Siete relatos de la memoria
Los jueces del Supremo han escuchado varios relatos que dan fe del horror del franquismo Estos son algunos los testimonios escuchados por el tribunal
El juicio contra Baltasar Garzón que se celebra en el Tribunal Supremo por investigar los crímenes del franquismo y la Guerra Civil terminó ayer la fase dedicada a los testimonios después de que la defensa del exmagistrado de la Audiencia Nacional renunciara a una gran parte de los testigos que habían sido citados inicialmente.
En la última semana han tomado forma decenas de relatos de la memoria, una galería de rostros y experiencias que da fe del horror del la dictadura.
Estos son algunos de los testimonios escuchados por el tribunal.
María Martín: "¿Quieren que esperemos 75 años más?"
"A mi madre la mataron en el 36...". Así empezó Maria Martín López, de 81 años, a relatar su historia ante el Supremo. Esta mujer de 81 años, ha explicado con un hilo de voz por qué hace seis años acudió a Garzón.
Pino Sosa: "Se lo llevaron vivo, así lo reclamaba mi madre"
La madre de Pino Sosa nunca quiso firmar nada ni dar por buena el acta de defunción de su marido.- "Se lo llevaron vivo y vivo lo reclamaba", explicó al tribunal la canaria Pino Sosa, de 75 años.
Jesús no quería llorar ante los jueces
Jesús Pueyo estaba muy nervioso por su citación para declarar en el juicio contra Garzón. No quería llorar ante los jueces, pero murió el 5 de enero, a menos de un mes de contar su historia.
Fusilado por dar pan y huevos a los maquis
A Pedro Solsona no le interesaba la política. No era de izquierdas ni de derechas. Su hijo relató al tribunal: "Los maquis nos pidieron comida. Mis padres les dieron patatas, pan, huevos...".
Fausto Canales: "A mi padre lo hicieron desaparecer"
"Mi padre no tuvo juicio, ni abogado... Lo hicieron desaparecer y sigue desaparecido. Yo tengo casi 80 años y sigo esperando justicia. ¿Cuánto más voy a tener que esperar?", se pregunta Fausto Canales.
“Sé hasta la matrícula del verdugo. Pero quiero a mi madre”
María Silva era pobre y analfabeta. Nunca había salido de su pueblo, en Casas Viejas (Cádiz). A los 21 años, con un hijo de 13 meses y embarazada de seis meses, estaba muerta.
“A los cadáveres se les echaba cal viva"
El investigador Antonio Ontañón: “"A los cadáveres se les acaldaba (se les echaba cal viva) como a los arenques para que hubiera cabida suficiente. Se echaban paletadas de cal viva, capa a capa".
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