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"Con casi 40 años no tengo nada. No soy 'nimileurista'. Eso sí, tengo una carrera"

Mis padres apenas entendían mi empeño de estudiar una carrera. Me decían: "Vaya sacrificio, para luego, ¿qué?, hija mía". El tiempo les dio la razón

Mis padres nacieron en el 45, el año del hambre, en un pueblecito rural. No terminaron ni la primaria. Con 25 años, mi padre ya tenía un negocio propio. A los 30, mis progenitores tenían dos hijas, casa en propiedad; y a los 35, además, una casita en el campo con piscina. Yo fui a la Universidad, con mucho esfuerzos, porque ellos venían de otra época y no les hacía gracia tener una hija estudiando en Madrid. Obtuve mi licenciatura, mientras trabajaba, porque no quería pedir mucho a mis padres, que lo tenían todo sin haber estudiado y que apenas entendían mi empeño. "Vaya sacrificio, para luego ¿qué?, hija mía". El tiempo les dio la razón. Con mi título bajo el brazo conseguí un "trabajo". Con el tiempo, de 700 pase a 1.100 euros. Nueve años de precariedad, de sueños rotos, de lágrimas... Ahora, con casi 40, no tengo nada. No soy nimileurista, pero eso sí, tengo una carrera, un posgrado y, además, técnicamente soy bilingüe. ¡Ah! También hice un grado superior de Formación Profesional porque dicen que es una opción segura de trabajo, he escrito un libro, he aprobado una oposición (con más de un siete en el examen) por la que no he trabajado ni un sólo día...

Alguna vez le doy la razón a mi padre y digo aquello de "con… se vivía mejor", ¿se echarán encima de mí?

 

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