La diáspora siria llega a España
Centenares de personas que huyen de la guerra llegan de mano de las mafias El Gobierno solo ha concedido a tres de ellas el estatuto de refugiado
Escapar de la guerra en Siria, que se ha cobrado más de 100.000 muertos, no garantiza nada. Sobre todo si tus familiares siguen allí. “No escriba mi nombre. No explique quién soy ni a qué me dedico, porque pueden identificarme e ir a por los míos. Allí yo era una persona famosa”. Tiene 21 años, cuerpo atlético, pelo corto y barba cuidada. Viste un chándal ajustado azul marino y calza zapatillas deportivas. Durante más de una hora de encuentro en la biblioteca del Centro de Acogida de Refugiados (CAR) de Vallecas (Madrid) no suelta su móvil ni un segundo. El aparato le mantiene todavía unido a su madre, de la que habla con veneración: “trabaja como tres hombres juntos. Me adora. Me escapé del horror de mi país porque no quiero que mi madre sufra si yo muero. Tengo que sobrevivir solo por ella”.
Encontrar un refugiado sirio en España que quiera contar su historia es una tarea difícil. Todos tienen miedo al régimen de Bachar el Asad. Creen que las garras de sus servicios secretos no tienen fronteras. Y no solo ellos. Mónica, directora de un centro de acogida en Madrid, asegura que varias personas “raras” se han presentado preguntando por refugiados sirios con la excusa de querer ayudar. “No sabemos a qué venían, pero no nos gustó la visita”, apostilla.
“Me escapé porque no quiero que mi madre sufra si yo muero”
Desde que empezó la guerra en abril de 2011, al menos 870 personas han solicitado el derecho de asilo. En los últimos nueve meses la cifra se ha disparado hasta casi 500 —muchas familias con niños— que entran por los aeropuertos de Madrid y Barcelona o de la mano de las mafias por las fronteras de Ceuta y Melilla. Compran pasaportes falsos y aguardan más de un año a que el Gobierno resuelva. “En algunos casos nos cuentan que han pagado 33.000 dólares por el traslado de una familia”, relata Carlos Montero, director del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla.
En este centro —que acoge a 870 personas pese a que su capacidad es de 480— hay 66 sirios, la cifra más alta de esta nacionalidad desde que estalló la guerra. “La mayoría son comerciantes y funcionarios. Tienen dinero. Algunos niños aparecen con móviles y tabletas. Vuelan hasta Egipto o Argelia y desde allí las mafias les conducen por carretera hasta la frontera con documentos falsos. Muy pocos piden el asilo porque saben que el procedimiento se alarga. Prefieren que la policía les aplique la Ley de Extranjería y tramite su expulsión”, explica Montero, militar en excedencia. “Saben que el Gobierno no puede devolverlos a su país porque está en guerra. España es un país trampolín, algunos quieren instalarse en otros países de Europa donde tienen familiares”, precisa María Jesús Vega, de ACNUR. En el CETI de Ceuta hay 29 sirios, ocho de ellos menores. “Llegan por mar en pequeños barcos desde la zona de Beliones a 50 metros de nuestra frontera. Vienen en buen estado”, relata su director, Carlos Guitard.
Setecientas peticiones sin respuesta
Ninguna petición de derecho de asilo ha sido rechazada por el Gobierno, pero más de 700 sirios aguardan una respuesta en los centros de refugiados públicos de Madrid, Sevilla y Valencia gestionados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social o de las ONG (CEAR, ACCEM y Cruz Roja). En 2011 se tramitaron 97 solicitudes de asilo, en 2012 un total de 255 y este año suman 477. En 2012 se presentaron 2.500 peticiones de asilo por lo que las de los ciudadanos sirios representan un 10%.
