italia desde que ayudó a Berlusconi a ingresar en el Partido Popular Europeo cuando era consejero político de su suegro.
Aquel día, en Roma, Aznar aceptó cruzar unas palabras con los periodistas y declaró una vez más su admiración por Gerardo Rueda, miembro del Grupo de Cuenca y depurado pintor y escultor constructivista (Madrid, 1926-1996). “Mis artistas favoritos son Rueda, Rueda y Rueda”, dijo Aznar ante las 35 piezas de la exposición que impulsó la Fundación Gerardo Rueda, presidida por el hijo adoptivo del artista, José Luis Rueda.
Solo unos meses más tarde, según han revelado ahora los correos electrónicos de Miguel Blesa, expresidente de Caja Madrid, Aznar, su hijo mayor y homónimo y Rueda iban a sufrir una “dolorosa decepción”. Tras dos años de negociaciones, el actual jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, entonces director de la fundación de la caja que acabaría en situación de quiebra y siendo rescatada con 22.000 millones de dinero público, rechazó la idea de dedicar un museo a Rueda, por considerar excesivo el presupuesto inicial de 169 millones de euros: 54 millones por 200 obras del artista y 1.500 piezas y objetos de su colección; y 115 millones más por la reforma del edificio del paseo del Prado en Madrid.
El heredero del escultor dice que su padre y Aznar solo se vieron una vez
El hijo del expresidente reprochó a Blesa que el proyecto no saliera adelante, en un mensaje enviado el 16 de julio de 2009: “Con los pelos que (Aznar) se ha dejado por ti, y han sido muchos, me parece impresentable lo que has hecho o no has hecho. No se merecía esta decepción”.
El propio expresidente del Gobierno había escrito un correo a Blesa en septiembre de 2008 recomendando la compra de la colección de Rueda y adjuntando varias tasaciones que le concedían un valor superior a los 50 millones de euros, aunque la valoración que encargó Spottorno rebajó el precio a tres millones.
Rueda, cofundador en 1966 del Museo de Arte Abstracto de Cuenca con su íntimo amigo Fernando Zóbel y con Gustavo Torner, es un pintor relevante, y algunos especialistas como Barbara Rose le consideran “pieza clave de las vanguardias de posguerra”. Pero no goza del renombre ni de la cotización de los grandes nombres del arte español.
¿De dónde viene la pasión de Aznar por la obra de Rueda? ¿Se trata de mero amor al arte, como asegura el ofendido expresidente, o de una vieja amistad, como afirmó hace dos años el propio Aznar al inaugurar el Centro de Arte Moderno Gerardo Rueda de Oporto?
Es difícil dar respuestas claras a esas preguntas, porque ni siquiera los protagonistas se ponen de acuerdo. Según escribió la enviada especial de Abc a Oporto el 14 de diciembre de 2011, Aznar glosó “a su gran amigo” Rueda diciendo que lo “admiraba, respetaba y quería profundamente”.
Pero, según cuenta el heredero de Gerardo Rueda, José Luis López Jiménez, nacido en Ávila hace 48 años, cobijado por el artista desde que tenía 12 años y adoptado al cumplir 18 (cuando tomó su apellido), “Aznar solo vio a Gerardo Rueda una vez y de pasada”.
“Es mentira que fueran amigos”, dice José Luis Rueda. “Se conocieron el 2 de marzo de 1996, la víspera de las elecciones que ganó Aznar, en [el madrileño restaurante] Casa Ciriaco. Les presentó [Mario] Vargas Llosa, que estaba cenando con su mujer y con el matrimonio Aznar. Gerardo y yo estábamos con el presidente de J. P. Morgan y su mujer. Aznar le dijo a Gerardo que le admiraba mucho, pero no se vieron más, porque a mi padre le dio un derrame cerebral el 28 de marzo y se murió en mayo”.
Rueda suena agitado y destemplado al otro lado del teléfono. Asegura que es un hombre “honesto” y se declara indignado con EL PAÍS. “Todo es falso. Habéis intentado destruir a Gerardo Rueda”, brama. “Pero yo no soy Blesa, ni Aznar, ni Bárcenas, yo no he hecho nada malo. ¡Yo no he quebrado Caja Madrid; son otros los que deben ir a la cárcel!”.
El heredero, que niega haber sido amante del artista, afirma que no necesita dinero porque vive “de los alquileres”, y desmiente que Aznar presionara a Blesa: “No necesitaba presionar, porque es un artista genial y se defiende solo”. Según Rueda, la negociación con Caja Madrid fue “una pesadilla que duró dos años, de 2007 a 2009, y que acabó en nada por culpa de Rafael Spottorno, que ocultó las tasaciones reales a Blesa, y además se inventó que la reforma del museo valía 115 millones”.
El Instituto Valenciano de Arte Moderno, principal valedor del artista
“¡No costó eso ni la reforma del MOMA!”, exclama. Según aduce, “la reforma costaba solo 10 millones”. Y evoca un informe que encargó él mismo al arquitecto Campo Baeza, aunque no aclara si lo presentó a los responsables de la fundación o no.
Cuando se le pregunta a José Luis Rueda si es admirador o amigo del expresidente, afirma: “No tengo nada que hablar de Aznar, es un gran señor. Desde luego, no soy de esos (zapateristas) que se ponen la ceja en la Puerta del Sol. Pero no me ayudó. Era una negociación a tres bandas, con el Ayuntamiento y Caja Madrid. Y no me ayudó. A mí no me ha ayudado nadie nunca. La prueba es que la operación no se hizo”.
