El Gobierno defiende su estabilidad y la honradez del presidente
Santamaría: “Llevo 12 años con Rajoy y nunca le he visto saltarse una norma, siempre fue un ejemplo de vida recta”. El PP espera hoy un discurso muy claro del presidente
Desde que estalló el escándalo Bárcenas, con la cuenta suiza en la que aparecieron hasta 22 millones de euros, Mariano Rajoy y su equipo han hecho un enorme esfuerzo para lograr algo casi imposible: desdoblar al presidente. Ellos mismos admiten que es complicado, pero siguen intentándolo. Este extraño fenómeno consiste en separar el papel de Rajoy como jefe del Ejecutivo del Rajoy como presidente del PP. Sin embargo, por mucho que el Gobierno se empeñe públicamente, nadie niega ya ni en el PP ni el Ejecutivo que el caso Bárcenas ha entrado de lleno en La Moncloa y afecta a la credibilidad del Gabinete. Tanto que la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, por primera vez desde que tomó posesión, tuvo ayer que defender en varias ocasiones que el Gobierno es y sigue estable, ante la evidencia de que esta situación ha dejado en estado de shock no solo al PP sino también al Ejecutivo.
La secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, llegó a decir que las informaciones publicadas por EL PAÍS están pensadas para “desestabilizar y perjudicar al Gobierno y al presidente justo ahora que empezábamos a recuperarnos” económicamente. Sin embargo, Sáenz de Santamaría negó que este escándalo esté afectando al Ejecutivo y exhibió su mayoría absoluta parlamentaria, como ha hecho Rajoy cada vez que ha tenido una crisis importante, sobre todo económica en los últimos meses.
El Gobierno quiere despejar cuanto antes el fantasma de una dimisión de Rajoy, que nadie se plantea ni en el Ejecutivo ni en el PP, y la idea que siempre recorre incluso las crónicas de corresponsales extranjeros y los debates en corrillos del Congreso: la posibilidad de un final a la griega o a la italiana, con la caída del Ejecutivo mientras Bruselas o Alemania asumen las riendas e imponen un gobierno técnico u otra solución similar.
En el PP nadie contempla ese escenario. “Este Gobierno es un gobierno estable, primero porque lo es su mayoría, y segundo porque lo es la tarea que tiene que llevar adelante, que es sacar al país de la crisis, y por eso viernes tras viernes aprobamos reformas en el Consejo de Ministros”, sentenció Sáenz de Santamaría en otro intento por ofrecer una sensación de normalidad.
La vicepresidenta quería evitar hablar de Rajoy, pero en un momento, cuando se le dijo que el presidente “está bajo sospecha”, contestó con tono muy serio: “Llevo 12 años trabajando con Mariano Rajoy Brey. Primero en el Gobierno, después en la oposición y ahora en el Gobierno. Yo lo que he visto ha sido siempre una conducta ejemplar, nunca le he visto saltarse una norma, y siempre ha dado ejemplo a los que trabajábamos con él de una vida recta de servicio publico”. La gravedad de la situación quedaba en evidencia en sus palabras y en su tono.
El Gobierno se esmeró, con la presencia de dos ministros económicos clave, el de Economía, Luis de Guindos, y el de Industria, José Manuel Soria, en tratar de seguir su labor como si nada, con la aprobación de leyes importantes como una nueva reforma energética. Pero fue inútil. Prácticamente todas las preguntas versaron de una u otra manera sobre las consecuencias para el Gobierno y para Rajoy del escándalo Bárcenas.
Sáenz de Santamaría utilizó una técnica elusiva. Primero dijo que “una cosa es el Gobierno y otra son los partidos, y yo me remito a la respuesta que dio el PP”, pero sobre todo evitó todas las preguntas sobre Rajoy con la excusa de que el presidente fijaría hoy su posición en el Comité Ejecutivo del PP. Sin embargo, de la convocatoria enviada ayer parece deducirse que el presidente, como ha hecho otras veces, ofrecerá un discurso televisado y no responderá preguntas. Podría hacerlo si quisiera, al final del Comité Ejecutivo, convocando una rueda de prensa añadida al discurso. Por tanto aún está a tiempo de rectificar esa aparente intención inicial. Pero siempre que ha emitido el discurso en abierto ha evitado comparecer después. Si fuera así, Sáenz de Santamaría habría sorteado ayer a la prensa, que no obtendría respuestas tampoco hoy.
Rajoy sí se verá forzado a contestar dos preguntas el lunes en una rueda de prensa que ya tiene convocada con la canciller Angela Merkel. Precisamente por eso, muchos en el PP pensaban que admitiría hoy preguntas, para evitar que se trasladen a esa comparecencia clave en Berlín.
En cualquier caso, en el PP la preocupación es enorme y todos los dirigentes esperan con inquietud e interés el discurso del presidente hoy. La mayoría cree que no hará una faena de aliño y se mostrará dispuesto a un ejercicio real de transparencia, con la posibilidad de ofrecer sus declaraciones de la renta y la contabilidad del PP a la prensa. En principio no da tiempo, según algunos dirigentes, a preparar esto último para hoy mismo, pero ayer se trabajaba para dar una respuesta que calme algo las aguas, sobre todo las del PP, las que más preocupan a Rajoy, porque dado el enorme poder institucional que acumula solo dentro de su propio partido se podría organizar una maniobra para forzarle a hacer cambios o incluso sustituirlo. Hipótesis que nadie ve encima de la mesa por ahora.
Los dirigentes que comentan en privado la enorme presión que tienen de cuadros intermedios, de la militancia y en general de la ciudadanía, esperan que Rajoy desmienta abiertamente haber recibido esos pagos periódicos que figuran en los documentos elaborados por Luis Bárcenas y publicados por EL PAÍS. Hasta ahora es el único que no lo ha hecho abiertamente y se ha limitado a señalar que no iba a entrar en ese asunto. También se espera que ofrezca algunos de los primeros resultados de la investigación interna que dirige la tesorera que relevó a Bárcenas, Carmen Navarro. En el PP se ha instalado un gran desánimo porque nadie ve fácil la salida a un caso en el que todos niegan haber recibido pagos, pero saben que esos papeles los ha elaborado el hombre que gestionó el dinero del PP durante 20 años y por tanto no es fácil ignorarlos.
Mientras llega ese discurso de Rajoy, la vicepresidenta intentó ofrecer ayer esa imagen de tranquilidad —“el Gobierno está trabajando y sigue trabajando en su plan de reformas”— y se mostró dispuesta a nuevas reformas contra la corrupción, incluida la posibilidad, como reclaman varios movimientos en las redes sociales y ayer pidió el PSOE, de que los partidos políticos también estén incluidos en la prometida ley de transparencia.
Para ayudar a esa idea, Luis de Guindos también trató de ofrecer tranquilidad. Dijo que no le ha llamado ningún ministro europeo ni banquero preocupado por el escándalo e incluso aseguró que “no está teniendo impacto significativo en los mercados porque la prima de riesgo incluso ha bajado”.
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