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El superviviente de mano de hierro

De martillo del PSOE a presidente del Principado: Álvarez Cascos lo ha sido todo en política

Joaquín Gil
El presidente de Asturias, Francisco-Alvárez Cascos
El presidente de Asturias, Francisco-Alvárez CascosEFE

De martillo del PSOE al hombre de consenso y buenas maneras que pilotará el Principado de Asturias durante los próximos cuatro años. Francisco Álvarez-Cascos (FAC, como las siglas de su partido) lo ha sido todo en la maquinaria del poder. Diputado, senador, ministro y vicepresidente del Gobierno.

Enemigo de las medias tintas, Cascos (Madrid,1947) es un político de formas contundentes y mensajes claros, que manejó con mano de hierro el PP de José María Aznar. En las filas conservadoras militó 34 años, donde recaló el mismo año que Felipe González pisaba La Moncloa. Entonces, Europa aún creía en la socialdemocracia como tabla de salvación y engrosar la derecha de Manuel Fraga marcaba como una mácula en el currículum. En el partido, donde se movía como pez en el agua, lo fue todo entre 1989 y 1999. Dirigió el rumbo de Génova desde la cima. Cortó cabezas desde la secretaría general, el summun del aparato, y aconsejó al Aznar que llegó a las mayorías absolutas. Era el general secretario.

El deshielo con sus correligionarios comenzó en 2005. Tras la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero, el exministro trasladó su ficha de militante de Gijón a Madrid. El motivo: las críticas del PP local a la gestión del 11-M que hizo el gabinete de crisis del extitular de Interior, Ángel Acebes, que mantuvo hasta la extenuación la tesis de ETA. En la campaña de 2007, volvió a la carga contra sus correligionarios de Gijón en un artículo en La Nueva España. Las invectivas empezaron a escocer.

El portazo definitivo llegó el pasado enero. Tras varias semanas de amagos y amenazas veladas, Cascos rompió con Rajoy, que le vetó de la candidatura de Asturias en favor de la oficialista Isabel Pérez-Espinosa. El ex ministro de Fomento pasó a engrosar la lista de dirigentes del PP que, como Josep Piqué, María San Gil o Eduardo Zaplana, se apartaban de la línea oficial. A diferencia de ellos, nuestro hombre se armó de valor, creó un partido que, envuelto en el asturianismo, le mantendrá en el disparadero político cuatro años. Como mínimo.

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Sobre la firma

Joaquín Gil
Periodista de la sección de Investigación. Licenciado en Periodismo por el CEU y máster de EL PAÍS por la Universidad Autónoma de Madrid. Tiene dos décadas de experiencia en prensa, radio y televisión. Escribe desde 2011 en EL PAÍS, donde pasó por la sección de España y ha participado en investigaciones internacionales.

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