Ensayo militar en el rugby español
La Escuela de Guerra del Ejército de Tierra asesora a empresas en estrategias de liderazgo y en la motivación de deportistas de alta competición
Esta historia se basa en la idea de que en todo deporte, en toda competición, también en la del mundo empresarial, se mueven los mismos resortes que en el combate: uno o más individuos que tratan de alcanzar un objetivo, el mismo que desean sus adversarios.
Solo si se acepta esa premisa, se comprenderá que a finales del año pasado, el entonces seleccionador de la selección española de rugby, el francés Regis Sonnes, acudiera a la Escuela de Guerra del Ejército de Tierra con la intención de aplicar los conocimientos de los militares al equipo y conseguir el objetivo de clasificarlos por segunda vez en su historia para el campeonato del mundo de 2013, un logro que no se conseguía desde 1999.
El primer contacto se había producido semanas antes. Sonnes había conocido en una comida con entrenadores del Club Deportivo Arquitectura al teniente coronel José Antonio Cuevas, un profesor del Departamento de Operaciones en la Escuela de Guerra y jugador de rugby desde los 13 años. Los dos hombres hablaron del juego, de la selección y Sonnes comunicó a Cuevas su intención de modificar algunos aspectos de un equipo con demasiados fracasos; necesitaba una estrategia como la que los militares aplican en la guerra.
Cuevas accedió a presentarle a su colega, el teniente coronel Agustín Carreño, profesor de liderazgo en la Escuela de Guerra. Semanas después, los tres hombres se reunían en la biblioteca de la Escuela. En ese escenario del siglo XIX, rodeados de mapas de la guerra contra Napoleón, ejemplares inéditos y legajos, los tres hombres establecieron las bases del plan para cambiar la actitud del equipo. Sonnes se halla concentrado estos días con su nuevo equipo, el Bordeaux Bègles, y este periódico no ha podido contactar con él. Así que es el teniente coronel Cuevas quien relata este primer encuentro: “Sonnes lo quería todo. En un principio iba a necesitar solo a Carreño para el tema de liderazgo, pero pronto expresó su deseo de contar con toda la ayuda posible. Así que preparamos una operación guiándonos por nuestra experiencia en conflictos como el de Afganistán. Sonnes se convirtió en el general y nosotros en sus asesores”.
Preparamos una operación guiándonos por nuestra experiencia en conflictos como el de Afganistán”
Las cosas no habían ido bien hasta entonces. España venía de perder 60-0 con Georgia en el campeonato de Europa; se necesitaba un cambio de rumbo drástico. Tras dar tres clases al cuerpo técnico sobre liderazgo, los dos militares prepararon un programa específico para los siguientes partidos. En el primero, nuevamente contra Georgia, tratarían de trabajar la idea de equipo. Contra Ucrania, la idea de motivación; contra Portugal y Rumanía la idea de madurez; y finalmente contra Rusia la idea de éxito y felicidad.
“Necesitábamos implicar a todos, a los jugadores, a la Federación, a los seguidores. O íbamos a por ello o no íbamos. Había varios problemas. Entre otros que se trataba de un grupo muy heterogéneo, con jugadores de distintos países y falta de tradición”, resume Cuevas.
Sobre el papel, Sonnes y los militares fijaron que tenían que quedar terceros con 14 o 15 puntos. “Es lo que llamamos el centro de gravedad en la guerra, una característica del enemigo que atacándola nos da la victoria. Si hubiéramos conseguido cambiar la actitud y no hubiéramos llegado a esos puntos el objetivo no se habría conseguido”, asegura Carreño
“Al principio no sabíamos muy bien por donde iban los tiros”, señala Jesús Recuerda, uno de los jugadores de la selección. “Nos sorprendieron muchísimo. Era la primera vez que trabajábamos otras cosas además del físico y la técnica. Lo primero fue una dinámica de grupo. Nos planteaban que el avión en el que íbamos se estrellaba en un desierto y que teníamos una serie de utensilios que teníamos que utilizar para sobrevivir”, recuerda.
El plan de los militares pasaba por trabajar tres ideas: la del equipo, la de madurez y las del éxito y felicidad
El plan de los militares y Sonnes empezaba por conseguir que los jugadores se conocieran. Era un grupo con gente de distintos países, muy técnicos y rápidos aunque con problemas a la hora de enfrentarse a adversarios que consideraban más fuertes. “Había cierto miedo al fracaso, estaban más preocupados de eso que de ganar. No confiaban en sus posibilidades”, explica Carreño.
Todo eso fue lo que trabajaron durante las semanas previas al encuentro. Cambiaron los emparejamientos en las concentraciones. Colocaban a los jugadores en las habitaciones de los hoteles por la posición que ocupaban en el campo. Pasados unos días tenían que contar ante los demás cómo era su colega, sus miedos, sus aficiones, algo de su vida personal... Poco a poco el grupo empezó a olvidarse de los individuos y a pensar solo en el equipo.
