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Bildu aviva los recelos de los ediles del PP

Concejales y dirigentes populares preocupados ante la llegada de la izquierda 'abertzale'

Javier Rivas
Antonio Basagoiti en Llodio (Álava).
Antonio Basagoiti en Llodio (Álava).ADRIÁN RUÍZ DE HIERRO (EFE)

“Estaban apagados y ahora se han envalentonado, desafiantes. Y  eso es de lo que no se da cuenta Pascual Sala”. La frase corresponde a una veterana concejal del PP en Guipúzcoa -que, como la mayoría de los consultados, prefiere guardar el anonimato- y viene a reflejar el estado de ánimo en que se encuentran muchos cargos locales y dirigentes de los populares vascos ante la próxima entrada de Bildu en los Ayuntamientos de Euskadi y las tres Diputaciones forales. Con mayor o menor dureza en los discursos, con más o menos críticas a los socialistas, la principal consecuencia que el PP vasco cree que va a tener la sentencia del Tribunal Constitucional, presidido por Sala, que ha permitido la participación en los comicios del 22-M de la coalición independentista es que va a ralentizar o retrasar el camino hacia el final de la violencia. “El cabreo de todos de debe a consideramos que es un paso atrás”, incide un miembro de la ejecutiva popular.

“Si alguna suerte presenta este escenario es que no nos pilla de nuevo y nuestros concejales tienen el culo pelado”, se consuela un parlamentario con responsabilidades orgánicas. “Si tengo gente a la que le han quemado la casa tres veces con ellos dentro...”, apunta otro. Desde la constitución de los Ayuntamientos democráticos en 1979, ETA ha asesinado a una quincena de concejales vascos del centro-derecha, bajo sus distintas siglas, cerca de la mitad de ellos a partir de 1997. Y a eso se suman años de acoso social e incontables incidentes. “El miedo ya está superado, y con peores elementos de los que ahora van a entrar en los consistorios”, razona otro dirigente. La sensación no es tanto, así, de temor físico como de enojo político y percepción personal de que en algunos consistorios, en particular los de pequeño y mediano tamaño, pueden tener “una vida complicada en los próximos tiempos y que solo va a plantar cara el PP”, incide uno de los sondeados.

Desde que a partir de 1997 ETA situó a los políticos, y en especial a los concejales, socialistas y populares, como uno de los principales objetivos de sus comandos, el PP se marcó como aspiración política y ética, como muestra de su voluntad de que no se iba a rendir, presentar en las elecciones municipales listas en todos o casi todos los Ayuntamientos de la comunidad autónoma. Lo ha conseguido pero siempre ha tenido que recurrir para llenarlas a militantes residentes en otras localidades o en otros lugares de España.

 El 22-M, el PP se presenta en 250 de los 251 municipios de Euskadi y en la pequeña localidad alavesa de Añana, de menos de 200 vecinos, ha decidido apoyar una lista independiente. Sus dirigentes exhiben como timbre de orgullo que estas son las elecciones en que concurren más candidatos vascos y más candidatos residentes en la propia provincia en que compiten -por primera vez, por ejemplo, todos los aspirantes de los pueblos de Álava son alaveses-.

Todos los puestos de posible salida los cubren representantes vascos. Pese a ello, el PP ha necesitado a echar mano de más de 1.500 militantes de otras comunidades autónomas para llenar las listas, el 57% de todos los representantes que, incluidos suplentes, necesitaba presentar para cubrir esas 250 localidades. El PP cosecha sus mejores resultados en las tres capitales y grandes ciudades y la presión ambiental nacionalista, recalcan los populares, sigue existiendo en muchos lugares fuera de ellas. “Muchas personas no quieren significarse como uno de los nuestros”, dice un aspirante a concejal.

 Bildu consideraba que su ausencia en las urnas hubiese supuesto una falta de democracia, argumento en que todos los nacionalistas han secundado a la coalición formada por EA, Alternatiba e independientes abertzales. “Por primera vez en 35 años todos podemos presentarnos en las mismas condiciones”, dijo ayer en un mitin en Bergara (Guipuzcoa) el presidente del PNV, Iñigo Urkullu. El PP replica que esa presión, ese acoso entre lo muy evidente y ahora lo más difuso, le sitúa en unas condiciones distintas que, en algunas poblaciones, no son siquiera democráticas. “Sigue habiendo una presión social mucho más imperceptible pero políticamente dañina, del miedo a significarse, que hace que no todos juguemos con las mismas cartas”, destaca el secretario general del PP vasco, Iñaki Oyarzábal, uno de los responsables de su campaña electoral. “En buena parte de las localidades en que tenemos que presentar candidatos foráneos es porque no hay garantías de libertad y seguridad, garantías como para que nuestros simpatizantes o votantes diesen un paso adelante, significándose”, apostilla.

“Es un retroceso total”, reflexiona sobre la sentencia del Constitucional una candidata que ha pasado este último mandato como única edil popular en una localidad gobernada por la ilegalizada ANV. Ella no ha tenido problemas, ni los está teniendo esta campaña, pero siempre era “la de fuera”.

