Europa: destruir selvas para hacer calzoncillos
Grandes marcas de moda europeas, también españolas, utilizan viscosa y cuero vinculados a deforestación de la Amazonía y Borneo debido a la falta de trazabilidad de las materias primas y a las lagunas en las normativas europeas
El tejido más utilizado del mundo procede del petróleo y cada año llena los océanos de toneladas de microplásticos. Es el poliéster. En cambio, la viscosa procede de los árboles, un recurso renovable y biodegradable. Luego está la piel de vacuno, otro material natural que, al fin y al cabo, es un subproducto de la industria cárnica. En teoría, ambas son alternativas sostenibles a los tejidos procedentes de combustibles fósiles.
En la práctica, las cadenas de suministro globales de viscosa y cuero, complejas y opacas, están empujando a grandes marcas de moda europeas a deforestar la Amazonía brasileña y las selvas de Borneo, en Indonesia, tal y como indican las pesquisas recientes de la Red de Investigaciones de Bosques Tropicales y de ONG locales e internacionales. Según ha constatado EL PAÍS, la moda española tampoco se salva.
El viaje desde el terreno hasta el armario empieza en el territorio de la etnia dayak, en la provincia de Kalimantan Norte, en Borneo. La isla conserva la selva más antigua del planeta, de 130 millones de años; tiene la especie de árbol tropical más alto del mundo (Shorea faguetiana), equivalente a un edificio de 26 plantas; y alberga turberas, un tipo de humedales cuyos suelos orgánicos almacenan el doble de carbono que toda la vegetación del globo.
El bosque ancestral es un runrún de simios, pájaros e insectos vital para el clima y la biodiversidad. Pero allí donde los bulldozers están drenando las turberas y arrasando los árboles para establecer plantaciones industriales de eucaliptos y acacias, solo hay silencio.
La viscosa, como el papel, es una fibra procedente de la celulosa y fue desarrollada hace un siglo. Para producirla, se somete la madera a un agresivo tratamiento químico para obtener una pasta. Plantas especializadas convierten esta masa en fibras de viscosa que, a su vez, otras empresas transforman en productos como ropa, toallitas desmaquillantes y mascarillas. La viscosa es la tercera fibra más usada del mundo, después del poliéster y el algodón.
“No podemos seguir talando árboles de 400 años y drenando turberas para hacer calzoncillos y camisetas”, sostiene Nicole Rycroft, fundadora de la ONG canadiense Canopy Planet, que promueve cadenas de suministro sostenibles. La organización estima que, cada año, se cortan 200 millones de árboles para satisfacer la demanda de fibras del sector de la moda; a menudo, cortando bosques ancestrales para establecer monocultivos de eucaliptus y acacia, dos especies de crecimiento rápido que se utilizan como fuente de celulosa.
Mientras tanto, en la Amazonia brasileña, un lugareño convierte una parcela de bosque tropical primario en pasto para su rebaño. Es ilegal, pero él está tranquilo. Sabe que venderá sus vacas a una granja regularizada que, a su vez, suministrará los animales blanqueados a un matadero. Borradas las trazas del origen del ganado, puede empezar el periplo internacional. El matadero venderá las pieles a una tenería, y ésta ofrecerá el cuero a fábricas que producirán zapatos, bolsos e incluso asientos de vehículos para marcas norteamericanas y europeas.
La ganadería comercial es la primera causa de deforestación de la Amazonía, el mayor bosque tropical del mundo, y la industria del cuero es una pieza importante del engranaje productivo. Solo el sector de la moda necesitará 430 millones de vacas anuales para satisfacer la demanda global hasta 2025.
Hasta el 80% de la huella de carbono de las empresas de la moda depende de cómo y dónde obtienen la materia prima y cómo manufacturan los productos, apunta Rycroft.
“No es suficiente tener fábricas limpias”, remarca la directora de campañas de Changing Markets, Nuša Urbancic. “Las marcas tienen la responsabilidad de conocer el origen de sus materias primas, pero muchas ni lo intentan”. Urbancic se refiere a la viscosa para el sector de la moda, aunque lo mismo puede aplicarse al cuero.
