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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Bildu escribe el guión

Euskadi disfruta de un año en tregua mientras la izquierda abertzale condiciona la política

Desde hace un año, Euskadi se está acostumbrando aceleradamente a vivir en paz. Lo hace con tal ansiedad que parece haberse olvidado en ocasiones de la existencia de ETA que, durmiente, sigue ahí sin decidir intencionadamente su futuro. En el fondo, este es el retrato del escenario social en el que ahora se desenvuelve una comunidad de significativa mayoría nacionalista, hostigada durante cinco décadas por el terrorismo, y a la búsqueda de una vida, por fin, en libertad. Y lo hace en este comprometido periodo de tregua que ha posibilitado la rehabilitación electoral con éxito de la izquierda abertzale mientras se sacude de la crisis económica con una tasa de paro situada en la mitad de la media española.

¿Será otra vez un espejismo? Cada día que pasa hay menos dudas en el País Vasco de que este proceso de paz es irreversible. A esta convicción contribuye la desesperada –por interesada- apuesta a favor de la política y de rechazo de la violencia formulada por los dirigentes históricos de la izquierda radical, rendidos ante la presión legal y policial del Estado.

Han sido independentistas convencidos que en su día abrazaron a ETA como Arnaldo Otegi o Rufi Etxebarria los autores de este nuevo discurso ideológico del entorno de Batasuna. Precisamente por esta condición que no esconden son capaces de concitar la duda y la esperanza en su inédita apuesta. De un lado, los temores a que todo se reduzca a un escapismo democrático para oxigenar una ideología ilegalizada mientras la banda terrorista recompone su desarticulada organización; de otro, la ruptura definitiva con el terror para así fortalecer con visión de futuro un proyecto político nítidamente identitario, con una base social y de izquierdas.

En su tránsito de apenas doce meses, la izquierda abertzale –llámese Bildu o Sortu- trata de sacudirse, bajo una vigilancia política y mediática implacables, de las fundadas sospechas que le acompañan, pero lo hace sin mirar atrás y, especialmente, obligando al resto a seguir su ritmo. En tan corto espacio de tiempo, este sector comprensivo durante años con quienes mataban y extorsionaban se ha tenido que dotar de un cuidadoso lenguaje para justificar su legalización en las urnas y es por ello que en ocasiones el subconsciente le juegue –Martin Garitano, diputado general de Gipuzkoa, al diferenciar el valor geográfico de las víctimas de ETA- una mala pasada que exaspera.

Mientras se adecúa a un contexto de relaciones democráticas y al desgaste del ejercicio del poder institucional, Bildu se siente fortalecido por un respaldo electoral que superó el 22-M sus previsiones más optimistas y, sobre todo, abrió el debate en Euskadi sobre la supremacía nacionalista para escarnio de un PNV, despojado de las Diputaciones de Guipúzcoa y Álava, y hace dos años, del Gobierno vasco. Por ello, consciente de que ha abierto el melón por esta disputa, la izquierda abertzale, y sabedora de que el terrorismo no enturbiará sus objetivos a corto plazo, enfoca ahora su ambición hace el 20-N mientras espera el golpe de efecto que supondría la legalización de Sortu.

De momento, ya ha conseguido asegurarse la incorporación de Aralar a quien fagocitó en la última cita electoral y, por si fuera poco, su irrupción en Navarra puede ser el origen de una crisis en el Gobierno, donde el PSN comprueba atónito cómo la presidenta, Yolanda Barcina, suplica al PP una coalición electoral con UPN para defenderse de la acometida abertzale en el territorio foral. Paradójicamente, hace apenas un año, la antigua Batasuna se asfixiaba en las manos de la Ley de Partidos. Ahora, el guión político de Euskadi pasa por sus manos.

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