“De alguna manera se ha prestigiado a las bases sociológicas de ETA y vuelven a estar cómodos después de meses desmoralizados. Ya no hace falta que ETA se vaya ni que ponga bombas. Le basta con estar ahí”, coinciden un dirigente guipuzcoano y una concejal de la misma provincia. Esta edil quiere restar importancia a los gritos que uno de los primeros días de la campaña le lanzaba en su localidad el conductor de una furgoneta: “’A los del PP os van a matar a todos’, decía, pero es un trastornado”.

“Tienen la sensación de que nos han vuelto a ganar, de que en el último momento han vencido en el partido de vuelta tras perder el primero. Y eso les lleva a la euforia”, apunta con un símil futbolístico una relevante dirigente con experiencia en la política local en referencia a la izquierda abertzale radical.

La campaña está siendo notablemente tranquila para el PP. “Están como malvas y creo que va durar toda la campaña. Esta vez van a ser prudentes y guardar las formas, con instrucciones a los más brutos de quedarse en la nevera”, ironiza un candidato alavés.

Varias fuentes populares coinciden en su impresión de que Bildu, sus candidatos y promotores “van a ser muy escrupulosos en la campaña y después. Ya veremos qué pasa tras el verano y quiénes mandan entonces en los Ayuntamientos”. Todos los consultados diferencian con claridad, eso sí, entre los representantes de la coalición que provienen de Eusko Alkartasuna (EA) y Alternatiba y los de la izquierda abertzale más cercanos al mundo de Batasuna. Candidatos populares han compartido uno o más mandatos municipales, e incluso cierta amistad en algunos casos, con concejales de EA que ahora se presentan a la reelección dentro de las papeletas de Bildu.

Ello no ha evitado que se hayan sucedido algunos incidentes que llevaban meses sin registrarse como insultos o pintadas. Personas que aguardaron el pasado día 5 el pronunciamiento del Tribunal Constitucional en la multitudinaria sentada que Bildu convocó en el Arenal bilbaíno, en pleno centro de la ciudad, insultaron después a candidatos populares que abrían la campaña en la plaza de Pío Baroja, a menos de 500 metros, recuerda uno de los presentes.

Un concejal de una localidad relevante que concurre en los primeros puestos tiene constancia de que los ataques que los dos primeros días de la campaña sufrió su propaganda eran obra más de radicales antisistema que de simpatizantes de Batasuna. Este concejal se puso en contacto incluso con un compañero de corporación de EA ahora en las listas de Bildu para pedirle explicaciones. “Dejarnos de joder porque nadie va a entender este tipo de movidas”, le dijo, a lo que su interlocutor le respondió sorprendido. El aspirante de Bildu le contestó dos días después, el tiempo que había necesitado para “mandar la pregunta hacia arriba y que volviese”. “Me dijo que ellos no habían sido y que había instrucciones de que no se hiciese nada. Y ponía como prueba que la pintada estaba escrita en castellano y no en euskera”, se confiesa este edil popular.

“Los plenos municipales se van a complicar, quizá no tanto por el acoso como porque van a volver a introducir un discurso independentista muy radical y de enfrentamiento con el Estado”, teme otro alcaldable popular. La izquierda abertzale mantiene  además una presencia institucional cuando, por vez primera en democracia, ha estado a punto de quedarse fuera de todas las instituciones además de garantizarse una fuente de ingresos económicos a través de los consistorios. La ilegalizada ANV y EA gobiernan en la actualidad en 63 localidades del País Vasco y Navarra que Bildu aspira a reeditar. A ello se suma la presencia que va a tener en Ayuntamientos donde ANV no pudo presentarse hace cuatro años, especialmente los de las tres capitales vascas y en las tres Juntas Generales (Parlamentos provinciales).

La reforma de la ley electoral pactada en el Congreso por el PSOE y el PP que abre la vía a expulsar de los consistorios a los concejales que se nieguen a condenar la violencia juega a favor de que no se reproduzcan en el próximo mandato situaciones de acoso, agresiones o incidentes como los de años pasados. Pero dirigentes populares temen que se produzcan casos de presión de difícil traducción legal.

“Veíamos que faltaba muy poco para debilitar su entramado y eso les hubiese obligado a dar nuevos pasos. Ahora, tras meses con todo el mundo haciéndoles la ola, se han crecido, soberbios, y esos pasos no se van a dar”, resume un candidato.

“Bildu es una absoluta incógnita de qué van a hacer en materia de gestión pero confío en que momentos tan dramáticos como los que hemos pasado no vuelvan”, concluye otro aspirante mientras se dispone a seguir pidiendo el voto.

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Sobre la firma

Javier Rivas
Forma parte del equipo de Opinión, tras ser Redactor Jefe de la Unidad de Edición y responsable de Cierre. Ha desarrollado toda su carrera profesional en EL PAÍS, donde ha trabajado en las secciones de Nacional y Mesa de Cierre y en las delegaciones de Andalucía y País Vasco.

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