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Los casos de tuberculosis aumentan por primera vez desde hace dos décadas

El control de la enfermedad empeora a consecuencia de la pandemia y los conflictos armados, que también provocan un aumento de la mortalidad por segundo año consecutivo, con 1,6 millones de fallecidos

Tuberculosis Sudafrica
Un paciente de tuberculosis es atendido por una enfermera en una clínica de Médicos sin Fronteras en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en octubre de 2019.ALFREDO CÁLIZ
Lola Hierro

Primero fue la crisis de la covid-19 y después, los conflictos en curso en Europa del Este, África y Oriente Medio, la creciente inseguridad alimentaria y la inestabilidad política y económica: Todos estos fenómenos han entorpecido la lucha mundial contra la tuberculosis en los últimos dos años y ahora los nuevos datos confirman que el impacto ha sido grave: Por primera vez en dos décadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha informado de un aumento del número de personas que contraen esta enfermedad infecciosa y su variedad resistente a los medicamentos, y también de un incremento de las muertes relacionadas con la misma. Se estima que hubo 10,6 millones de nuevos pacientes en 2021, un 4,5% más con respecto a 2020, según los datos recogidos en su último informe anual al respecto, presentado este jueves.

Los resultados del descalabro a la hora de acceder a servicios de prevención, diagnóstico y tratamiento se dejaron ver el año pasado, cuando la OMS ya alertó de que el número de fallecidos no había bajado por primera vez en diez años por efecto de la covid-19. Ahora, la tendencia se reafirma: no solo siguen subiendo las muertes, sino también el número de enfermos. “Desde el año 2000 la incidencia ha disminuido aproximadamente un 2% al año. Pero este 2021, por primera vez, hemos visto un aumento del 3,6% en nuevas infecciones y de un 3% en el caso de la tuberculosis resistente” ha declarado en rueda de prensa la doctora Tereza Kasaeva, directora del Programa Mundial de la OMS contra la Tuberculosis. La experta ha recordado que las defunciones también van al alza desde el año pasado, pues en 2021 ha costado la vida a 1,6 millones de personas, y ha calificado estas tendencias como “muy preocupantes”, aunque no sorprendentes: “Desde el principio de la pandemia avisamos de que si el acceso a los servicios esenciales no se proporcionaba lo antes posible, esto podía ocurrir. Ha ocurrido, por desgracia, y la recuperación no avanza lo suficientemente rápido”.

El informe señala el daño que han infligido las interrupciones de estos servicios por la covid-19: un número mucho menor de personas diagnosticadas y tratadas. Aunque en 2021 se ha producido una cierta recuperación, esta sigue estando muy por debajo de los niveles prepandémicos. Por ejemplo, el número notificado de personas recién diagnosticadas disminuyó de 7,1 millones en 2019 a 5,8 millones en 2020, y ahora se ha dado una subida parcial, con 6,4 millones en 2021. Las reducciones en el número registrado de pacientes diagnosticados sugieren que ha crecido el número de personas que se ha infectado y está sin diagnosticar. Esto, a su vez, resulta en un mayor número de muertes en primer lugar, en una mayor transmisión de la infección en la comunidad a continuación y, por último, con cierto retraso, en un mayor número de personas que desarrolla la enfermedad. El suministro del tratamiento preventivo tampoco se ha recuperado: en 2021 se proporcionó a 3,5 millones de beneficiarios, todavía ligeramente por debajo del nivel de 3,6 millones de 2019, pero un poco mejor que los 3,2 millones en 2020. Por otra parte, solo 161.746 personas o una de cada tres con tuberculosis resistente a la rifampicina —el fármaco de primera línea— (161.746) pudieron iniciar el tratamiento.

Se estima que hubo 10,6 millones de nuevos pacientes en 2021, un 4,5% más con respecto a 2020

La OMS ofrece cada año desde 1997 un extenso informe con datos de 215 países sobre las tendencias y la respuesta mundial a esta patología causada por una bacteria (Mycobacterium tuberculosis) que suele afectar a los pulmones y puede propagarse cuando un enfermo expulsa los bacilos al aire, por ejemplo, al toser. Ocho países representaron más de dos tercios del total: India, Indonesia, China, Filipinas, Pakistán, Nigeria, Bangladés y la República Democrática del Congo.

Si bien es prevenible y curable con un régimen farmacológico de cuatro a seis meses, también ha sido la infección más letal del mundo hasta que la covid-19 le arrebató el primer puesto. Los esfuerzos de múltiples actores, desde gobiernos y poderosas instituciones internacionales hasta la última de las enfermeras del pueblo más remoto del mundo, con su dinero y su trabajo, han contribuido a salvar 74 millones de vidas en lo que llevamos de siglo XXI en un intento de cumplir los objetivos de la Agenda 2030 y de la Estrategia End TB: reducir el número de muertes en un 95% y la tasa de incidencia en un 90% entre 2015 y 2035.

