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Así se capturó en España al asesino del primer ministro serbio Djindjic

La embajadora en España, Jela Bacovic comparece con el ministro Fernández para agradecerle el éxito de la operación Zoológico, que contribuye a cerrar “una etapa muy dura” en su país

Mónica Ceberio Belaza

Un Belgrado envuelto en lágrimas despedía el 15 de marzo de 2003 en un funeral multitudinario a Zoran Djindjic, primer ministro serbio que facilitó que Slobodan Milosevic se sentara ante el Tribunal Penal de La Haya, y que había sido asesinado 12 días antes con un rifle de mira telescópica. Nueve años después, el ejecutor del magnicidio, Vladimir  Milisavljevic, fue detenido en Valencia junto con el líder del clan mafioso que estuvo detrás del asesinato, Luka Bojovic. La policía española los localizó en un restaurante de Valencia. Dirigían desde España un grupo conocido como clan Zemun, cuyos orígenes se hallan en el cruento grupo paramilitar serbio Los Tigres de Arkan. Desde su arresto, el pasado jueves, no comen ni beben por temor a que se les suministre un suero de la verdad que les lleve a autoinculparse, según indicó ayer el ministro del Interior, Jorge Fernández, que se apresuró a precisar que en España esos métodos “no se utilizan”.

Las autoridades serbias los buscaban denodadamente por todo el mundo: Sudamérica, norte de África… Cuando las últimas pistas les llevaron a España, pidieron ayuda a la policía española. Pero no ha sido tarea fácil. Casi dos años se ha tardado en hacer caer a un grupo criminal extremadamente huidizo que cuidaba al máximo las medidas de seguridad en cada movimiento.

Jorge Fernández compareció ayer junto a la embajadora serbia en España, Jela Bacovic, para explicar la Operación Zoológico —así bautizada porque el padre de Luka Bojovic fue director del zoo de Belgrado—. Bacovic agradeció a España su ayuda, que, según dijo, contribuye a cerrar “una etapa muy dura” en su país.

Todo comenzó hace 20 meses. La policía serbia creía que Luka Bojovic podía estar en España. Su familia lo estaba. En un pueblo cerca de Benidorm, su mujer e hijos pequeños, perfectamente integrados, hacían una vida totalmente normal. Los niños, buenos estudiantes y deportistas, estaban empadronados con sus nombres reales. A partir de ahí, la policía empezó a buscar a Bojovic… sin éxito. Desde entonces, y hasta ahora, ni una sola vez han visto al líder mafioso acercarse a ver a su esposa o a sus hijos o reunirse con ellos en ningún otro lugar. Si lo ha hecho, ha sido burlando la vigilancia de los agentes.

Luka Bojovic
Luka BojovicHO (AFP)

La policía, dirigida por el comisario jefe de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV), Serafín Castro, empezó más tarde a seguir el rastro de todo el entorno de Bojovic, ayudado de las identidades facilitadas por los serbios. Tuvieron varias veces a tiro a miembros del clan que creyeron podían llevarles hasta el líder, pero siempre se esfumaban a última hora. El grupo nunca fallaba en la seguridad. No usaban coches, solo taxis. Cambiaban de itinerario constantemente. Daban varias vueltas a la manzana antes de entrar en un sitio y no avanzaban ni 100 metros sin verificar que no les seguían. Su precaución les libró de ser detenidos durante meses… hasta el jueves pasado.

Fue Vladimir Mijanovic, la mano derecha de Bojovic, sin causas pendientes en Serbia, quien les llevó hasta él. A Mijanovic ya lo habían seguido con anterioridad, pero en el último momento le perdían la pista. La semana pasada, apareció de nuevo. La policía localizó la reserva de un vuelo entre Las Palmas de Gran Canaria y Madrid a su nombre y comenzaron los seguimientos.

Mijanovic tomó un taxi en Barajas en dirección al centro de Madrid. Comió en el Hard Rock Café de la Castellana, justo enfrente del Ministerio del Interior. Y de allí se marchó a la estación de Atocha para coger un AVE a Valencia. Una vez en la ciudad, tomó un primer taxi hacia la calle San Vicente Mártir y entró en un piso del que salió acompañado de Sinisa Petric, un sicario condenado en Serbia por haber asesinado a todos los miembros de una familia y que logró huir de la cárcel y del país mientras cumplía pena por estos hechos. Aún le quedan 15 años de prisión pendientes.

Petric y Mijanovic salieron del piso en dirección a otra de las casas del clan, en la calle Nino Bravo. Allí pasaron toda la noche y parte del día siguiente. Sobre las 15.30 salieron. Por separado. Primero uno, luego el otro… y más tarde una tercera persona con gorro y gafas. Los tres, cada uno por su lado, se reunieron más tarde en un céntrico restaurante de la ciudad al que también acudió una cuarta persona, Vladimir Milisavlejic: el hombre que disparó al primer ministro serbio Zoran Djindjic en 2003. El de la gorra y las gafas era el jefe, Bojovic. La cúpula del clan caía finalmente tras años de búsqueda por parte de Serbia, Holanda, España y la Interpol. Sobre tres de ellos (todos salvo Mijanovic) pesaban órdenes internacionales de busca y captura.

Ocho agentes entraron en el restaurante: “Levántate, Luka”. El líder del clan mafioso gritó algo en serbio y se resistió a la detención, pero había demasiada policía como para lograrlo. En los lujosos pisos de la banda en Valencia los agentes hallaron un auténtico arsenal de armas: tres subfusiles Scorpio, una escopeta, nueve pistolas semiautomáticas, un llavero pistola, silenciadores, cargadores, munición y 557.000 euros en efectivo. Las armas estaban guardadas en dos mochilas, preparadas para que el clan pudiera llevárselas en cualquier momento.

El juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu ordenó el domingo el ingreso en prisión de los cuatro detenidos por depósito de armas de guerra, pertenencia a organización criminal, falsificación documental y resistencia a la autoridad. Serbia ha pedido la extradición de Bojovic, Milisavljevic y Petric. Holanda también buscaba a Bojovic por asesinato y blanqueo de capitales. Al líder del clan se le atribuyen más de 20 asesinatos, atracos y tráfico de grandes cantidades de cocaína de Sudamérica a Europa.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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