“Podemos ser pobres, pero no tontos”
Belén Fernández, licenciada en Derecho, cree que el programa no funciona porque no se invierte en formación
A Belén Fernández se le agota la paciencia cuando en el SEPE justifican el retraso de sus 400 euros porque “se trata de una subvención”. “Si yo contraigo unas obligaciones, el Estado contrae otras”. A punto de cumplir 43 años, se pregunta si el tiempo y el dinero invertidos en llenar de títulos su currículo tomarán algún día la forma de un salario digno. Tras doce meses sin encontrar trabajo, teme quedarse fuera del mercado laboral y asume que tendrá que vivir de la pensión de sus padres. “Ya me da igual que el banco me quite el piso”, afirma. Lo que de verdad le preocupa es que se le agotan las esperanzas y que la frustración no le deja dormir. “Duele mucho pedirle un euro a tu madre para tomar un café”.
En su enésima llamada a la oficina de Empleo de Pontevedra le dijeron que el mes de junio se lo pagarían “a mediados de agosto”, pero tanta inconcreción la ha vuelto escéptica. “Del mes de julio ya ni me hablaron, yo creo que no van a pagar”. Con una licenciatura en Derecho, dos másteres y experiencia como responsable de Recursos Humanos, se siente “insultada” cuando su orientadora laboral le pide que acuda a la próxima sesión con un currículuo “para ver si está bien hecho”. Y si escucha hablar de la ineficiencia del programa de inserción laboral se le agria el carácter. “Claro que no funciona porque no invierten en formación”. Cansada de que le cuenten mentiras, se siente “incapaz de encender el televisor”. “Podemos ser pobres, pero no somos tontos”.
No creo que nos vayan a pagar 2.400 euros de golpe”
Belén supo que el suyo no era un caso aislado cuando Elvira Rubianes se puso en contacto con ella. Esta santiaguesa de 39 años, pedagoga de formación, apenas confía en encontrar un trabajo “tal y como está el sistema educativo” e ilustra con una cifra su espera. “Me quedan cuatro euros”. Sin dinero para pagar piso y facturas, ni piensa en coger el coche y ha desistido de llamar al SEPE porque no puede permitirse “un 901”. Tampoco le hace falta para conocer la magnitud del problema. Ella misma pudo comprobar este miércoles, en su cita con la orientadora, que “llamaba un montón de gente porque no cobraba”. Además, sabe que solo recibirá evasivas.
Elvira se desespera cada vez que le insisten en que su ayuda se retrasa por un “error informático” y no comprende el “absurdo” de que se la hayan concedido “para que luego no exista”. Y mientras se acostumbra a “llegar sin un duro a fin de mes”, espera a mediados de agosto con el alma en un puño. Teme que si no se prorroga el plan, el pago de las ayudas concedidas hasta ahora no sea retroactivo. “No creo que nos vayan a pagar 2.400 euros de golpe”. Harta de que “jueguen con miles de personas”, ha pensado incluso en llevar su indignación impresa en una pancarta a las oficinas del SEPE. “Por momentos me entran las ganas y no lo descarto”.
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