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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cuando el fuego manda

Sin la previa y sólida conciencia ciudadana, el escaso margen de error que nos dejan los episodios adversos nunca podrá ser subsanado por los cuerpos de extinción a los que después todo se les exige

Este año ha sido muy severo en cuanto a incendios. Unas condiciones adversas han estrechado mucho el margen para errores. A un invierno anormalmente seco y cálido, que ha dejado el suelo ávido de agua, y con una primavera escasa en lluvias, —excepto abril, que ha venido húmedo—, le ha seguido un verano que bien ha despuntado en un caluroso y seco mayo y que después ha experimentado episodios de intrusión de aire sahariano con días tórridos en julio y agosto. Los vientos de advección han hecho que los momentos del día de mayor temperatura y sequedad del aire coincidiesen con el máximo de velocidad de viento.

En un entorno forestal muy alterado, frecuentemente con la actividad ya reducida o abandonada, que no da renta pero cuya protección exige, por contra, mucho presupuesto, las estructuras de vegetación siguen evolucionando y acumulan material año tras año entrelazando pastos, matorral y arbolado en un tapiz cada vez más continuo y denso de combustible, alimentando fuegos que se consolidan y crecen muy rápidamente. No nos engañemos, en estos incendios manda el fuego.

Los medios contraincendios que allí se despliegan hacen lo que pueden aprovechando al máximo las, a veces escasas, oportunidades para su control y extinción. A esto, añado en mi reflexión, hay que sumar la exigencia que supone la presencia de poblaciones, urbanizaciones y otras instalaciones entremezcladas en la vegetación y que resultan amenazadas muchas veces desde los primeros instantes. Comunidades que no son auto-resistentes ante el impacto del fuego absorben gran parte de los medios para su protección, resultando desatendido el frente principal. Siempre he dicho que un gran presupuesto para un enorme dispositivo de extinción es la aceptación de un fracaso anunciado. Aunque no se puede prescindir de tal dispositivo, sigo creyendo, como muchos otros colegas, que la clave está en la prevención. Es una palabra mágica que pasa primero, y sobre todo, por la aceptación e interiorización de los ciudadanos de que es la población el mejor ejército de prevención. Interiorizar que un día seco y caluroso, con viento fuerte, una colilla, una barbacoa, unas chapuzas con la radial o el soldador, unas quemas de restos en las cercanías de pasto seco y zona forestal es garante de un desastre.

Interiorizar que cuando alguien pone fuego a sabiendas, con el viento a la espalda y lanzando el incendio a una zona urbanizada debe ser considerado como un acto terrorista. Después propondremos otras medidas interesantes, como el pastoreo preventivo, la recuperación de actividades agro-forestales tradicionales, el aprovechamiento de la biomasa, la gestión del monte con componente preventivo y la auto-protección de comunidades. Después haremos que el no-incendio sea rentable en votos para el político. Pero sin la previa y sólida conciencia ciudadana, el escaso margen de error que nos dejan los episodios adversos nunca podrá ser subsanado por los cuerpos de extinción a los que después todo se les exige.

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