La sombra del desgaste en Euskadi y Galicia empaña la unidad del PP
El congreso de Baleares cierra el proceso de renovación de las cúpulas regionales El partido fija sus prioridades en las elecciones autonómicas
Los tiempos de la política tienen a menudo el ritmo de una competición deportiva. “Antes era como jugar al fútbol, ahora se parece más a un partido de baloncesto”. Esto es, hasta el final no hay un ganador claro. El símil, utilizado hace unos días en un desayuno informativo por el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, refleja la disposición de ánimo en el PP una vez finalizados los congresos autonómicos. A a la espera de los cónclaves de Andalucía, Asturias y Galicia, el de Baleares cerró este fin de semana, con la ratificación de José Ramón Bauzá, la renovación de las direcciones regionales, lo que en su conjunto ha sido más bien un proceso de confirmación de los barones sin apenas oposición interna.
Los dirigentes el partido no se cansan de utilizar palabras como "unidad" y "fortaleza", aun así esta etapa de cohesión se ve empañada por los sobresaltos cotidianos de la prima de riesgo, el acoso de los mercados, la sombra de la intervención y las decisiones del Gobierno, lo que, en última instancia, se traduce en miedo al desgaste en las urnas. En Génova tratan de evitar esa palabra, pero todos los mensajes y las instrucciones de la cúpula apuntan en una única dirección: hay que trabajar ya para minimizar los efectos de los recortes y suavizar el descontento con la vista puesta en las elecciones gallegas y vascas, y con independencia de un adelanto electoral. En palabras de Feijóo, “hay que preparar el último cuarto del partido” conscientes de que en ese tramo el Gobierno aprobará reformas que, según miembros de la dirección, “serán dolorosas” para los votantes.
Lo deja claro la secretaria general, Dolores de Cospedal, cuando repite a los suyos el mantra “trabajar, trabajar, trabajar”. Y lo ratifica su mano derecha, el vicesecretario de Organización y Electoral, Carlos Floriano, quien asegura que el PP vive una actividad frenética que puede parecer impropia, por otro lado, de un partido acomodado en el Ejecutivo a los seis meses de las elecciones generales. Ese permanente estado de "alerta" pasa por el apoyo a las medidas del Ejecutivo, el intento de coordinación de mensajes —en el que el dirigente popular admite que ha habido “errores humanos”— y la campaña de explicación de los recortes que ha movilizado “en cada rincón de España” a todos los concejales y cargos locales del partido. Para tratar de no perder muchos votos pero, incluso, con el objetivo de captar electores.
Es el caso del País Vasco, donde el PP está convencido de que el PNV intentará pactar con la izquierda abertzale para contener el auge del voto nacionalista. Los populares trabajan ya con un horizonte electoral a corto plazo y creen que los comicios, tras la ruptura del pacto entre Patxi López y Antonio Basagoiti, podrían celebrarse en noviembre, en todo caso después del 20 de octubre, primer aniversario del anuncio de cese definitivo de la violencia etarra. El objetivo del partido, explican fuentes de la dirección regional, consiste en convertirse en una referencia del voto no nacionalista y en ese sentido harán campaña para llegar a algunos sectores del PNV y a los “desencantados” del Partido Socialista de Euskadi que, según las encuestas internas, podrían llegar hasta un 20%.
El optimismo de estas previsiones choca con la prudencia del PP gallego, que pese a los sondeos que manejaba a finales de 2011 le daban “una mayoría absoluta histórica”, aseguran, no quiso adelantar los comicios, previstas para la primavera de 2013, porque “ese no era el juego”. Lo asegura el propio presidente, Alberto Núñez Feijóo, quien considera que las próximas elecciones autonómicas serán un termómetro “después de un año del Gobierno central” y por eso “va a ser interesante el resultado de las mismas". Y, en su opinión, el último cuarto del partido ya ha empezado.
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