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Piluca Navarro, la discreción junto al poder

Fallece la jefa de la secretaría de Felipe González

Juan Cruz
Piluca Navarro, en 2001.
Piluca Navarro, en 2001.J. J. GUILLÉN (EFE)

Piluca Navarro, que fue jefa de la secretaría de Felipe González en La Moncloa, murió el viernes en Madrid, después de una enfermedad que ella sobrellevó con la fortaleza y la discreción con la que afrontó otros contratiempos.

En 1982 Piluca entró a trabajar en el gabinete del presidente del Gobierno, primero en la secretaría general y luego como responsable de ese departamento. Antes había trabajado en la primitiva Hora 25 de la cadena SER, en Cambio 16…

En las tareas que desarrolló como organizadora de la agenda del presidente González, y luego, cuando este asumió otras tareas, Piluca destacó por su eficacia, y por valores que ayer resaltaban todos los que la conocieron ahí: su lealtad y su discreción. Ambas cualidades marcaron su manera de relacionarse con el difícil ámbito que le tocó: ser la responsable del juego de agendas del político que, en un largo periodo de tiempo, más poder tuvo en España.

Fue responsable del juego

En los momentos más difíciles de la crispación que acompañó los últimos tiempos de González, a Piluca la salpicó la maledicencia de algunos medios, que magnificaron a toda plana denuncias que luego fueron desautorizadas por la justicia; esos medios despacharon luego el sobreseimiento de esas sospechas con unas líneas de trámite.

Habría en la vida de Piluca y de José Luis Fajardo, su marido, artista, un suceso mayor, que nos conmovió a todos y que a ellos los removió para siempre: fue en 1997, la muerte, en accidente, de su único hijo, Luis, universitario, músico, un muchacho cuya tremenda ausencia ya fue una pena que ambos sobrellevaron con la elegancia con la que la propia Piluca afrontó su enfermedad.

Durante sus largos años en Madrid, adonde se trasladaron desde Tenerife a principios de los setenta, la casa de Piluca y de José Luis fue siempre escenario abierto de encuentros de todo lo que se movía en el campo del periodismo y la cultura. Ahí se fraguó, en la Transición, lo más notable de lo que luego sería la cultura de la movida, pero sobre todo se puso de manifiesto la capacidad de la pareja para congregar sin distingos a innumerables amigos.

Piluca fue una energía sentimental que no tuvo desmayo, aun en los peores momentos de la peor de las desgracias; a ella se le puede aplicar la hermosa descripción que de uno de sus personajes femeninos hizo Hemingway: conoció la angustia y el dolor, pero nunca dejó que la venciera esa tristeza. Hasta los últimos instantes de su vida mantuvo su energía privada para guardarse el dolor.

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