Los esfuerzos de múltiples actores han contribuido a salvar 74 millones de vidas en lo que llevamos de siglo XXI

Pero el tiempo se agota y esta ambiciosa meta no se va a cumplir, ha lamentado Kasaeva: “Los retrocesos en el progreso significan que los objetivos mundiales están fuera de nuestro alcance; es necesaria una acción urgente para volver a encarrilar la respuesta”. A nivel mundial, la reducción del número total de muertes entre 2015 y 2021 fue inferior al 6%, cuando ya se tenía que haber llegado a un 35% para poder cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Mientras, la reducción acumulada de la tasa de incidencia entre 2000 y 2021 fue del 10%, la mitad del 20% que se ha marcado, y aunque 26,3 millones de afectados fueron tratados entre 2018 y 2021, todavía se está muy lejos de los 40 millones que se pretendía asistir.

La pandemia de covid-19 supuso un palo en la rueda para la lucha contra la tuberculosis, pero las razones de fondo para que una enfermedad como esta, que supone un coste humano y social enorme para los afectados, sus familias y sus comunidades, van más allá. Las crecientes tasas de pobreza, desigualdad, desnutrición y otras comorbilidades, así como la discriminación y el estigma, son los principales impulsores de esta epidemia. Por ejemplo, de los 10,76 millones de personas que enfermaron el año pasado, se estima que 2,2 millones de casos son atribuibles a la desnutrición y otros 2,6 millones a otros factores de riesgo como la infección por VIH, los trastornos por consumo de alcohol, el tabaquismo y la diabetes. “Tenemos que invertir en la ampliación de la protección social y la cobertura sanitaria universal, en la lucha contra el estigma y la discriminación, así como en el fortalecimiento del compromiso multisectorial y la responsabilidad”, ha solicitado la experta de la OMS.

Alarmante falta de financiación

Desde la OMS insisten —pues no es la primera vez— de que la respuesta a la tuberculosis se encuentra gravemente infrafinanciada: los fondos comprometidos para la prevención, la atención, la investigación y el desarrollo de nuevas herramientas disminuyeron de los 6.000 millones de dólares del 2019 prepandémico a 5.400 millones en 2021, lo que supone menos de la mitad del objetivo mundial de 13.000 millones de dólares anuales para 2022. Al igual que en los diez años anteriores, la mayor parte de la financiación utilizada en 2021, un 79%, ha procedido de fuentes nacionales. Para los países de ingresos bajos y medios, que son los que más padecen este problema de salud pública, el apoyo de donantes internacionales sigue siendo crucial. En cuanto a estos, la principal fuente de apoyo es el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, y el Gobierno de Estados Unidos es el mayor donante bilateral para investigación y desarrollo.

“Se necesitan al menos 1.100 millones [de dólares] más. Es una cantidad realmente pequeña”, ha reclamado Kasaeva, quien también ha pedido aprovechar las enseñanzas extraídas de la investigación para la covid-19 y catalizar las inversiones para acelerar el desarrollo de nuevas herramientas, especialmente vacunas, de las que hay actualmente 16 candidatas en distintas fases de ensayo clínico. “Creemos que es posible. La OMS va a convocar una cumbre de alto nivel sobre nuevas vacunas contra la tuberculosis a principios del año que viene, para poner de relieve estos problemas”, ha manifestado.

Las notas positivas

Como nota positiva, el informe destaca que los países están aumentando la adopción de las nuevas herramientas y guías recomendadas por la OMS, lo que se traduce en un acceso temprano a la prevención y atención de afectados y, por tanto, en mejores resultados. Así, la proporción de personas diagnosticadas que se someten inicialmente a una prueba de diagnóstico rápido aumentó del 33% al 78% en el último año, y 109 países utilizan ahora el tratamiento oral, frente a los 92 del año pasado. Para la resistente, 92 países emplean ahora tratamientos más cortos, frente a los 65 de 2020. También ha aumentado el acceso a regímenes más cortos para la medicación preventiva.

Entre las desesperanzadoras páginas de este último informe de la OMS se encuentran también dos casos de éxito. Por una parte, siete países muy endémicos de África subsahariana —Etiopía, Kenia, Lesoto, Namibia, Sudáfrica, la República Unida de Tanzania y Mozambique— han logrado una reducción del 22% de incidencia desde 2015, y supera así el hito previsto para el año 2020 de la estrategia mundial contra la enfermedad. Por otra parte, el tratamiento preventivo para las personas que viven con el VIH, y para quienes esta infección es la principal causa de muerte, ha superado con creces el objetivo mundial de seis millones en el periodo 2018-2022, alcanzando más de 10 millones en solo cuatro años. “Si la pandemia nos ha enseñado algo, es que con solidaridad, determinación, innovación y el uso equitativo de las herramientas, podemos superar graves amenazas sanitarias. Apliquemos esas lecciones a la tuberculosis. Ha llegado el momento de poner fin a esta larga causa de muerte. Trabajando juntos, podemos acabar con ella”, ha difundido en una nota de prensa el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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