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Aprender a hacer pasteles como forma de salir de la vulnerabilidad para las mujeres en Marruecos

La formación profesional en el país magrebí ofrece a víctimas de violencia, viudas o divorciadas ser independientes económicamente, y a los jóvenes una alternativa a emigrar

Mujeres en Marruecos
Alumnos en la clase de repostería francesa en el centro de formación profesional de la asociación Al Amal en Tetuán (Marruecos), a principios de abril.Chema Caballero

Hassnae Aourez quedó viuda el mismo día que nació su hija menor, hace 13 años. Su hijo tiene 15. Se vio sola cuidando de dos niños y las leyes de Marruecos la privaron de la herencia de su marido. Sin apoyo familiar, tuvo que recurrir a la caridad. La encontró en la asociación Al Amal. Durante años ha recibido asistencia, pero ahora ha decidido dar un paso adelante y formarse para un día establecer su propio negocio. Con 36 años, estudia cocina y repostería tradicional marroquí en el centro de formación profesional que la agrupación tiene en la ciudad de Tetuán, en el norte del país. “Mi barrio está lejos, pero no me importa caminar para venir a clase. Mi sueño es tener un día mi propia pastelería y así no depender de nadie para pagar los estudios de mis hijos y cuidar de ellos”, asegura.

Son muchas las mujeres en situación de vulnerabilidad que acuden a la asociación. Esta les ofrece apoyo psicológico, jurídico, económico y las anima a formarse para romper su situación de dependencia. En 2010, decidieron comenzar los cursos de formación profesional para ayudar a víctimas de violencia de género, divorciadas o viudas a encontrar un medio de subsistencia, y con ello, libertad e independencia. En los últimos tiempos, también se han abierto a jóvenes para ofrecerles las mismas oportunidades.

La situación de la mujer en Marruecos necesita mejorar”, asegura Lamia Maazi, presidenta de Al Amal, en una visita al centro a principios de abril. La Constitución de 2011 estipuló por primera vez la igualdad de géneros, pero las leyes todavía no se han adaptado. El rey Mohamed VI impulsa una reforma del Código de Familia (la Mudawna), para acomodarse a la nueva realidad social del país, que ha generado polémica y que todavía no se ha llevado a cabo. Las discriminaciones a la hora de recibir la herencia, las dificultades para acceder a un trabajo, la alta tasa de analfabetismo femenino (casi el 36%, según la Unesco) y unos patrones culturales muy patriarcales pesan sobre ellas.

Mi sueño es tener un día mi propia pastelería y así no depender de nadie para pagar los estudios de mis hijos
Hassnae Aourez, viuda de 36 años

En las aulas de peluquería, costura o de maquillaje y cuidado corporal se mezclan mujeres adultas con jóvenes. Juntas aprenden estas especialidades con la esperanza de encontrar un empleo. Ofrecen también cursos de electricidad y fontanería para los varones. Pero la estrella del centro son las clases de cocina, tanto tradicional como occidental. La de pastelería y panadería francesas es la más solicitada.

En el último piso del edificio se encuentra el taller de repostería. Hoy aprenden a hacer tarta de queso. Una veintena de chicas y chicos, con uniformes blancos, rodean una larga mesa de acero inoxidable. En uno de los extremos, la profesora explica los pasos a seguir. Enseña los ingredientes. Los pesa. Los añade uno a uno a un bol y los bate. Los alumnos toman notas en sus cuadernos. Alguno de los del fondo se acerca para ver mejor el proceso antes de regresar a su puesto.

“Hemos abierto el centro a estos jóvenes porque en esta región tenemos un fuerte problema de abandono escolar y desempleo”, continúa Maazi. “Es muy triste ver a chicos y chicas de 14, 15 o 16 años sin nada que hacer, pasando el día en la calle. Su único sueño es cruzar a la otra parte del mar, ir a España, ir a Europa. Yo les digo: ‘Tenéis que aprender un oficio que os ayude a encontrar trabajo”.

Muchos de los que terminan sus estudios en el centro consiguen un empleo en el sector turístico, que experimenta un fuerte crecimiento en la zona pero no es capaz de absorber a todos. Marruecos cuenta con una tasa de desempleo juvenil del 38,2%. El centro se esfuerza en encontrar alternativas que favorezcan que sus graduados encuentren trabajo, como la promoción del emprendimiento y la formación de cooperativas. Mohamed Akassri, responsable en la zona de proyectos de CODESPA (ONG española que apoya a la asociación Al Amal), recalca la importancia de la formación profesional para frenar la migración de los jóvenes, pero subraya que hay que crear más puestos de trabajo. “De otra forma, pronto se sentirán frustrados y cruzarán el mar con sus diplomas. Es muy difícil conseguir empleo. Por eso insistimos en la formación, así tienen más oportunidades”.

