Pape Salif, bailarín de ‘breakdance’: “Si no tenemos visados, no podemos competir en los grandes eventos”
El senegalés, que participa este 6 y 7 de agosto en la Olimpiada Cultural de los Juegos Olímpicos de París, explica que pocos africanos tienen acceso a la alta competición de esta disciplina debido a que los certámenes de clasificación ocurren mayoritariamente en Europa
“Mirad, pero no lo repitáis solos en vuestras casas”, dice Pape Salif Diémé (Zinguinchor, 1998) dando un salto mortal para atrás en una playa de Saint Louis, en Senegal. Se entrena rodeado de niños a los que enseña acrobacias fáciles y, sobre todo, a tener flow y estilo. “El hip hop es un juego, una puesta en escena” explica Bboy Pape, como se le conoce por su nombre artístico, unos días antes de viajar a Francia para participar en la Olimpiada Cultural, un evento dentro del programa de París 2024 en el que el arte dialoga con el deporte y los valores olímpicos. Diémé practica breakdance, una disciplina que se incorpora por primera vez como deporte en los Juegos Olímpicos. De los 16 participantes de este año, solo habrá un representante del continente africano, el marroquí Bilal Mallakh (Bboy Billy). Pape Salif iba bien encaminado, pero no pudo conseguir los últimos 90 puntos que le faltaban para llegar a los 500 necesarios para clasificarse como representante de Senegal.
Tras haber puntuado en el campeonato de Rabat (Marruecos) y Montpellier (Francia) en mayo de 2023, Salif contaba con participar en el Madrid Urban Sports en junio de 2023 para completar su puntuación y clasificarse para los Juegos Olímpicos de París. Pero cuenta que las manifestaciones y revueltas políticas de esos meses en Senegal bloquearon las ayudas del Ministerio de Deporte, impidiendo a los atletas conseguir los requerimientos necesarios para solicitar el visado para España. “Si no tenemos visados, no podemos competir en los grandes eventos”, explica el joven, subrayando que el de Rabat fue el único torneo clasificatorio de todo el continente. “Nuestros países tienen que involucrarse más”, reivindica.
Aun así, Pape estará presente en el evento olímpico, junto con su grupo de breakdance Power Crew, tras haber sido laureados en los Juegos de la Francofonía en Kinshasha (República Democrática de Congo) el año pasado. El equipo, formado por cinco bailarines, recibió la medalla de oro a la mejor coreografía y la de plata en battle (batalla, otra de las categorías), así como una invitación para realizar dos espectáculos en París el 6 y 7 de agosto.
Los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018 fueron el primer evento olímpico que incluyó el breakdance como deporte en el medallero. París incorpora ahora la categoría adulta, que tendrá forma de batallas de uno contra uno, en las que los deportistas se enfrentarán bailando sobre una música que no conocen de antemano pinchada por un DJ.
Para Salif, esta incorporación tiene sus pros y sus contras. “Si el bailarín es considerado atleta tendremos más posibilidades de apoyo financiero” reflexiona. “Sin embargo, ser considerado deporte reglamenta el hip hop, disminuyendo la capacidad creativa, eliminando trucos que venían de la calle y sobre todo la actitud: el sentido del hip hop se va perdiendo”.
Si el bailarín es considerado atleta tendremos más posibilidades de apoyo financiero
“Desde una perspectiva cultural, cualquiera puede bailar, una persona grande de talla, baja, gorda, delgada, con algún hándicap... hay libertad total. En el breakdance deportivo no, por lo que muchos bailarines no se sienten a gusto o simplemente no son reconocidos como parte del sistema”, remata.
Aprender a bailar en un cibercafé
De etnia diola y orígenes gambianos, Salif creció en una gran familia que concibe la danza como modo de expresión cotidiano. “Cuando alguien nace, se casa o muere, o mientras cultivamos la tierra, bailamos. Trabajar y bailar: es nuestra forma de entender el mundo”, reflexiona.
Cuando alguien nace, se casa o muere, o mientras cultivamos la tierra, bailamos. Trabajar y bailar: es nuestra forma de entender el mundo
Él empezó en el fútbol en el barrio multicultural de Lyndiane, en Zinguinchor (de donde también es el futbolista internacional Krépin Diatta), pero pronto se pasó a las artes marciales y a la gimnasia, destacando por su gran flexibilidad. Cuando sus vecinos de Guinea Bissau trajeron la música house al barrio, Salif supo que su verdadera pasión era el baile. “La única condición que me puso mi madre fue estudiar, pero yo sabía que la danza sería mi oficio”, recuerda, contento de haber conseguido entrar en la universidad, donde está terminando Artes Gráficas.
“Pagaba 250 francos CFA [menos de 40 céntimos de euro] para conectarme 20 minutos en el cibercafé de mi tío y aprender en YouTube nuevos pasos de break, que luego repetía en casa durante horas”, explica riendo. Gracias a la asociación Kaay Fecc se fue formando con diferentes profesionales y en 2022 ganó el Battle Nacional de Senegal, lo que le consolidó en el sector. “Entre espectáculos, competiciones y clases consigo vivir de lo que más me gusta”, admite. Completa sus ingresos gracias a su pequeña empresa de infografía.
Pagaba 250 francos CFA [menos de 40 céntimos de euro] para conectarme 20 minutos en el cibercafé de mi tío y aprender en YouTube nuevos pasos de ‘break’
Aparte de París, el actual reto de Salif es otro: Dakar 2026. Dentro de dos años, la capital senegalesa acogerá los Juegos Olímpicos de la Juventud, la primera competición que el Comité Olímpico Internacional organiza en el continente africano. Su rol aquí no será competir, sino formar a las nuevas generaciones, o, como dice, “construir herencia en el breakdance senegalés”. Y, por qué no, sumar medallas. “Nuestro objetivo es que los deportistas senegaleses puedan ganar trofeos aquí, en Dakar”. Salif es uno de los formadores que trabaja con la Federación Senegalesa de Danza Deportiva para la selección y entrenamiento de jóvenes talentos de cara a la gran cita. “En Dakar y en Zinguinchor ya hay cultura del hip hop”, dice, “es una disciplina que se está arraigando en Senegal”.
Desde hace un par de años es formador puntual con diferentes estructuras culturales y en la Casa Break School de Zinguinchor. “La transmisión es mi obsesión. Mi mayor sueño es tener una escuela de baile propia y acompañar a niños y niñas senegalesas a desarrollar su talento: la danza puede ser un modo de expresión pero también un oficio”, afirma. El primer reto lo afrontarán dentro de dos años. Juegan en casa.
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