Sudáfrica da otro ejemplo de éxito para vencer la tuberculosis
La médica y directora del programa de la tuberculosis de MSF en Khayelitsha, Sudáfrica, advierte de que no se están cumpliendo los objetivos para derrotar a esta enfermedad infecciosa, la más mortal hasta la llegada de la covid-19, pero el modelo de atención de un barrio pobre sudafricano durante la pandemia enseña exactamente cómo hacerlo
Durante la 52ª Conferencia Mundial de la Unión sobre Salud Pulmonar celebrada a finales de octubre, Médicos Sin Fronteras (MSF) anunció los resultados de TB-PRACTEAL, el primer ensayo clínico controlado aleatorizado realizado en varios países que informa sobre la eficacia y la seguridad de un tratamiento contra la tuberculosis multirresistente (MDR-TB por sus siglas en inglés). El tiempo ha demostrado que la MDR-TB es una forma de tuberculosis muy difícil de tratar, que requiere terapias multifarmacológicas que hay que administrar durante un periodo de entre nueve y 24 meses.
MSF y sus socios probaron un tratamiento con cuatro medicamentos (conocido como BPaLM), que contiene dos o tres nuevas sustancias desarrolladas en los últimos años. El estudio compara los resultados de esta terapia semestral de cuatro elementos con los obtenidos en un grupo que recibió el tratamiento habitual contra la MDR-TB aceptado en la zona y ofrecido por el sistema público de salud. Un abrumador 89% de los pacientes que siguieron la nueva terapia se curaron, frente al 52% del grupo que recibió la asistencia convencional.
La noticia es excelente, y esperamos que los resultados del ensayo se sumen a las pruebas cada vez más numerosas procedentes de otras fuentes, y consigan que se actualicen las recomendaciones terapéuticas a escala mundial. En muchos países de todo el mundo, las personas con tuberculosis resistente a los medicamentos siguen soportando tratamientos largos y tóxicos de hasta 20 meses que pueden incluir dolorosas inyecciones y hasta 20 pastillas al día.
Las personas con tuberculosis resistente soportan tratamientos largos y tóxicos de hasta 20 meses que pueden incluir dolorosas inyecciones y hasta 20 pastillas al día
No obstante, el hecho es que con un tratamiento más breve y eficaz, el número de pastillas que hay que tomar sigue siendo alto, los efectos secundarios son también muchos y la duración de la terapia es igual de fatigosa.
Es imperativo que, además de estos avances en el tratamiento, invirtamos en la detección temprana de los casos y en la prevención de la enfermedad allí donde podamos. Colectivamente, estamos fallando de manera estrepitosa a las personas de esas zonas, y la covid-19 ha empeorado la situación.
Este hecho quedó en escandalosa evidencia el mes pasado, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó el Informe Mundial sobre la Tuberculosis 2021, que muestra que la mortalidad ligada a esta dolencia ha aumentado por primera vez desde 2012, con 1,5 millones de fallecidos en 2020.
En una reunión de alto nivel de Naciones Unidas celebrada en 2018, la comunidad de la tuberculosis se comprometió a iniciar el tratamiento contra ella en 40 millones de personas, y a administrar a otros 30 millones tratamientos preventivos desde entonces hasta 2022. Sin embargo, sabemos que, en vez de avanzar, en 2020 el diagnóstico se redujo un 18%. Esto significa que casi la mitad de los 10 millones de personas que se calcula que se infectaron en 2020 no fueron diagnosticadas ni iniciaron un tratamiento. Incluso antes de la covid-19, la comunidad mundial de la tuberculosis se había quedado lamentablemente lejos del objetivo de llegar a 2020 habiendo eliminado los costes catastróficos que pesan sobre los enfermos, ya que se calcula que el 50% de las personas que padecen la dolencia y se enfrentan a su terrible realidad para la vida y el bienestar, se empobrecen y quedan limitadas por ella.
Pero es la realidad diaria la que nos hace darnos cuenta de lo que significa esta calamidad. En Khayelitsha, cerca de Ciudad del Cabo, la familia Kuyasa vive en una casa de 30 metros cuadrados (más pequeña que un garaje) de una calle muy transitada. En 2019, un miembro de la familia enfermó en la vecina provincia del Cabo Oriental. Le diagnosticaron tuberculosis resistente a los medicamentos y empezó el tratamiento. El joven vivía lejos de cualquier fuente de agua, y como estaba enfermo, en 2020 decidió que sería mejor irse con su familia al barrio de Khayelitsha, en la provincia del Cabo Occidental. Era la época en que la gente estaba confinada en casa cumpliendo con las normas de cierre por la covid-19, y cuando el joven volvió a sentirse enfermo, los demás adultos de la unidad familiar se preocuparon por el bienestar de él, por su propia salud y por la salud de sus hijos.
