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El mundial de los niños sirios se juega entre los escombros de la guerra

Menores de los campos de desplazados de Idlib emulan el campeonato de fútbol de Qatar con el mismo calendario, pero bajo el estruendo de los aviones de combate

Hussein vive desplazado en el campo de Abtin, en el norte de Siria. Hoy sonríe porque va a disputar un partido del "verdadero" Mundial del fútbol, en Idlib.
Hussein vive desplazado en el campo de Abtin, en el norte de Siria. Hoy sonríe porque va a disputar un partido del "verdadero" Mundial del fútbol, en Idlib.OMAR ALBAM

Hussein Mutawa tiene 12 años y trabaja como vendedor de galletas en los peligrosos barrios de Idlib, en el norte de siria, para ayudar a mantener a su familia. “Salgo a trabajar a las siete de la mañana y suelo volver a las 12 de la noche para poder cobrar 50 libras turcas (2,50 euros), o al menos lo que me cuesta la comida y del pan”, dice Mutawa. Pero hoy ha dejado aparcada su tarea porque es un día muy especial: jugará al fútbol en el Mundial, pero no en el de Qatar, sino en el de los campos de desplazados de Idlib. El calendario de partidos y equipos es exactamente el mismo que el de Doha. Los jugadores, sin embargo, son muy distintos: unos 300 niños desplazados por la guerra y que, desde entonces, viven en campos. Muchos de ellos son huérfanos y trabajan en las zonas industriales de la zona para poder subsistir. El terreno de juego también dista mucho del lujo catarí. Aquí están rodeados de escombros y el peligro de los bombardeos es real.

Hussein Mutawa no recuerda la fecha en la que falleció su padre en un bombardeo. Él era aún pequeño. Hoy, trabaja vendiendo galletas más de 14 horas al día en barrios que pueden ser atacados en cualquier momento, pero no le queda más remedio para poder comprar comida, dice.
Hussein Mutawa no recuerda la fecha en la que falleció su padre en un bombardeo. Él era aún pequeño. Hoy, trabaja vendiendo galletas más de 14 horas al día en barrios que pueden ser atacados en cualquier momento, pero no le queda más remedio para poder comprar comida, dice.Omar Albam

Este Mini Mundial arrancó un día antes de la apertura del de Qatar y se disputa en el reconstruido Estadio Municipal de Idlib, recientemente inaugurado después de haber sido objeto de varios ataques durante la guerra. Fue incluso temporalmente convertido en una prisión por las fuerzas del régimen sirio, durante el control de la ciudad entre 2011 y 2015. La guerra siria comenzó en 2011 y más de 300.000 civiles han muerto en los últimos diez años a causa del conflicto, según cifras de la ONU.

Recuperada hoy su función deportiva, el entrenador de niños y supervisor del comité del torneo, Mohammad Mustafa Day, explica que el objetivo de esta competición es sacar de su rutina a los niños y trabajadores de los campos de desplazados. Han diseñado incluso una copa de dos metros y medio como trofeo. “Empezamos a entrenar a los niños para jugar en el medio campo, defensa y ataque, con muchas dificultades, porque antes estaban aislados y no habían podido jugar durante mucho tiempo a causa del conflicto”.

El entrenador Day espera que “este torneo termine bien y en paz”. Lo dice porque aquí la guerra sigue activa y, cuando hay sobrevuelos de aviones de combate en el momento del partido, se ven obligados a cambiar de plan para proteger a los niños y no poner en peligro sus vidas. El riesgo es real: las fuerzas rusas y el régimen sirio bombardearon el campamento de Maram, en Idlib, en noviembre de 2022, lo que provocó la muerte de siete personas desplazadas y decenas de heridos, según Naciones Unidas. Pero esta reciente masacre no ha frenado las ganas de jugar este campeonato.

Muchos de los niños que participan en el torneo crecen sin padres. De los 680.000 que viven en campamentos en el norte de Siria, la mayoría son huérfanos. ِShihab Al Din es uno de ellos. Tiene 14 años y está aprendiendo el oficio de carpintero en la zona industrial de su pueblo, Sarmin, en la zona rural de Idlib. Su padre fue asesinado al comienzo de la guerra, cuando él y sus dos hermanos eran pequeños, lo que les obligó a abandonar la escuela. Como ellos, dos de cada tres niños carecen de educación en el norte del país, como denunciaba Save the Children en un informe de diciembre de 2020, que analizaba el impacto de la guerra sumado al de la covid-19 en la infancia.

Dos de cada tres niños carecen de educación en el norte de Siria

El fútbol ha sido la afición de Al Din desde que “veía a Cristiano Ronaldo y Messi en la televisión cuando era pequeño”, dice. En el Mini Mundial, cuya organización está apoyada por la ONG Violeta, el chico juega con la camiseta de Brasil. La apertura de este torneo fue como un día festivo para él, asegura, ya que pudo practicar su pasatiempo favorito.

Más de una veintena de los pequeños jugadores proceden de otros campos de desplazados dispersos por la franja fronteriza con la vecina Turquía. Otros siete equipos están compuestos por niños trabajadores de las zonas industriales del norte de Siria, que practican duros oficios sin cobrar un sueldo, con la idea de encontrar trabajo en el futuro y ayudar a sus familias. Es el caso Al Din en la carpintería. Trabajan además en lugares peligrosos. Y no solo por las condiciones laborales. En enero de 2020, varios aviones de combate del régimen sirio bombardearon la zona industrial de Idlib, lo que provocó una masacre que mató a 19 personas e hirió a decenas. Pero estos días, sus pensamientos no se centran en la pobreza, el trabajo o las bombas. Son días de Mundial y toca concentrarse en una sola cosa: jugar la pelota.

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