Patricia Simón: “Todo lo que cuestione mis propias convicciones me estimula”
La reportera de guerra ha publicado ‘Narrar el abismo’, un libro de reflexiones sobre el periodismo, el poder de los testimonios y el papel del lenguaje

Patricia Simón (Estepona, 42 años) se ha asomado varias veces a lo que ella denomina “los abismos” con una grabadora en la mano y una cámara al hombro, para escuchar, captar y, luego, contar los horrores de la humanidad. A los 22 años, cubrió la lucha contra el trabajo esclavo en la industria siderúrgica de Brasil y, a los 23, asistió a su primera guerra, la de Israel contra Líbano. Dos décadas después, suma coberturas en más de 25 países y en conflictos como el de Ucrania, Malí, Sudán, Palestina y Colombia.
Acaba de publicar sus reflexiones sobre el oficio en Narrar el abismo (Debate, 2025), un ensayo en el que expone por qué es vital, desde el periodismo, narrar contra el olvido y narrar para entender, hacer justicia, existir y construir paz. También habla de su obsesión por desterrar los eufemismos y el lenguaje del poder en sus reportajes.
Pregunta. ¿Cuándo fue la primera vez que narró el abismo?
Respuesta. En la guerra de Israel contra Líbano, en 2006, ya los estertores. Me sorprendió la impunidad con la que Israel sabía que podía bombardear un país sin ningún tipo de coste. Pero también me marcó que, además de retratar el horror, era importante señalar cuáles eran los caminos para sembrar justicia. Era un momento ilusionante porque la Corte Penal Internacional estaba recién constituida y había mucha gente movilizándose desde el enfoque de derechos humanos. El periodismo cobró sentido para mí como una herramienta para narrar lo que ocurre y para darle un empaque para que otras personas sigan haciendo algo con lo que recogemos en terreno.
P. ¿Se ha corregido a sí misma en el lenguaje?
R. Leer a Eduardo Galeano en la adolescencia fue crucial para mirar el mundo no desde la narrativa del poder, sino desde la ciudadanía o los nadie. Me hizo entender que elegir las palabras era posicionarte. También soy consciente de que los protagonistas de nuestras informaciones son los primeros en no perderse el retrato que hacemos de ellos. Puede ser un retrato pusilánime que lo reduce a un ser al albur de las circunstancias, o uno que nos enseña sobre la capacidad de superación del ser humano.
P. En el libro habla de su propio cuerpo ―de mujer blanca y europea― como contradicción a la hora de trabajar a la hora de trabajar en el Sur Global. ¿Cómo lo maneja en terreno?
R. Asumiendo que mi presencia ya es violenta, porque mi cuerpo carga con esa violencia de siglos. Luego intento contrarrestarlo explicando a las personas que entrevisto quién soy y qué hago allí. Para mí es importante que sepan que soy una persona del Norte Global, absolutamente privilegiada; pero que también sepan que soy de la región más empobrecida, y que fui la primera persona de mi familia que fue a la universidad. Les cuento cómo llegué a trabajar en este tipo de historias, que empecé a hablar sobre la violencia de género porque la habían sufrido en mi familia. También soy muy honesta con decirles que probablemente esto [entrevistarlos para reportajes] no vaya a servir para nada.
En un mundo donde todo es cada vez más contradictorio, no creo que un relato hecho solo desde las víctimas nos permita avanzar
P. ¿Cómo vence sus interpretaciones del mundo para conseguir una narración más completa?
R. Intento entrevistar a los victimarios y a quienes los apoyan. Todo lo que cuestione mis propias convicciones me estimula. El gran desafío ahora mismo es hacer esos retratos más corales y que recojan la complejidad de lo que pasa. En un mundo donde todo es cada vez más contradictorio, no creo que un relato hecho solo desde las víctimas nos permita avanzar.
P. En su ensayo escribe: “La guerra se nutre y se retroalimenta con eufemismos”. ¿De cuáles deberíamos huir los periodistas?
R. Los maestros de los eufemismos son el ejército y el Gobierno de Israel, que llevan décadas disfrazando la ocupación y las colonias de “asentamientos” y las masacres de “operaciones militares”. Hay todo un lenguaje que reproducimos acríticamente, que tiene un contenido ideológico y que está creado para borrar las huellas del delito y quitarle gravedad a lo que está ocurriendo.
Hay todo un lenguaje que reproducimos acríticamente, que tiene un contenido ideológico y que está creado para borrar las huellas del delito y quitarle gravedad a lo que está ocurriendo
P. ¿Cree que los medios deben nombrar como “genocidio” lo que ocurre en Gaza o esperar a que un tribunal internacional lo declare?
R. Hay un consenso internacional que [reconoce] lo que estamos viendo es un genocidio. Lo han dicho la Asociación Internacional de Expertos en Genocidios, la Relatora Especial de Naciones Unidas, los mayores expertos israelíes en el Holocausto. Entiendo la postura de los medios a esperar que haya una sentencia, pero creo que hay casos tan evidentes como este y donde hay consenso jurídico que me parece correcto llamarlo genocidio.
P. ¿El periodismo ha fracasado al contar los abismos?
R. Nunca ha habido tan buen periodismo como hay ahora, con tantos y tantas periodistas con buena formación en derecho y otras áreas, que hablan idiomas. Creo que los medios en la primera década de los 2000 se olvidaron de cubrir los abismos, pero aprendieron la lección con la crisis de 2008 y volvieron a prestar atención a las cuestiones que más afectan a la sociedad. Pero frente a ese esfuerzo periodístico por contar los abismos, está ese ruido interesado de los medios de desinformación que no tienen interés en cubrir las guerras ni las migraciones con un enfoque de derechos humanos.
P. ¿Cuál será el próximo abismo al que se asomará?
R. Tengo puesto el foco en Cisjordania. Estuve en noviembre y me encontré con que había un nuevo fenómeno que era que los niños y adolescentes estaban escribiendo o grabando en vídeo su testamento para que, cuando los mate del ejército israelí, sus amigos lo compartan en las redes sociales. Eso tiene que ver con la desesperanza brutal y absoluta que hay en Cisjordania. Después de dos años de genocidio [en Gaza] tienen claro de que esto les puede pasar y que nadie va a mover un dedo por ello.
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