Interior atribuye una matanza de 130 personas en Siria a un yihadista ceutí
El ministro del Interior asegura que algunos de los enviados " se inmolaron en atentados" Fernández Díaz dice que había menores
Rachid Wahbi miró a la cámara y sonrió. Abrazó a dos compañeros, dio gracias a Alá y subió al camión. Vestía uniforme camuflado de combate color caqui, cubría su cabeza con un turbante negro y sostenía un Kalasnikov. La cámara enfocó al camión y recogió cómo se alejaba hasta que desapareció. Segundos después, se oyó una tremenda explosión y la imagen temblorosa recogió una nube negra que se alzaba hacia el cielo. Antes de irse para siempre, el taxista de 33 años que semanas antes guiaba el viejo Mercedes blanco número 44 por las calles de Ceuta explicó a la cámara sus razones: por la yihad, por Alá y contra el enemigo Bachar el Asad. A miles de kilómetros, en su casa de 90 metros cuadrados en el barrio de El Príncipe Felipe su mujer Sanaa aguardaba sus noticias. A los niños, de seis años y cuatro años, les dijo que les había comprado regalos.
Aquello ocurrió hace un año. Ahora, el Ministerio del Interior asegura que el suicidio de Rachid al volante de aquel camión bomba causó 130 muertos en un cuartel militar en Idlib (Siria). El vídeo fue colgado ayer en la página web del Ministerio del Interior coincidiendo con una rueda de prensa de su titular Jorge Fernández Díaz en la que informó sobre la desarticulación en Ceuta de la red de Al Qaeda que captó a Rachid y a otros 11 jóvenes ceutíes que en el último año han viajado a Siria para combatir contra el régimen de Bachar el Asad. Las Fuerzas de Seguridad habían evitado hasta ahora la difusión de estas imágenes para lograr que el suicidio de Rachid no anime a otros jóvenes a emular acciones similares. Varios mandos de la lucha antiterrorista consultados mostraron su sorpresa por la difusión del vídeo desde una página oficial. Las imágenes son todo un canto a la yihad.
Días después de su muerte, Sanaa, su viuda de 25 años, alta, delgada y vestida de blanco, señal de luto, explicaba a EL PAÍS en su casa del barrio de El Príncipe, el más deprimido de Ceuta, cómo se había enterado de su óbito: “Mustafá me llamó por teléfono y me dijo: Rachid ha muerto. No me dio ningún detalle más para no hacerme sufrir más. Me dijo que lo habían enterrado por el rito musulmán”.
¿Es verdad que su marido ha matado a varios militares? “No se ha inmolado. No es verdad que se suicidara”, aseguró entonces. “Cuando nos llamaban desde Siria, siempre decían que volverían. No sé cómo ha muerto ni dónde. Su amigo no me dio ningún detalle. ¿Cómo se va a inmolar delante de sus amigos?”. Semanas más tarde, cuando grupos afines a Al Qaeda difundieron el vídeo alardeando que aquel ataque había causado “numerosas bajas”, Sanaa reconoció a su marido. Su voz e imagen, aunque borrosa, son inconfundibles para ella.
“Murió el día 1 de junio. Su amigo Mustafá me llamó y me quedé helada. Estuvo en Siria muy pocos días. A lo mejor ni una semana. Durante el viaje, que duró un mes y medio, comunicaba con nosotros por Messenger. Estuvieron en Turquía bastante tiempo porque, al parecer, no conseguían entrar en Damasco. Cuando llegaron a Siria nos llamó por teléfono, pero no nos dio detalles de lo que hacían. No hablaba de él, solo me preguntaba por mí y por los niños. Le dije que volviera, que era peligroso. Mi marido era ejemplar, estoy orgullosa de él”.
¿Por qué viajó a Siria? "Cuando veía las noticias de Siria en la televisión le afectaba mucho. ‘¿Es que nadie va hacer nada por los musulmanes?’, decía. Yo también lo he pensado alguna vez. Te daban ganas de hacer algo. Pero qué se puede hacer. Él sentía rabia e impotencia. Cuando veía las torturas a los niños de los militares de El Asad, le entraban ganas de llorar. Aquello le había llegado al corazón. Era muy sensible. Pero nunca me imaginé que iría”.
Rachid no viajó solo. Los amigos ceutíes que le acompañaban corrieron la misma suerte. Se sospecha que también protagonizaron acciones suicidas o murieron combatiendo. Primero, Mustafá Mohamed, alias Piti, de 30 años, casado y padre de dos niños. Después Mustafá Mohamed, Tafo, de 24, un joven alto, rubio y barbudo cuya mujer estaba embarazada. Todos tenían sus familias. Todos dijeron que se iban de viaje sin dar explicaciones. Los tres fueron el primer grupo captado en Ceuta por la red de reclutadores de Al Qaeda desarticulada en esa ciudad después de la detención de ocho personas, todos españoles. El último en viajar hacia la muerte fue Nordin Abderrayat, un menor de 16 años. Desde hace un año los habitantes del barrio de El Príncipe y El Sardinero, donde vivían casi todos ellos, están conmocionados por este goteo de dolor y muerte. Allí residen 12.000 personas, casi todas musulmanas, en una montaña donde se levantan miles de casas ilegales y baten todos los récords de paro, marginación y fracaso escolar.
Ayer, el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, aseguró que la red de Al Qaeda hispano-marroquí había enviado a Siria a 50 jóvenes, 12 de ellos españoles. Tenía su base en Ceuta y en Castillejos, una localidad marroquí próxima a la frontera de El Tarajal. Los españoles viajaron a Siria desde Málaga y los marroquíes lo hacían desde Casablanca. Según el ministro, la red pidió a los jóvenes que en el caso de regresar a España o Marruecos se convirtieran en lobos solitarios y protagonizaran ataques como los llevados a cabo por yihadistas solitarios en Francia y el Reino Unido. Fernández aseguró que los detenidos estaban fuertemente ideologizados. En los registros se intervinieron algunas armas y munición así como vídeos de exaltación a la yihad. El jefe de la red, una persona con familia en Ceuta, y uno de sus acólitos consiguieron huir.
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