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Mineros hijos de mineros

Manuel Moure, una de las víctimas, acababa de regresar a la mina tras ser padre José Luis Arias estaba a punto de jubilarse

Familiares de las víctimas a su llegada al pozo.
Familiares de las víctimas a su llegada al pozo.CESAR MANSO (AFP)

Manuel Moure acababa de reincorporarse al trabajo tras disfrutar de la baja de paternidad por el nacimiento de su primera hija. Tenía 39 años, era natural de Ciñera de Gordón (León) y el pasado septiembre había cumplido su segundo aniversario de boda. A José Luis Arias, de 45 años, casado y padre de dos hijos, le quedaban diez meses para prejubilarse. Ambos perdieron este lunes la vida, con otros cuatro compañeros, en un terrible accidente en el Pozo Emilio del Valle, de la localidad leonesa de Llombera de Gordón.

Moure, como la mayoría de los seis fallecidos, era un minero hijo de minero. Todos acumulaban años de experiencia en la mina, aseguran amigos y trabajadores de la empresa. Pero la experiencia sirve de poco ante un escape de grisú, el traicionero gas cuya concentración excesiva puede provocar explosiones o eliminar por completo el oxígeno. Los mineros llevan detectores, pero no les dio tiempo a salir y el resultado es una de las mayores tragedias de la minería en España, la mayor de los últimos 18 años.

Entre las víctimas también está el vigilante de la mina, Carlos Pérez, de 41 años, casado y padre de dos hijos, de 17 y 11 años, con los que vivía en León. Los otros tres fallecidos son Orlando González, de 44 años,  Roberto Álvarez, de 35 y Antonio Blanco, de 43.

Todas las víctimas procedían de localidades leonesas —Ciñera de Gordón, Robles de Valdecueva, Paradilla, Fontanos, Pola de Gordón— salvo una, José Luis Arias, natural de Pola de Lena (Asturias).

Cuando se produjo el accidente, hacia las 13.30, los mineros estaban ya en la recta final de su jornada, ya que el relevo se produce a las tres. De hecho, fueron sus propios compañeros quienes entraron a por ellos, para intentar sacarlos antes de que se asfixiaran. Algunas fuentes apuntaban ayer que uno de los fallecidos era precisamente uno de los mineros que había intentado socorrer a sus compañeros, en la séptima planta del Pozo Emilio del Valle, a 694 metros de profundidad.

El escape de grisú dejó además, otros cinco intoxicados, de entre 55 y 38 años, que fueron trasladados al hospital de León. Los médicos temen por la vida del más joven de ellos.

No tuvieron opción, intuía desde el lugar del suceso el responsable de minería de Comisiones Obreras en Castilla y León, Jesús Magadán, mientras veía cómo se llevaban los cuerpos de las seis víctimas para realizarles las autopsias en León. “El escape ha tenido que ser gordo. El grisú actúa muy rápido. Hay detectores en las galerías y cada minero lleva un medidor individual y un autorrescatador —aparato para respirar— pero se ve que en esta ocasión ni lo uno ni lo otro les ha servido. Ya era tarde”. CCOO y UGT acordaron este lunes un paro de 48 horas para todos los mineros a nivel estatal.

“La gente piensa que somos unos privilegiados que vivimos de las subvenciones, pero cuando les decimos adiós a nuestros maridos, no sabemos si los volveremos a ver", afirma Laura, esposa de uno de los trabajadores de la mina donde se produjo el accidente y que este lunes entraba a trabajar en el siguiente turno.

El presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, ha declarado tres días de luto oficial, hasta el jueves, “como testimonio de la Comunidad de Castilla y León ante la pérdida de vidas humanas en el grave accidente minero”. El tanatorio de León se llenó de gente joven. Familiares de las víctimas meditaban si organizar un funeral conjunto. Especialistas del 112 y la Cruz Roja se desplazaron al lugar para ofrecerles apoyo psicológico.

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