Caída suave, ¿crisis aplazada?
No ha habido elección alguna en que el PSC haya obtenido menos votos que en esta ocasión
Los resultados del PSC a estas horas, confirman que si bien ha perdido una parte de sus anclajes con la parte más dinámica de la sociedad catalana, los resortes que le unen a un electorado tradicionalmente convocado por el clásico “yo voto Felipe”, siguen pesando. Al menos, han servido ahora para amortiguar la caída y permitir un respiro en una crisis generalizada de liderazgo, programa y estrategia.
No hay mucho que celebrar, ya que no ha habido elección alguna en que el PSC haya obtenido menos votos que en esta ocasión. El equilibrista Navarro, si bien no ha sabido o no ha podido recuperar esa posición intermedia que buscaba entre soberanistas y partidarios de puro status quo, y tampoco ha logrado desembarazarse de un reciente pasado que conecta a los socialistas con la negación de la crisis primero o los bruscos recortes, después, al menos ha logrado movilizar a gente que no acostumbraba a votar en las autonómicas catalanas. Su esfuerzo y sacrificio personal, unido a los mensajes que llegaron desde el socialismo español, parece que han encontrado eco entre quienes tienen notables dudas sobre lo que vendrá.
No ha sido un mensaje de esperanza ante un presente aciago, pero si una voluntad de evitar descensos sin paracaídas. Los resultados pueden maquillar lo que se preveía una catástrofe, pero lo cierto es que el partido está internamente dislocado y huérfano de proyecto, y así es muy difícil abordar lo que se avecina, en que los equilibrios van a ser incluso más complicados. La cosa empezó mal al no saber encarar con claridad qué hacer en relación al emblemático 11 de septiembre, y los pasos emprendidos para enderezar la cosa han sido del estilo “demasiado tarde, demasiado poco”. En unas semanas solo se ha logrado que Rubalcaba pasase de “el federalismo no me da miedo” al “avancemos por un camino trillado… que se llama federalismo”. Poco bagaje. La crisis del PSC, ahora sancionada solo parcialmente en las urnas, es propia y atribuible a sus propias contradicciones internas, pero es también una crisis sobrevenida. Fruto de la dificultad de mantener un proyecto socialdemócrata tradicional en pleno descaro del capitalismo financiero, que ha optado por no pagar impuestos a nadie y piratear donde pueda y como pueda. Y fruto asimismo de la incapacidad del PSOE de superar los frágiles acuerdos de la transición y decidir de una vez qué proyecto tiene para España desde el punto de vista del reconocimiento de la plurinacionalidad y de la organización territorial del poder que de ello se derive. Es evidente que el espacio socialista catalán debe reconfigurarse. De lo que se trata ahora es de dilucidar cómo y con quién refundar el espacio de izquierda transformadora y políticamente renovada en Cataluña para afrontar el cambio de época y hasta qué punto el actual PSC puede y quiere participar en ello.
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