Europa en La Moncloa
El presidente Mariano Rajoy, todavía de cumpleaños en su II Año Triunfal, ha concedido unas declaraciones a periodistas de seis cabeceras de referencia en países de la Unión Europea. Sabemos cómo escatima estos encuentros, excepto para atender a los incondicionales probados de Radio Nacional y de otros medios afines, donde todo son preguntas propicias al lucimiento que convierten el diálogo en un rendido homenaje. De ahí el interés adicional que revestía la cita de Moncloa, referida en la prensa de ayer. Tenemos aprendido desde Heisenberg (véase Las leyes de la Física y la Información) que “no conocemos la realidad sino la realidad sometida a nuestra forma de interrogarla”. También que a los periodistas corresponde interrogar o, como prefiere decir Fernando Vallespín, irritar al interlocutor para extraerle respuestas que proporcionen esclarecimientos y agudicen la percepción de los hechos. Era relevante que cada uno de los convocados preguntara al presidente Rajoy desde su particular cosmovisión. Porque el promedio de todas esas cosmovisiones puede aceptarse como equivalente al de una cosmovisión europea.
La preocupación de Rajoy parte del supuesto de que Alemania nos lleva y que no sabemos adónde
Se insiste hasta la saciedad en el supuesto déficit democrático de la UE pero, dado que todos sus actores resultan de elecciones libres y que el Parlamento tiene cada vez más poderes, esa denuncia tiene validez muy discutible. Hay otro déficit innegable, el mediático, que destila efectos nocivos y bloquea la existencia operativa de una opinión pública merecedora de ser adjetivada como europea. Reconozcamos la existencia de medios de comunicación que desempeñan una función decisiva en el espacio público sobre el que ondea su misma bandera, pero a escala de la Unión ninguno interroga a la realidad desde una concepción europea, ni desempeña la función racionalizadora del debate que cumplen los medios nacionales respecto de los asuntos de su exclusiva competencia. Cuando se reúne el Consejo Europeo sucede que los primeros ministros de cada uno de los 28 países queda emplazado por los periodistas de casa, que le interrogan en términos estrictamente nacionales, de modo que acaba dando cuenta de los acuerdos tomados en términos de ventajas conseguidas en provecho propio. Nadie inquiere desde una concepción global de la UE y de ahí que tampoco haya apenas respuestas que ponderen sus avances, dejados en el abandono, huérfanos de la atención que requerirían si ha de impulsarse la construcción del proyecto común.
Esta vez, en la ronda de entrevistas a los líderes políticos de la UE, después del francés François Hollande (17 de octubre de 2012) y de la alemana Ángela Merkel (2 de julio de 2013), le llegó el turno a Mariano Rajoy. Así que, mientras nace un medio de comunicación europeo capaz de saltar por encima de la fragmentación lingüística y de hablar en nombre de la opinión pública de la UE, esta serie del proyecto Europa, ha conseguido una primera aproximación con la suma de seis diarios: EL PAÍS de Madrid; Le Monde de París; The Guardian de Londres; Süddeutsche Zeitung de Munich; La Stampa de Turín y Gazeta Wyborcza de Varsovia. Fue para atender ese compromiso para lo que fueron recibidos en Moncloa a las 10.30 del martes 3 de diciembre los periodistas que representaban a esas cabeceras consideradas de referencia en cada uno de sus países. Solo faltaba el del periódico polaco porque carece de corresponsal permanente en España. Ni traducción simultánea ni consecutiva aunque hubiera valido la pena en algunos momentos una que pasara las claves del gallego al castellano.
A partir de ahí, las declaraciones del presidente Rajoy permiten concluir que ha perdido la ocasión de lanzar un mensaje a esa opinión pública europea de arte y ensayo que se había puesto a su disposición. Prefirió exhibir satisfacción por haber podido rehusar el rescate amenazador, compareció como salvador del Estado de bienestar, sin reproches que hacerse sobre la corrupción galopante de su propio partido, repartiendo admiración hacia los concejales honoris causa de los pequeños municipios, impasible ante el desafecto registrado en Cataluña, convencido de que la recuperación llama a la puerta y que con ella los problemas y enconos quedarán resueltos como por ensalmo. Veamos que “lo que más le preocupa es que Alemania tenga claro adónde vamos”. Y observemos que, en vez de emplear el verbo en la tercera persona del singular y cuestionar hacia dónde va Alemania, ha usado el “vamos” de la primera persona del plural. De modo que su preocupación parte del supuesto de que Alemania nos lleva y que no sabemos adónde. Otro día hablaremos del paro y de cómo puede descender aunque descienda el empleo si la población activa lo hace en la proporción adecuada. Continuará.
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