“Una paz sin vencedores ni vencidos”
Monseñor Uriarte defiende el diálogo para la reconciliación en Euskadi, una posición que no es unánime en las tres diócesis vascas
En octubre de 2011, al término de su conferencia de diez intencionados folios en la Fundación Sabino Arana, del PNV, Juan María Uriarte (Frúniz, Bizkaia, 1993) fue preguntado sobre qué bases debería asentarse la paz y la reconciliación en Euskadi: “Sin vencedores ni vencidos”, dijo convencido el actual obispo emérito de San Sebastián. Sobre esta tesis, que aún no consigue unanimidad en las tres diócesis vascas, Uriarte, la voz episcopal vasca más solicitada desde la retirada de su antecesor, monseñor José María Setién, viene desplegando una dosificada sucesión de charlas en el ámbito del País Vasco, la más reciente ayer en el Seminario de Vitoria.
Uriarte ha trazado intelectualmente un escenario que consiste en “acabar cuanto antes” con el clima de confrontación que lleva implícito “la resolución de los problemas que generan los conflictos y la reconstrucción de las relaciones personales y grupales”. Así lo dijo como parte de sus diez propuestas ante el Consejo de Presbiterio de la diócesis de Bilbao, que preside protocolariamente su obispo, monseñor Iceta. Pero este mensaje, que ha llegado rápido a partidos políticos y colectivos sociales, y que tiene “el diálogo como la vía para la reconciliación”, no ha prendido con la misma fuerza en Gipuzkoa y Álava, aunque el pasado 25 de marzo compartieron todos una oración por la paz.
En San Sebastián, su obispo, José Ignacio Munilla, no ha dudado en significarse a favor de las víctimas con el oficio de una reciente misa en la catedral del Buen Pastor, pero no ha activado grupos sobre paz y reconciliación. En Álava, en cambio, el posicionamiento oficial sobre el escenario político vasco es mucho más tenue y, de hecho, su actual preocupación estriba en el “malestar” que ha creado el interés atribuido a Munilla por “quitar a Vitoria las funciones de su Seminario y trasladar a sus internos a la diócesis de Pamplona”.
Mientras, Uriarte, de vuelta a una residencia de apartamentos en la que convive con varios sacerdotes en el centro de Bilbao, mantiene “dentro y fuera de Euskadi” una significativa actividad “que es de sensibilización ante la gran oportunidad que tiene Euskadi de vivir en paz, pero que no es de proselitismo”, aclara un portavoz de la diócesis bilbaína.
Con todo, entre la clase política, el discurso de Uriarte “se sigue teniendo en cuenta”. Desde aquel día de Jueves Santo de 1996, cuando el entonces ministro Jaime Mayor Oreja fue a Zamora a convencerle de que iniciara, desde su condición de obispo, una “toma de temperatura” sobre una posible negociación con ETA, “nada de lo que ocurre con las víctimas, los presos, las fuerzas policiales le es ajeno”. Tío de la dirigente abertzale Jone Goirizelaia, Uriarte, a quien definen en su entorno como “un vasquista, un autonomista radical”, volvió del fallido intento de Zurich convencido de que “la intransigencia de las dos partes” haría imposible cualquier avance.
Y ahora, dentro del activo grupo de trabajo que volverá a reunirse el 19 de mayo, se busca un equilibrio basado en “evitar que las víctimas bloqueen todo proceso al igual que los presos con la exigencia de sus derechos”, pero siempre alentando “la cultura de la paz y curar las heridas”. Pero Uriarte, al sustentar un escenario “sin vencedores ni vencidos” ha abierto el debate porque su mensaje es asociado a una lectura propia del sector de la diócesis más identitario. “Por esa vía, si no se precisa que el método de la violencia ha sido vencido, se corre un riesgo”, advierten desde las posiciones contrarias.
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