¿Qué es ser una ONG en el siglo XXI?
El mundo es otro completamente distinto al de 1945, cuando nació el concepto de organización no gubernamental. La sociedad ha cambiado y la solidaridad, el bienestar y el compromiso también
En febrero de este año, la filósofa Adela Cortina nos hizo pensar mucho tras publicar en este mismo periódico que el acrónimo de ONG, Organización No Gubernamental, estaba anticuado. “¿Adiós a las ONG?”, llegó a plantear. Esto incidió en todas las personas que estamos involucradas y comprometidas con el tercer sector y la cooperación al desarrollo. ¿Estamos bien definidas como ONG? ¿Qué podemos hacer de más en el siglo XXI? ¿Cuál es nuestro futuro?
El debate que introdujo Cortina tiene mucho que ver con los propios procesos internos que llevamos un tiempo impulsando, me atrevería a decir, todas las organizaciones del tercer sector. El mundo es otro completamente distinto al de 1945, cuando nació este acrónimo. Decir si es mejor o peor es otro debate. Pero está claro que nada tiene que ver. Ha cambiado, y la sociedad con él. Pero la solidaridad, el bienestar y el compromiso también.
En estos tiempos, hemos aprendido mucho y hemos dejado mucho atrás. Hemos pasado, o al menos en buena parte del sector, de representar nuestro trabajo humanitario y de desarrollo con fotografías catastrofistas y sensacionalistas a imágenes esperanzadoras y que ponen en valor la dignidad y diversidad de las personas. Hemos dejado de querer involucrar a la sociedad con nostalgia, pena e incluso culpa para apelar a la participación, al impulso y a todo lo que cada persona tiene en sus manos por cambiar la sociedad. Ahí es donde nos debemos mover. No estamos aquí por compasión, estamos por justicia social.
Este mensaje es importante para este día, porque es la primera vez que se celebra el Día Nacional del Tercer Sector, un reconocimiento otorgado el año pasado. Y por ello queremos poner en valor nuestro papel hablando del futuro que nos espera: trabajar en un sistema de cooperación al desarrollo, entre países, pero también entre generaciones.
La celeridad con las que se concadenan las crisis nos llevan a un futuro incierto
El mejor ejemplo para entender esto es abordar la crisis climática. ¿Acaso no son las nuevas generaciones las que más sufrirán las consecuencias de lo que las generaciones mayores han creado? ¿No serán las jóvenes indígenas latinoamericanas las que más sentirán en sus propias pieles los devastadores estragos de los desastres naturales? ¿No serán las niñas africanas las que más obligadas estarán a migrar cuando en su tierra no haya más que sequía?
Si tienes alguna duda, te avanzo que lo cierto es que sí. La interrelación entre los distintos ejes de desigualdad como el género, la raza/etnicidad, la clase social o los ingresos económicos, el territorio, la orientación sexual o la edad determinan cómo vivirás la crisis climática, pero también las futuras crisis. Por ello, abordar los retos del futuro, como las migraciones climáticas, es urgente. Pero también una mayor incidencia política para conseguir que se materialicen los acuerdos globales que, en la mayoría de las ocasiones, no llegan a cumplirse.
Las ONG no nos cambiaremos de acrónimo mañana, pero sí podemos comprometernos a esforzarnos aún más por tener la mirada que las nuevas generaciones se merecen, por potenciar la responsabilidad social, por aumentar el bienestar en el mundo, por garantizar que la juventud pueda desarrollar planes de vida de igual manera en España que en Etiopía. O, mejor dicho, no de igual manera, pero sí de la forma que cada una quiera sin barreras discriminatorias, educativas o laborales.
La celeridad con las que se concadenan las crisis nos llevan a un futuro incierto. Crisis climáticas, sanitarias, bélicas, alimentarias, económicas… todo nos lleva en una dirección errónea, hacia la pobreza y la desigualdad. Pero esto no es lo que las futuras generaciones se merecen. Ni las actuales, aunque en nuestras manos sí está promover la cooperación y la solidaridad que haga frente al miedo y a la marginación. Porque no debemos estar para dar asistencia alimentaria o cubrir otras necesidades básicas, o al menos no solo. Debemos estar para crear las condiciones que permitan a la juventud desarrollarse, para generar oportunidades de futuro.
Mientras seguimos avanzando y reflexionando, no paremos. Hagamos valer nuestro poder de movilización ciudadana, de vigilancia sobre las políticas, de defensa de los derechos humanos. Y, sobre todo, de transformar el mundo con cooperación.
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