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Yara Nakahanda Monteiro, escritora luso-angoleña: “Descubrirnos negros es algo que nos es negado porque se nos enseña como negativo”

La autora de ‘Esa chica buena onda’, la historia de una mujer en busca de su identidad racial en Angola, reclama que Portugal abandone la mirada histórica del “buen colonizador” y admita las consecuencias nefastas de la esclavitud

Yara Nakahanda Monteiro
La autora Yara Nakahanda Monteiro, en la Biblioteca Palacio Galveias de Lisboa, en marzo de 2024.João Barata

Yara Nakahanda Monteiro (Huambo, Angola, 45 años) dice que nació tres veces: la primera en Angola, de donde es oriunda; la segunda en Portugal, a donde migró de pequeña con su familia; y la tercera en Brasil, donde se reconoció “como mujer negra”. Esta escritora, que se considera heredera de la historia colonial y de las consecuencias del sistema esclavista, publicó en 2018 su primera novela, Essa dama bate bué (Esta señora pega fuerte). Traducida al inglés como Loose Ties (Lazos sueltos) y nominada al Premio Literario de Dublín de 2023, fue publicada en español con el título Esa chica buena onda y acaba de ser presentada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. El relato cuenta la historia de Victoria y de la búsqueda de sus raíces, de su madre, Rosa, una mujer que combatió por Angola en el conflicto civil. En las primeras hojas del libro se lee la dedicatoria a la tatarabuela Nakahanda, a la bisabuela Feliciana, a la abuela Júlia, a la tía Wanda y a la madre Carla, en un recorrido afectuoso hacia su linaje materno.

Pregunta. En Esa chica buena onda, Victoria, una mujer negra que vive en Europa, hace un viaje de autodescubrimiento de la Angola femenina, de donde es su familia. Por momentos se pregunta: “Aquí soy clara (¿en Angola?) y allá, oscura (¿Portugal?)”. ¿Usted se identifica con Victoria?

Respuesta. Esos pasajes se refieren a una política del color. Durante el período colonial portugués, la jerarquía social se mezclaba con el color de piel. Cuanto más clara era, más privilegios tenía y las personas negras estaban en la base. Hoy, muchas personas negras de piel clara también son herederas de este lado opresor, europeo y portugués, de violencia colonial. Esta situación genera conflictos de pertenencia que yo, como luso-angoleña, tengo herencia portuguesa blanca y angoleña negra. Como a la protagonista de mi novela, Victoria, esto me generó muchas inquietudes. Pertenecer a “dos lados” hace que no pertenezcas a ninguno. Iba de vacaciones a Angola y era “la visita” de Portugal. Y algunas veces sentí que se me exigió una renuncia a uno de mis dos lados. Yo soy lo que soy por la herencia que tengo. Mis raíces son africanas y mis alas europeas. Y me identifico en el personaje de Victoria en esa búsqueda de identidad. Yo también regresé a Angola por mis raíces.

P. El libro cuenta mucha de la historia de la guerra civil de Angola y de los personajes femeninos. Usted nació en 1979, en el contexto de ese conflicto. ¿Fue su intención reconstruir historias de mujeres durante la guerra?

R. En mi investigación sobre la historia nacional me encontré con un libro que me mostró la versión histórica femenina de la Guerra de la Independencia y la Guerra Civil Angoleña. Lo que intenté hacer en mi libro fue rescatar algunas de esas historias silenciadas de mujeres y hacerles un homenaje a aquellas que combatieron dos veces: contra el enemigo, que en aquel momento era Portugal como símbolo del colonialismo, y contra el patriarcado. Hay imágenes que muestran a mujeres con armas y un hijo sobre sus espaldas.

P. ¿Intenta también reconstruir su historia familiar?

R. La única semejanza que existe en este libro es que mi familia, al igual que la familia de Victoria, también salió de Angola durante la guerra civil. Sin embargo, en mi historia existen casos dramáticos causados por la guerra, que no solo mata cuerpos, sino que deconstruye lazos emocionales. Yo crecí en Portugal a donde llegué con mi familia materna, mi madre, mi tía y mi abuela. Luego llegó mi abuelo. Somos una familia refugiada de una guerra civil. Mi abuelo falleció con un mapa de Angola frente a su cama. Abandonamos Angola, pero nunca nos separamos emocionalmente.

