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Blogs / Educación
Escuelas en red
Coordinado por Rodrigo J. García

La mirada del Carlinda

‘Llegaré' es el título de un cortometraje documental sobre la vida en este centro educativo en el que, desde una concepción emancipadora del aprendizaje, promueve relaciones plenas de humanidad sin descuidar la formación académica

Ilustración.
Ilustración.Luz Beloso

“En el Instituto Carlinda es fundamental no enjuiciar… Cada uno viene de su casa, con su forma de actuar… Te contestan como están habituados y cómo escuchan, en su día a día… Es mostrarles otro modo de responder, otra respuesta, otro modo de conocimiento y no enjuiciar, porque están condicionados por su entorno, su vida, lo que han conocido desde siempre… Quizá con el que salta hay que ver por qué está saltando, o por qué ese día llega apático, o no quiere mirarte, no quiere trabajar. Hay que descubrir qué lleva a ese niño, en ese momento, a tener ese sentimiento… Comenzando a trabajar desde ahí, avanzamos un montón con ellos”, nos explica María Elena Quevedo, profesora de Biología y Geología del IES Carlinda, en Llegaré, un cortometraje documental sobre la vida en este instituto.

La excelencia es una maestría muy demandada en los sistemas escolares. Una reclamación que, a nuestro juicio, está formulada de manera parcial, poca ambiciosa y asociada exclusivamente al logro de altos niveles de rendimiento en aprendizajes valiosos para determinados contextos culturales. Existe, en cambio, una tarea profesional de muchos docentes que dirigen su mirada de manera más contextual al estudiante, la cultura y el conocimiento y cuyos avances no son considerados ‘de excelencia’.

Nuestro sistema educativo atiende a diversas poblaciones; algunas procedentes de entornos culturales próximos al conocimiento más académico, formalmente estructurado y prestigiado socialmente; otras, sin embargo, inmersas en modos de comportamiento, que son ignorados sistemáticamente por los currículos oficiales.

Existe un profesorado, como el del IES Carlinda, que muestra su excelencia construyendo puentes, desde el respeto y la dignificación de la cultura origen, al conocimiento más oficial; a ese ‘capital cultural’ de significados, establecidos y codificados por una compleja red de relaciones de poder.

Cuentan con experiencias de enseñanza, que forjan subjetividades desde las preocupaciones, reflexiones, estados de ánimo, circunstancias, posibilitadoras o no, de los aprendices. Saben que existe un conocimiento construido, aceptado y contrastado, necesario e imprescindible de aprender, pero crean escenarios de aprendizaje propicios para el diálogo, el acercamiento… de epistemologías formales y experienciales, que hagan posible la mejor formación de sus estudiantes. Esta otra mirada atenta a los modos de hacer de los contextos culturales de origen no está recogida en las estadísticas de éxito, no se consideran de excelencia.

Damos voz y presencia, en este caso, a un instituto malagueño que, con hondo conocimiento del significado del derecho a la educación, hacen de la tarea de enseñar una práctica de esperanza y de excelencia educativa.

En los márgenes

El Instituto Público de Educación Secundaria Carlinda está ubicado en el barrio del mismo nombre, en el extrarradio norte de la ciudad de Málaga. Considerado centro de difícil desempeño desde 2011. Atiende alrededor de 100 estudiantes; más del 80% presenta necesidades específicas de apoyo educativo. Imparte Educación Secundaria Obligatoria, incluyendo el Programa de Mejora de los Aprendizajes y del Rendimiento, y Formación Profesional Básica.

Durante los veintidós años transcurridos desde su fundación, su idea rectora ha sido conseguir la mejor educación para cada estudiante. “Construirse como hombres y mujeres conscientes de sus derechos, sabiendo convivir y fomentando el respeto en sus relaciones”, nos dice Manuel González Domínguez, director del centro.

Si bien el barrio ha experimentado un aumento de población por la construcción de vivienda nueva, gran parte del alumnado procede de la urbanización de protección oficial “La Corta”, construida en los años 90, como zona de transición, para la erradicación del chabolismo. La situación social, económica y cultural es frágil y carece, en muchos casos, de los mínimos recursos para una supervivencia digna.

“No podemos pretender que los estudiantes estén interesados por el estudio, el conocimiento, si acuden al centro sin comer o sin lavarse, porque no disponen de gas o luz, con la ropa sucia porque no tienen otra… Estos casos los tenemos constantemente y no nos lo dicen, lo tenemos que descubrir”, comenta Manuel González.

También escolariza alumnado de colegios e institutos de otros barrios, que han fracasado en sus centros de origen. Saben que la atención que encuentran en el IES Carlinda se ajusta a sus necesidades, conscientes de sus condicionantes personales y sociales.