Cuatro solicitudes por plaza

En los últimos años, la demanda de plazas de formación profesional ha crecido notablemente. Este curso, la tasa de solicitudes a nivel nacional ha sido del 435%, es decir, más de cuatro solicitudes para cada plaza, según datos de la Oficina de Formación y Promoción de la Formación Profesional del Trabajo (OFPPT). El Gobierno marroquí ha colocado la formación profesional como una de sus prioridades, y hace importantes inversiones en este sector. Durante el curso 2023-2024 se han abierto 13 nuevos centros de formación profesional en seis regiones, según la OFPPT. En total, el sistema público ofrece 410.000 plazas (frente a menos de 100.000 a principios de siglo), de las cuales 262.000 son para alumnos de primer año.

Youssra Elfahssi, de 23 años, estudió Sociología en la Universidad de Tetuán, pero no encontraba trabajo. Decidió hacer el curso de repostería francesa y ahora está empleada en una panadería. Y sigue acudiendo a clase para aprender cocina marroquí. “He encontrado una salida laboral que me permite ser independiente. Lo que la universidad no me dio, me lo ha ofrecido la formación profesional”, asegura.

En 2018, Al Amal puso en marcha la pastelería Moltaka Rayahin con el objetivo de ofrecer empleo protegido a mujeres, víctimas de violencia de género o en situación de vulnerabilidad. Situada en un barrio popular, en la avenida de Kabul, entre las calles Sevilla y Córdoba, ofrece gran variedad de dulces tradicionales marroquíes y platos salados: desde la riquísima pastela a pasteles de carne o verduras; pizzas y otros manjares modernos acompañados de cafés o resfrescos. En el piso superior hay un salón donde los hombres tienen el acceso vetado, para favorecer la privacidad de las mujeres. Cinco personas atienden continuamente a los clientes. Muchos compran para llevar.

Asme Salai es una de las seis mujeres que pusieron en marcha la pastelería Moltaka Rayahin.
Asme Salai es una de las seis mujeres que pusieron en marcha la pastelería Moltaka Rayahin.Chema Caballero

Comenzó como una cooperativa de seis mujeres y recientemente se ha convertido en una empresa social que da empleo a 19 personas. Además, ofrece prácticas a los estudiantes del centro Al Amal. El negocio ha crecido tanto que han tenido que establecer un obrador separado de la pastelería. También cuenta con varias furgonetas y conductores que reparten los pedidos. En esta expansión CODESPA ha aportado asesoramiento técnico (con la financiación del programa Best Africa de la Fundación Banco Santander, que financió este viaje) para mejorar la oferta, buscar nuevos canales de ventas y fortalecer el equipo de gestión.

Asme Salai, de 57 años, una de las mujeres que iniciaron el negocio, señala lo que les ha costado llegar hasta aquí: “Al principio, las seis fundadoras trabajábamos hasta 12 horas diarias. Fue un gran sacrificio, porque no teníamos dinero para pagar a más personas. Sin embargo, era nuestro proyecto, la primera vez que teníamos algo para nosotras mismas. Así que nos esforzamos. Luego vino la pandemia de covid-19 y casi tenemos que cerrar. Pero, gracias a Alá, ahora estamos bien y mira la cantidad de jóvenes que trabajan con nosotras. Incluso algunos hombres. ¿Quién nos lo hubiera dicho cuando comenzamos?”.

Salai explica que se están planteando ampliar el negocio. Quizás abrir una pastelería más. “Así podríamos dar trabajo a muchas más personas, en especial a mujeres con problemas, para que tengan las mismas oportunidades que tuvimos nosotras. Pero eso requiere una gran inversión. Además, ahora todo es muy caro. Utilizamos productos de primera calidad: aceite de oliva, almendras, azúcar, miel. Cada vez que vas al mercado todo ha subido. Eso hace que ahora tengamos menos beneficios, porque no podemos aumentar mucho el precio de nuestros productos. Pero estoy segura de que, con la ayuda de Alá, vamos a seguir creciendo y empleando a más personas”.

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