9 fotosSenegalKhaya Aidora: la agricultora que siembra resistencia en el campo de SenegalEl calor extremo y la filtración de agua salada a los ríos frustra el desarrollo agrícola en Senegal, mientras el apoyo económico oficial llega con cuentagotas Borja Abargues Gandiol (Senegal) - 27 nov 2024 - 05:30CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinBlueskyCopiar enlaceComentariosKhaya Aidora es una agricultora senegalesa de 34 años que reside a las afueras de la apacible localidad de Gandiol, a tan solo 45 minutos en coche de la ciudad de Saint Louis. Vive en una pequeña casa rural, rodeada de campos de cebollas y otras hortalizas, que cuida con mimo, a pesar de la difícil situación que atraviesa el campo senegalés en la actualidad. En su caso, los problemas se agravaron cuando el agua salada comenzó a entrar en sus tierras en 2003. En la imagen, tomada en agosto de 2024, aparece Aidora en el huerto familiar, cerca de su hogar en la localidad de Gandiol.Borja AbarguesLa agricultura constituye, junto a la pesca, la columna vertebral de la economía senegalesa, sin embargo, el cambio climático es un peligro real que amenaza con destruir esta actividad esencial. Uno de los grandes problemas en Senegal es el aumento de las temperaturas. “El calor antes se sufragaba con las lluvias. Hace mucho tiempo, había un patrón de lluvia con el que podíamos regar nuestros campos. Pero, en la actualidad, ese patrón no existe y estas son impredecibles y escasas”, explica la joven agricultora mientras señala uno de sus terrenos repleto de cebollas. “El cambio climático está cambiando su proceso de maduración. El calor extremo provoca que, en el estadio inicial de crecimiento, la cebolla acabe secándose”, concluye contrariada Aidora. Senegal es uno de los máximos productores de cebollas de África Occidental, pero el exceso de producción, la entrada de cebollas importadas más baratas de países como Marruecos u Holanda, y la falta de infraestructuras para el almacenamiento han dejado a los agricultores locales en una situación extrema, con precios insostenibles y pérdidas constantes. Montones de sacos de cebollas esperan ser cargados en una zona cercana a los campos de Aidora, en agosto de 2024. Borja AbarguesNo solo el calor extremo está impidiendo el crecimiento natural agrícola en Senegal. A pocos metros de la casa de Aidora en Gandiol y tras sortear una gran duna de arena, se abre paso el faraónico Parque Nacional de la Langue de Barbarie. Este espacio natural oculta una historia de impacto ambiental devastador. En el año 2003 su apertura artificial, diseñada para proteger a la población de posibles inundaciones, provocó un desastre ecológico y económico. El agua salada que entró desde el oceáno Atlántico hacia las aguas del río Senegal contaminó las extensiones agrícolas y aceleró la salinización de los campos. Una fotografía del Parque Nacional de la Langue de Barbarie, tomada en agosto de este año. Borja AbarguesAidora quería ser enfermera, pero la falta de oportunidades en el sector le obligó a buscarse la vida lejos de la bulliciosa Saint Louis. Hace 10 años, su amor por el campo le llevó a Gandiol, donde, gracias a unos ahorros y a un poco de dinero prestado por sus familiares, pudo hacer frente a la compra de su primer terreno. "Me formé con varios grupos de mujeres rurales y trabajadores del campo y, aunque pude empezar a plantar mis primeras cosechas de cebollas, muy pronto me di cuenta de que el clima no me iba a poner las cosas fáciles", comenta. Imagen de uno de los campos que posee la agricultora, tomada en agosto de 2024. Borja Abargues“Lo que parecía una solución para todos nuestros males, se ha convertido en una pesadilla. Desde que la sal está presente en el agua con la que regamos nuestros campos, estamos obligados a invertir mucho dinero en costosos sistemas de filtración. Algunas de mis compañeras han tenido que abandonar sus terrenos por falta de ayudas económicas que les permitan mantener sus cosechas”, puntualiza. En la fotografía, tomada en agosto de 2024, un agricultor en medio de una hectárea de cultivo personifica el drama que vive el campo senegalés, donde el cambio climático y la falta de recursos agravan esta crisis estructural. Según expone el Programa Mundial de Alimentos, más de 1.3 millones de personas en Senegal enfrentaron inseguridad alimentaria en 2023, durante la estación del hambre, y los agricultores de zonas rurales como Gandiol siguen perdiendo cosechas por falta de ayudas e infraestructuras de riego y almacenamiento para sus cosechas.Borja Abargues"La entrada masiva de agua salada al río ha tenido consecuencias directas sobre nuestros campos y no hay una solución fácil para esto. Una de las opciones sería la creación de un canal fluvial que trajera agua dulce, pero tendría un coste muy alto y se necesitaría un gran apoyo institucional", razona la agricultora. “La necesidad de agua dulce es imperiosa. Sin ella nuestras cosechas están totalmente perdidas”, añade. En la imagen, una panorámica de la Langue de Barbarie a su paso por Gandiol, en agosto de 2024. Borja AbarguesA pesar de los baches, Aidora no ha dejado de luchar. En la actualidad es la vicepresidenta de la Cooperativa SOCOPA, formada por 135 mujeres agricultoras y residentes en la zona de Gandiol. Este tipo de asociaciones agrícolas suponen un refugio para las agricultoras, ya que les permite acceder a herramientas y recursos que de forma individual serían inalcanzables. Sus principales objetivos son facilitar el apoyo a las mujeres agricultoras que dirigen y gestionan proyectos agrícolas propios y asociativos; acercar a las instituciones a las zonas rurales para que puedan observar los problemas a las que se enfrenta el campo senegalés y reivindicar ayudas nacionales y extranjeras para combatir la crisis agrícola y poder generar más empleo. Retrato de Aidora en su casa de Gandiol, en agosto de 2024. Borja AbarguesEn la última visita al país, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, anunció la puesta en marcha de varias iniciativas en Senegal, como la creación de la Alianza África Avanza o el programa de formación profesional 'Tierra Firme' para jóvenes senegaleses. Aidora piensa que estas inversiones, aun siendo positivas, son insuficientes. A esto hay que añadir que son muy pocos los recursos que van a llegar en forma de ayuda para la agricultura. “Somos conscientes de que se está buscando inversión para fomentar el trabajo entre los jóvenes, pero en el sector agrícola no recibimos ni un franco de este tipo de ayudas. Podemos buscar soluciones para combatir los efectos de la sequía, podemos seguir utilizando recursos para intentar frenar los efectos de la salinización, pero son medidas temporales. Si el Estado no nos ayuda, algún día tendremos que abandonarlo todo y buscarnos la vida de otra manera”, ultima Aidora. Un trabajador camina entre un árido campo de cebollas en la zona de Gandiol, en agosto de este año. Borja Abargues “La solución pasa por actuar ahora e invertir en ayudas para el campo. El cambio climático es una realidad y nuestras necesidades cada vez son mayores. Estamos perdiendo nuestras cosechas y nuestros campos, y estamos hipotecando nuestro futuro y el de nuestras familias. Si esto no cambia, nos veremos forzados a abandonar nuestras casas y nuestras vidas... Y quizás en 10 años aquí no quede nada ni nadie”, concluye Aidora. En la imagen, la agricultora muestra una fotografía con su hija en una recolecta de hace 7 años.Borja Abargues