La llegada de refugiados sirios a España es inferior a la que reciben otros países europeos y ridícula comparada con la avalancha de Líbano (780.000), Turquía (503.000), Jordania (540.000), Irak (195.000) y Egipto (130.000). Más de dos millones de personas han salido huyendo de la guerra. “Es la peor crisis que hemos vivido desde el genocidio de Ruanda en 1994”, apunta María Jesús Vega, portavoz de ACNUR. Interior responde que no expulsa a los refugiados sirios que llegan a España, pero no facilita el número de los que han entrado en el país y no se han acogido a la petición de asilo, que son la inmensa mayoría, según confirman todos los centros de acogida consultados.
En el centro de Acogida a Refugiados de Vallecas, además del joven atlético que empuña su móvil como un tesoro, hay otros 23 sirios, ocho familias con sus hijos. Uno de ellos, de 33 años, pasó tres meses interno en el CETI de Melilla antes de ser trasladado a la Península. Viste una camisa azul clara con una estampa de San Francisco y calza chanclas de playa. De nuevo se repite la coletilla: “No mencione mi nombre, puede poner en peligro a toda mi familia”. Es de Alepo, estudiaba en Dubai, la policía le requisó su pasaporte y su material de trabajo. Sobornó a uno de sus guardias para conseguir huir. Su periplo es parecido al de los sirios que logran entrar en Melilla. “Viajé desde Turquía a Argelia y en Marruecos pagué 1.500 euros por un pasaporte falso. Es muy fácil. Te piden una foto, el dinero, y te lo dan en 24 horas. Luego te llevan en coche a la frontera”.
El viaje a España del joven atlético y “famoso” fue más seguro. “Viajé a Beirut, donde tengo amigos. Me encanta esa ciudad, es moderna y hay libertad. Para ir al aeropuerto tuve que atravesar los controles de Hezbolá (grupo que apoya al régimen de Bachar el Asad) y cogí un vuelo directo a Madrid donde me esperaba un amigo”. Atrás quedó su madre, un trabajo de éxito y el recuerdo del horror: “Mataron a dos de mis hermanos. A otro lo llevaron a la cárcel y estuvo seis meses desaparecido. He visto camiones negros, que no son de la policía ni del ejército, que disparan a cualquiera que va caminando por la calle. Yo he tenido mucha suerte. El Gobierno, en vez de protegernos, nos asesina”.
“Es fácil: te piden una foto, 1.500 euros, y te dan el pasaporte falso”
Durante 18 meses el Ejecutivo congeló la resolución de peticiones de derecho de asilo de los sirios —desde abril de 2011 hasta noviembre de 2012— y solo ha resuelto favorablemente tres casos y concedido el estatuto de protección subsidiaria, un grado inferior al de refugiado, a otras 61 personas. En ambos casos se otorga el permiso de trabajo y residencia, la expedición de documentos de identidad donde conste su condición de refugiado y los mismos derechos que asisten a un español, salvo el del voto.
Los dos refugiados sirios del centro de Vallecas que han aceptado ver al periodista se quiebran cuando se les pregunta por su futuro. “No estoy bien. Solo pienso en mi madre y en escuchar su voz cuando la llamo. No puedo dormir, no puedo comer, y cuando me enfado, enfermo. No puedo pensar en mi futuro”, confiesa el joven atlético mientras muestra las fotos de su coche deportivo destrozado por las bombas. “Mis pensamientos están con mis padres y mi hermana, que siguen allí. No puedo soñar ahora. Mi casa esta cerrada, mis cuentas bloqueadas, mi material de trabajo perdido”, se lamenta el otro.
Algunos están más desesperados. El pasado jueves Ebrahim al Nassan, un sirio de 28 años, amenazó con lanzar al suelo a su hijo, un bebé de meses, cuando asistentes sociales procedían a trasladar a un centro a los menores con los que se concentraban desde hacía 10 días varias familias de refugiados sirios en una céntrica plaza de Ceuta. Ebrahim ha ingresado en prisión preventiva. Su mujer Zeinab, también está acusada. El sueño de estas familias es llegar a la Península.
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