El ingeniero de Minas sí quiere gobernar
Ganó en votos en 2011, pero obtuvo un escaño menos que Álvarez-Cascos y prefirió quedarse en la oposición. Un sector del PSOE no lo entendió.
Peleaba, en esta campaña, contra el sambenito opuesto al que se suele colocar a los políticos. No la ambición sin escrúpulos, sino la falta de ambición; no la adicción al poder: el miedo al poder. Y eso porque, hace 10 meses, Javier Fernández (Mieres, 1948), líder de los socialistas asturianos, renunció a presentar candidatura a la presidencia del Principado pese a haber ganado las elecciones.
Las ganó en votos, pero obtuvo un escaño menos que el partido de Francisco Álvarez-Cascos, y prefirió quedarse en la oposición antes que optar a gobernar en precario. Un sector del socialismo no lo entendió. Se sugirió que no estaba listo para gobernar, que le había entrado el pánico. Como, además, el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero había desvelado durante aquella campaña que en 2004 ofreció a Fernández ser ministro y este, cosa inaudita, lo rechazó, el sambenito cerró su círculo y se convirtió en munición.
Así que Fernández se empeñó esta vez en dejar claro que sí, que quiere ser presidente de Asturias. Aunque tenga que ser sin mayoría. Tras ganar en votos y lograr tres escaños más que Cascos, anoche recordó que esa sigue siendo su intención. “Estamos dispuestos a asumir la responsabilidad de gobernar”, dijo ante un tablero que, si bien permitiría a Foro y PP formar Gobierno en coalición, no ofrecía pistas sólidas sobre posibles pactos.
Nacido hace 64 años en el valle minero de Mieres, creció en una familia de mineros por parte de madre y siderúrgicos por parte de padre. Puro Asturias. Mamó la política desde niño —el recuerdo de los veraneos de su infancia es el de los viajes a Francia a visitar a sus tíos en el exilio, según cuenta un compañero de partido— y, sin embargo, entró en la política tarde. Al PSOE se afilió a los 37 años, siendo funcionario del Ministerio de Industria; y su primer cargo público, director general de Minas del Principado, lo ocupó en 1991, a los 43. Es, abundando en los orígenes, ingeniero superior de Minas. Está casado y tiene una hija.
Fernández lleva 11 años y medio al frente del PSOE asturiano, federación rota en dos bloques durante lustros y que hoy parece sostenerlo sin fisuras: su primer congreso regional, en 2000, lo ganó con un justísimo 52% de los votos; el último, en 2008, con el 95%. Aupado por el sector guerrista cuando llegó al cargo, se hizo amigo de Zapatero durante sus años de diputado nacional (1996-99) y hoy es firme aliado de Alfredo Pérez Rubalcaba.
Si finalmente consigue hacerse con la vara de mando del Principado, el hoy vencedor de las elecciones llegará al poder tras el efímero reinado de Álvarez-Cascos y, sobre todo, tras los tres mandatos de su predecesor, el socialista Vicente Álvarez Areces, con quien la relación bicéfala fue ambigua: no hubo nunca enfrentamiento abierto pero tampoco, precisamente, complicidad.
Fuera de la política, a Javier Fernández le gusta ver y jugar al tenis, disfruta conduciendo —es senador, y el trayecto Gijón-Madrid lo hace religiosamente en coche— y, en fútbol, del Real Madrid —quién sabe si de ahí, también, la cercanía a Rubalcaba—. Tiene colgada en su página web su declaración de bienes. El habitual gesto severo, adusto, casi malhumorado, que luce en las fotografías, incluso en los mítines, se debe a una timidez enfermiza, dicen los fieles. Según ellos, Fernández será siempre más reflexivo que pasional, más estudioso que carismático; y más socialista de las esencias que socialista de nuevo cuño. Cuestión de orígenes.
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