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De ‘abertzale’ a mediador

Jonan Fernández pasó de fundar el movimiento social Elkarri a convertirse en defensor del diálogo

Mikel Ormazabal
Jonan Fernández en 2006
Jonan Fernández en 2006Jesus Uriarte

Jonan Fernández (Tolosa, Gipuzkoa, 1962) es una especie de guadiana de la política vasca, pues ha ido apareciendo y desapareciendo de la escena pública casi tanto como ha querido a lo largo de los últimos 25 años. Era concejal de Herri Batasuna (HB) en su localidad natal, cargo que ocupó entre 1987 y 1991, cuando de pronto alcanzó notoriedad al convertirse en el portavoz de Lurraldea. Esta coordinadora ecologista batalló a brazo partido contra las instituciones —la Diputación de Gipuzkoa y el Gobierno de Navarra— para impedir la construcción de la autovía de Leizaran, que en aquellos años fue otro de los objetivos criminales de ETA.

Han pasado más de dos décadas desde entonces y Fernández va a asumir ahora la Secretaría General de Paz y Convivencia del Gobierno vasco, un cargo para el que ha sido elegido por el lehendakari, Iñigo Urkullu, de quién dependerá orgánicamente. Durante todo este periodo, la trayectoria de Fernández ha evolucionado desde la radicalidad de las tesis de la izquierda abertzale hasta la moderación de unos postulados políticos que defienden el acuerdo y la reconciliación para poner fin a la violencia terrorista para siempre.

A finales de 1992, fundó y se erigió en el coordinador del movimiento social Elkarri, en el que participaron otros militantes de Herri Batasuna y donde lideró una estrategia a favor de la consulta y del diálogo con ETA mediante encuentros de organizaciones pacifistas y conferencias de paz.

Durante esta etapa, en la que entabló amistad con el exministro socialista Ernest Lluch, asesinado por ETA, o el fallecido Nobel de Literatura José Saramago, al que admiraba, fue modulando su discurso hasta adoptar una posición de “equidistancia” y “neutralidad” sobre la realidad vasca, según admiten quienes han trabajado junto a él.

En aquellos años en los que abogaba por una “solución dialogada” del conflicto, Fernández fue denostado por Batasuna, que negó en 2005 a Elkarri el papel de intermediario que quería jugar y le acusó de actuar “a favor de una parte”.

Tampoco tuvo una buena acogida entre los colectivos de víctimas, que siempre le han visto más próximo a las teorías de la izquierda radical y algunos de los cuales, como la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) o Covite, han vuelto ahora a cargar contra él.

Tras la desaparición de Elkarri a finales de 2005 y su refundación como Lokarri, Fernández, casado y padre de tres hijos, amante de la montaña, inició una nueva aventura, más en la sombra, y pasó a dirigir el centro Baketik, una fundación por la paz impulsada por los franciscanos del santuario de Arantzazu, en la localidad guipouzcoana de Oñati, que ahora dejará.

Los más cercanos destacan su capacidad de reflexión, humildad y su capacidad de convencer.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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