Adrián es un alumno que consiguió el título de Graduado en Educación Secundaria en junio de 2015. Su relación con el centro es aún muy estrecha. Su hermana también fue estudiante del IES Carlinda, consiguiendo el título en junio de 2006. “El instituto, para mí, ha significado un cambio en mi vida, gracias a esos años en los que me enseñaron a ser mejor persona, a madurar, a crecer, a creer en mí y a luchar por mis objetivos. Los que empiezan siendo ‘unos simples profesores’, se convirtieron prácticamente en mi familia ¿Mi mejor recuerdo? Es difícil escoger solo uno, pero me quedo con el día de la graduación, recordando lo mejor de esos cuatro años y girando la cara y ver a esos profesores con las lágrimas saltadas y convirtiéndose en tu familia, una experiencia inolvidable”.

Otro modo de construir conocimiento

La historia de fracaso que acompaña, en muchos casos, a estos estudiantes les hace ser dependientes y mantener una actitud pasiva ante el aprendizaje; prefieren no abordar una tarea ante la expectativa de fracasar de nuevo. Su progreso es muy lento y requiere una metodología en la que el desarrollo de habilidades sociales, la reorganización del currículo y los agrupamientos que permiten las relaciones ‘cara a cara’ resultan imprescindibles.

La pedagogía que practican encierra una enorme calidad social. Desde una concepción emancipadora del aprendizaje, promueven escenarios que propician relaciones plenas de humanidad sin descuidar la formación académica. La enseñanza que practican se sustenta en el análisis crítico y constructivo de los problemas que afloran. Se materializa en el quehacer diario del aula, en el trabajo en talleres y en el desarrollo de proyectos (Cultura de Paz y Convivencia Escolar, Matemáticas en mi entorno, “La Odisea”, la Pandemia Silenciosa de eliminación de la violencia contra la mujer, Selfie con libro, la revista ¡A VIVA VOZ! ...).

Consiguen hacer del instituto un lugar de encuentro, compresión y búsqueda de transformación personal y colectiva. Comienzan la jornada dando los ‘buenos días’ a cada estudiante. Arrancan la mañana con pequeñas reflexiones, pensando juntos sobre aspectos de su vida cotidiana, sobre la actualidad más general... que vinculan a valores educativos. Un momento breve, pero privilegiado para crear un buen ambiente y vivir los valores de respeto y solidaridad defendidos en el centro.

“Dar clase en el ‘Carlinda’ es uno de los ejercicios más agotadores que puedas imaginar (…) Eso sí, también vas a encontrar instantes en los que puedes escuchar ‘maestra, llévame a vivir contigo que me portaré bien’, ‘maestra, ¿tú me quieres?’, ‘dame un abrazo de los tuyos, porfa’. Entonces se te cargan las pilas automáticamente para varios días y entiendes por qué sigues allí”, comenta Remedios López (Reme), profesora de Inglés.

Un pilar básico son los talleres. Ayudan a reorganizar el currículo y orientar laboralmente. Entre otros, el de cocina, artístico-ecoarte, huerto, estética, costura, mediación, cerámica, música, deportes y juegos tradicionales, huerto escolar…

Constituyen una herramienta básica de acercamiento al conocimiento, con la que consiguen centrar al alumnado más disruptivo y potencialmente absentista. Ayudan a los estudiantes a encontrar su lugar, sentirse importantes, querer asistir al centro y realizar tareas. “Es un recurso de promoción de la convivencia, con el que ensayar fórmulas de construcción de un plan de estudios sólido, que integra las artes, sin sacrificar el currículum oficial, y que ayuda al alumnado desfavorecido”, afirma Carmen Baena, jefa del Departamento de Educación Plástica y Audiovisual.

“En Carlinda he descubierto un abanico emocional que me hace crecer como persona día a día. Partir de su contexto, tan diferente a mi realidad, y llevarlo a la parte académica. Transformar la educación matemática a las necesidades de este alumnado es el reto que me plantea cada jornada. Aunque, realmente, mi objetivo es ponerles en contacto con otra realidad diferente a la suya, un abanico de opciones, y que se sientan libres para elegir y proyectar su futuro; de esta manera devolverles, lo que ellos me prestan día a día. Cuando vuelvo a casa, me doy cuenta de lo afortunada que soy por participar en ese poder transformador que tiene la escuela en cada persona, en este centro, más si cabe”, comenta Guadalupe Nuevo, profesora de Matemáticas.

De todo esto da cuenta el corto documental Llegaré, realizado por Miguel A. Almanza y financiado por el programa Impulsa I de la Junta de Andalucía.

Cortometraje Llegaré. Un esfuerzo de la cámara por captar lo que no se recoge en estadísticas, un reflejo vital de la vida de estudiantes que conviven según dicta el azar con la exclusión social. MIGUEL A. ALMANZA

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