P. ¿Cómo fue recibida la novela en Portugal?

R. El libro fue muy bien recibido por la academia portuguesa. Fue una gran sorpresa para mí. Hubo personas de mi generación que se identificaron con el relato de regresar a Angola.

La historia de Portugal mantiene la visión del “buen colonizador”

P. Ha mencionado que Angola es como una historia silenciada. ¿Cuál es el relato que se hace en Portugal?

R. La historia de Portugal mantiene la visión del “buen colonizador”. En la actualidad existen muy buenas relaciones entre Portugal y Angola. No obstante, no hay un diálogo abierto y sincero sobre las violencias perpetuadas. Yo estudié en el sistema educativo portugués y se ve poco y nada sobre el colonialismo y la esclavitud. Aún hoy, en los manuales escolares, se menciona la palabra “esclavos” y no a las “personas esclavizadas”. Hay una deshumanización de los cuerpos negros. El relato sobre la historia de Portugal es sobre las glorias, los triunfos de la expansión marítima, de la llegada al Brasil, a los nuevos territorios. Pero no se habla de las violencias del sistema, de las personas que murieron en el tráfico transatlántico. De todos modos, tampoco se puede generalizar. Tuvimos recientemente el ejemplo del actual presidente de la República [de Portugal], Marcelo Rebelo de Sousa, quien ha evidenciado la necesidad de reconocer las responsabilidades de las violencias y de los crímenes cometidos por el colonialismo.

P. Cuenta que se reconoció negra cuando vivió en Brasil.

R. Viví dos años en Río de Janeiro. Fue cuando me encontré con los movimientos de orgullo negro, de literatura negra, de ficción y no ficción sobre la negritud. Fue como un despertar para mí que no me había sucedido ni en Portugal ni en Angola. Autoras brasileñas como Conceição Evaristo, Ana Maria Gonçalves o Bianca Santana tuvieron una gran influencia en mi rescate identitario. Cuando leí a la escritora Bianca Santana me descubrí negra. Porque descubrirnos negros es un proceso, es algo que nos es negado porque se nos enseña como negativo. Brasil es un país donde el racismo estructural está presente en lo cotidiano. Basta mirar a quienes son empleadas domésticas, a los empleados en los cafés o a quienes viven en las favelas. En Río de Janeiro, la violencia policial también me dio la pauta de ese racismo estructural, de cómo se mata indiscriminadamente y se dispara contra cuerpos negros.

Los movimientos feministas de mujeres negras sienten que sus reivindicaciones no están integradas en los movimientos de mujeres blancas en Europa

P. ¿Cuáles son los puntos de conexión y diferencias entre movimientos feministas y artísticos de mujeres negras en países de Africa, en Brasil y Europa?

R. Son diferentes comunidades y realidades. Felizmente, Brasil tiene una gran influencia de los movimientos negros americanos y por eso está mejor estructurado, mucho más avanzado que los movimientos negros feministas de Portugal. La lucha de las mujeres negras en África, por ejemplo, es completamente diferente: reivindican necesidades básicas como el acceso a la salud o al agua potable. En Europa, la lucha es constante por el derecho a la igualdad, a la participación, al antirracismo. Muchas veces, estos movimientos de mujeres negras, y esto lo veo de forma recurrente, sienten que sus reivindicaciones no están integradas en los movimientos de mujeres blancas en Europa, lo que para mí es un problema. Yo a veces siento que los feminismos europeos son elitistas, que solo luchan por algunas mujeres, por mujeres blancas.

P. ¿Cuáles son los mayores desafíos para adoptar políticas públicas antirracistas y de reparación histórica en Portugal?

R. La falta de reconocimiento de las violencias, de las disparidades heredadas y la negación de las consecuencias del colonialismo y la esclavitud. Cuando suceda un reconocimiento de esas disparidades y tengamos demostraciones como en Francia y Alemania, pasaremos a las reparaciones. La cuestión de las reparaciones no es solo humanitaria. Es, por encima de todo, un compromiso moral de restitución de la justicia, un compromiso para la rehabilitación de los descendientes. No obstante, ha habido algunos avances. En Portugal, fue creado un plan nacional de combate contra el racismo. Otra iniciativa ha sido la encuesta étnico-racial, realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas para analizar el origen étnico racial de los residentes en Portugal y los factores de discriminación que existen. Aún hay resistencias de la sociedad. El futuro pasa por la construcción de una memoria reconciliada con su pasado, con el dolor y con la herencia.

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