Eso fue al menos lo que mostraron ante Georgia. Minutos antes del partido, en el vestuario, los militares proyectaron un vídeo en el que se intercalaban imágenes de la película Gladiator con otras de las mejores jugadas de la selección. “Salieron al campo a comerse a los georgianos. Hasta el minuto 15, estos no se habían enterado de la bofetada que ya se habían llevado”. España, 25 - Georgia, 18.
Sonnes también cambió. Los militares subrayan su actitud contagiosa por aprender y modificar todo aquello que consideraba que les podía ser de ayuda. “Al principio mostraba demasiado sus nervios. Le dijimos que los jugadores no podían verle haciendo gestos. Que eso podía hacerles perder la confianza. Nos hizo caso”, relata Carreño.
Había cierto miedo al fracaso, estaban más preocupados de eso que de ganar. No confiaban en sus posibilidades”
La planificación de los profesores de la Escuela de Guerra era precisa. Trataban de hacerles ver lo que ocurriría en cada minuto del juego, el momento en el que el adversario bajaría la intensidad, cuándo aparecerían los problemas. Les hicieron ver que cuando el cerebro dice que las fuerzas flaquean aún quedan muchos placajes y carreras que dar.
“Creo que los georgianos se sorprendieron muchísimo”, opina Recuerda. En nuestro subsconciente no estaba antes la posibilidad de ganarles. Sonnes y los militares nos enseñaron que se podía. Cuáles eran nuestros puntos fuertes. Los demás son fuertes. Nosotros somos rápidos y técnicos. Teníamos que aprovechar eso y luego a matarnos en defensa”.
España ganó a Ucrania y perdió con Portugal. Carreño destaca que eso estaba dentro de lo planificado. “Iba a haber una derrota. Contábamos con eso. Y me alegro de que fuera contra Portugal. Fue una buena derrota porque fue por muy poco, por algunos detalles —una lesión, una expulsión— y eso nos sirvió para hacer hincapié en el tema de la madurez”.
El 50% del trabajo de los jefes es motivar a la tropa. De la felicidad vendrá el éxito”, explica el teniente coronel
Los resultados finales superaron con creces la ambición de Sonnes y los dos militares. Consiguieron ser segundos con 16 puntos. “Se vio el cambio”, dice Fernando Castán, periodista de la agencia Efe especializado en rugby. “Se lo tomaron muy en serio. Ha sido la mejor temporada de largo. Es una pena que Sonnes se fuera con solo dos años en el cargo. Es un enamorado de España y consiguió resultados”.
A pesar de la clasificación obtenida y de que el apoyo de los militares acabó en éxito, la colaboración de la Escuela de Guerra se cortó abruptamente. Un nuevo presidente entró en la Federación Española. A Sonnes le ofrecieron solo un año más de contrato. Insuficiente para la clasificación del mundial. Se marchó, y el Ejército con él. “Nos habría gustado seguir, claro, porque el objetivo del mundial era lo que nos habíamos marcado”.
Las cosas se quedaron así. Un nuevo equipo técnico afronta estos meses que vienen el asalto al mundial. Sonnes compite con el Bordeaux Bègles. El mismo grupo de jugadores, un grupo sólido y de estrechos lazos afectivos, según señala Recuerda, se mantiene por ahora en la selección. En cuanto a Cuevas y Carreño, los dos militares dejaron el chándal de la selección y volvieron a sus clases en la Escuela de Guerra del Ejército tras ese período de cinco meses en el que pasaron más tiempo con los jugadores que con sus familias. “Para nosotros ha sido un regalo”, dice Cuevas, “para mí además que juego al rugby desde que era pequeño. Ha sido una aventura”.
Ambos continúan, sin embargo, con los cursos que ya daban antes del proyecto deportivo y que imparten a directivos de empresas. “Está muy de moda”, dice Carreño, que señala la necesidad de utilizar las enseñanzas que se aplican en el Ejército a la crisis. Curiosamente, estas tienen que ver menos con la disciplina y más con la solidaridad y el compañerismo. “Las empresas se han equivocado. La crisis nos sirve para darnos cuenta de eso y corregir el paso. Estamos siendo cortoplacistas, egoístas, no tenemos meta común. Un 50% del trabajo de los jefes es motivar a la tropa. Hay que pensar que de la felicidad de mi gente vendrá el éxito de mi organización”, explica Carreño.
El discurso cala fácilmente en los empleados de las empresas. Habrá que ver si lo hace en los directivos. En cualquier caso, encaja perfectamente con el ambiente festivo en torno al rugby, donde el llamado tercer tiempo, el momento de invitar al rival tras el partido es algo sagrado. Dicen del juego que es un deporte de rufianes jugado por caballeros. Quizás eso sea lo que más lo diferencie de la guerra.
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