¿Sería covid-19? El enfermo se hizo la prueba, y el resultado dio negativo. No, era tuberculosis, y estaba activa, porque en junio de 2020 su hermana Sinidiswa fue diagnosticada de la cepa multirresistente de esta infección, y lo mismo pasó poco después con tres de los seis niños de la casa, mientras que a un cuarto le diagnosticaron tuberculosis resistente a los medicamentos. El joven murió a consecuencia de la enfermedad. Imaginemos la situación en ese momento: cinco personas infectadas en un hogar desolado sin apoyo económico, viviendo todo el día bajo el mismo techo, incluidos los cuatro miembros que todavía no mostraban síntomas.
Una imagen devastadora. Sin embargo, esta historia infunde algo de esperanza.
Cuando Sindiswa acudió a la clínica más cercana y fue diagnosticada, la joven tomó la valiente decisión (porque la enfermedad sigue arrastrando un gran estigma en la comunidad) de dar a conocer la situación familiar al médico, las enfermeras y los asesores que la atendían: su hermano enfermo y muchos miembros de la familia bajo un mismo techo, incluidos varios niños. Parte de su equipo médico trabaja para MSF, una organización con una larga historia de colaboración con las comunidades de Khayelitsha y el Departamento de Salud para luchar contra la MDR-TB. Cuando diagnosticaron a Sindiswa, una de las principales áreas de interés de la organización era la identificación y el cribado de todos los contactos de los enfermos de MDR-TB dentro de la unidad familiar, especialmente los niños.
Un aspecto importante de este trabajo fue la administración de un tratamiento preventivo a los que habían estado expuestos a la infección para evitar que desarrollaran la enfermedad. Gracias a este programa y a la disposición de la familia Kuyasa a participar, se diagnosticó a cuatro niños que, de otra manera, no habrían recibido un dictamen hasta más tarde, y se identificó que tenían el bacilo en una fase temprana, cuando la enfermedad aún era leve. Los pequeños fueron puestos en tratamiento y pudieron volver al colegio. Los tres miembros de la familia que no estaban contagiados comenzaron una terapia preventiva para que no la desarrollaran.
Gracias a la atención en los hogares a enfermos de covid-19, la diagnosis y el tratamiento de la tuberculosis multirresistente pediátrica se multiplicaron por seis
Los resultados y la experiencia de este programa también se presentaron en la conferencia de la Unión de este año, dentro de una sesión multidisciplinar presidida por Norbert Ndjeka, punto de referencia del Gobierno de Sudáfrica para la tuberculosis multirresistente. El equipo de MSF explicó que había empezado atendiendo a los hogares de enfermos en respuesta a la covid-19, y que en el proceso se dio cuenta de que la estrategia mejoraba considerablemente los servicios que prestaban. Entre estos servicios estaba el asesoramiento compasivo dirigido a toda la unidad familiar, la identificación de las personas enfermas de MDR-TB ‒especialmente los niños‒ en la fase inicial de la enfermedad, y la oferta de un tratamiento preventivo antituberculosis a los miembros de la familia que respiraban el mismo aire.
Gracias a esta labor, la diagnosis y el tratamiento de la tuberculosis multirresistente pediátrica se multiplicaron por seis, se identificaron 150 contactos infantiles y adolescentes, y 119 empezaron un tratamiento preventivo de la enfermedad.
Los objetivos de la reunión a alto nivel de la ONU de este año, centrados en la iniciación del tratamiento y la prevención de la tuberculosis, no fueron mero papel mojado. Representan la labor que hay que llevar a cabo si de verdad queremos acabar con esta enfermedad. El hecho de que estemos tan lejos de alcanzarlos demuestra que estamos fracasando en un nivel fundamental, y que tenemos la obligación de dar la voz de alarma, pero también de mostrar el camino a seguir. El modelo de Khayelitsha desarrollado durante la covid-19, y del que se beneficiaron los Kuyasa, muestra exactamente cómo hay que hacerlo.
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