La confesión de desamparo parece algo exagerada. Durante los últimos 18 años, desde que murió su padre, el exfutbolista y coleccionista José Luis Rueda ha conseguido dar a su padre la fama y el lugar que el artista probablemente merecía.
José Guirao, exdirector del museo Reina Sofía, recuerda que programó dos exposiciones antológicas y adquirió varias obras del pintor que, sumando las donaciones que hizo su hijo, dejaron en el centro 70 piezas “de todas las etapas”.
Pero el principal valedor y comprador de ruedas en España es el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), dirigido desde 2005 por Consuelo Ciscar, la esposa del Rafael Blasco, el exconsejero del Gobierno valenciano imputado por robar las ayudas de la Generalitat al Tercer Mundo.
Ciscar convirtió la peineta en un peinado vanguardista y a su museo, primero en un asombro internacional, y más tarde, según han denunciado varias asociaciones de críticos y artistas, en un centro marcado por la “opacidad”, el “estado de excepción” y la “ley del terror”.
El IVAM empezó a comprar obra de Rueda en 2004, cuando era director Juan Manuel Bonet. Hoy posee 106 piezas suyas o de su colección particular, un lote que el museo valoró en 2006 en 24 millones de euros.
En 2008, en plena negociación con Caja Madrid, Ciscar asistió, con Rueda y Aznar, a la inauguración de la exposición de Roma. Con ellos viajaron, con los gastos pagados, especialistas en arte de los grandes medios nacionales.
La expedición se alojó en el lujoso hotel De Russie —donde solían concentrarse las velinas del harén de Berlusconi— y Rueda y Ciscar ejercieron de anfitriones en una cena para 30 invitados. Aún eran días de vino y rosas para dos instituciones que acabarían quebradas: la Generalitat valenciana y el Ayuntamiento de Roma. Este año, el alcalde saliente Gianni Alemanno ha perdido las elecciones, dejando un agujero en caja de 16.000 millones. En la intervenida Comunidad Valenciana, la deuda pública pasó de 10.000 millones en 2005 a los casi 30.000 millones de 2012. Preguntada sobre el coste de aquel viaje, Ciscar afirma que el IVAM “no pagó un euro y solo prestó 14 obras para la exposición”. Y añade: “Lo debió pagar todo el Ayuntamiento”. Rueda, por su parte, sostiene que los gastos los sufragaron “los patrocinadores”.
En todo caso, el viaje no fue en balde: el Ayuntamiento romano compró a Rueda una de las 32 esculturas expuestas, Almagro amarilla, de cuatro metros de altura, por un millón de euros.
Los datos y el ambiente parecen dar la razón a quienes afirman que las élites políticas, empresariales y culturales del sur de Europa han unido sus intereses para gestionar los recursos y las instituciones públicas en su beneficio, entre el despilfarro, la simulación y la megalomanía, y con muchos museos, fundaciones y cajas funcionando, pese a lo que sostuvo Blesa, como cortijos políticos.
La gran ironía es que, después de que la operación madrileña fracasase, Rueda y Aznar hallaron consuelo a sus cuitas en otro país insolvente, Portugal. Oporto acabaría abriendo el faraónico y ansiado museo que negó Caja Madrid: el Centro de Arte Moderno Gerardo Rueda fue inaugurado en Matosinhos por Aznar y por el primer ministro conservador portugués, Pedro Passos Coelho, cuando Portugal sufría ya el rescate de la troika.
El museo, que abrió sin estar terminado, reúne 500 obras en 6.000 metros cuadrados. Solo 35 son de Rueda, muchas son de su colección (Millares, Laffón, Palazuelo, López, Feito, Miró, Tàpies...) y otras —sobre todo, de artistas portugueses— fueron adquiridas por José Luis Rueda tras la muerte de su padre.
¿Qué pensaría de todo esto el refinado artista, dueño de una espléndida mansión frente al Palacio Real? “Era un hombre tímido, un espíritu puro que nunca se preocupó de promocionar su obra”, explica un experto. “Su hijo se tomó esa tarea como una misión, porque piensa que Rueda es Picasso o más que Picasso. Muchos herederos sufren ese síndrome, aunque es verdad que él ha invertido más que otros en su obra”, añade la fuente.
Rueda nunca reparó en gastos para poner en valor la obra heredada: contrató a la historiadora estadounidense Barbara Rose —comisaria de la muestra de Roma con Ciscar— para que escribiera un libro; encargó textos y exposiciones a críticos de prestigio como Bonet, Tomás Llorens o Francisco Calvo Serraller; donó obra a museos de Estados Unidos y Europa, y organizó exposiciones por medio mundo.
En 2011, el IVAM y la Shanghai International Cultural Association llevaron a varios museos chinos la muestra Rueda y la tradición moderna. Como en Roma, Ciscar prestó obras y fue comisaria. No fue esa su única relación con Oriente. En 2008, Rafael Sierra, director de Descubrir el arte, una revista del grupo editorial de El Mundo y buen amigo de Ciscar, le ofreció organizar una muestra de arte chino. El museo aceptó y compró 61 fotografías.
Ciscar pagó 440.280 euros a Gao Ping, que ejercía entonces de galerista y luego sería detenido como supuesto cabecilla de una mafia china de blanqueo de dinero. Ping vendió las fotos con el asesoramiento del abogado Alberto Sierra, hermano del comisario y administrador solidario entre 2007 y 2009 de Espacio Tao, sociedad madrileña dedicada al arte creada por el presunto delincuente chino.
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