Según un informe de WWF de 2021, Europa es responsable del 16% de la deforestación tropical, solo por detrás de China, y España es el Estado de la Unión Europea (UE) con más deforestación importada después de Alemania e Italia. Además, España es un líder mundial en moda rápida, aunque las materias primas insostenibles también se usan en las marcas de lujo.
Por ello, la Comisión Europea (CE) está elaborando un arsenal de iniciativas, estrategias y regulaciones para reducir la huella ecológica de las empresas y consumidores europeos en el mundo, y para cumplir sus compromisos en materia de clima y biodiversidad.
Entre las más relevantes están el reglamento contra la deforestación importada, pendiente de aprobación por la Eurocámara y el Consejo de Europa; la Iniciativa sobre Productos Sostenibles, la de Diligencia Debida para empresas y la Estrategia para los Textiles Sostenibles, que verá la luz a principios de 2022. Este 2021, España y otros diez países escribieron a la CE para pedir una estrategia ambiciosa, indicando que, “de media, un ciudadano de la UE compra un 60% más de ropa que hace 15 años y la conserva la mitad de tiempo”.
Europa podría convertirse en la potencia con la legislación más avanzada del mundo en la materia. “Lo que nos preocupa ahora es que las nuevas normas europeas flojeen y acaben, o bien legitimando prácticas insostenibles, o permitiendo que se cuelen por la puerta de atrás”, señala Emily Macintosh, experta en textil del European Environmental Bureau (EBB). El EBB es la mayor red europea de ONG medioambientales y trabaja para influenciar las políticas comunes desde Bruselas.
Para comprender de qué depende la efectividad de las medidas hay que regresar a la selva y seguir a dos grupos empresariales: dos proveedores que están exponiendo al consumidor español a un alto riesgo de vestir y calzar, inadvertidamente, productos hechos a costa de los últimos bosques tropicales intactos del planeta.
Kalimantán - Madrid - Nueva York
El titán global de la viscosa Royal Golden Eagle (RGE), domiciliado en Singapur, controla diversos eslabones de la cadena de suministro en Asia y América: su subsidiaria APRIL, por ejemplo, produce pulpa de madera en Indonesia y la vende a su empresa hermana, Sateri, cuyas factorías chinas la transforman en fibras de viscosa.
En 2015, RGE y APRIL se comprometieron a frenar la producción de pulpa a partir de bosques naturales y turberas, después de años de notorio descalabro ambiental y conflicto con las comunidades. Hasta el día de hoy, y a pesar de las acusaciones de ONG locales, sostienen que mantuvieron su promesa. Pero el trabajo del físico Edward Boyda –que enseñó al ordenador cuántico de la NASA a contar cada árbol de California a partir de imágenes de satélite– cuenta otra historia.
NBC News, que como Planeta Futuro/ELPAÍS integra la Red de Investigaciones sobre Bosques Tropicales, encargó a Boyda, cofundador del grupo de estudios ambientales Earthrise, que analizase la deforestación en Kalimantan Norte. La zona demarcada abarca siete concesiones que suministran madera a APRIL.
Utilizando imágenes de la NASA y de satélites comerciales, el experto concluyó que se habían talado, por lo menos, 7.700 hectáreas de bosque natural desde 2015. Las comunidades dayak relatan que se han quedado sin caza, y que las inundaciones y los incendios son más frecuentes. Y APRIL tiene planes de expansión.
La tala infringe el compromiso de RGE y APRIL pero, en Indonesia, es legal; por lo menos, la fracción que tiene lugar dentro de las concesiones. La viscosa resultante acaba en fábricas de todo el mundo que han producido ropa para marcas como la sueca H&M y la española Desigual, presente en 150 países. Así lo han declarado las propias compañías en los informes de la ONG Changing Markets sobre moda y viscosa; el más reciente, de diciembre de 2020.
En respuestas a EL PAÍS/Planeta Futuro por correo electrónico, la directora de Producto de Desigual, Clara Delmuns, indica que han dejado de trabajar con proveedores que obtienen su viscosa de Sateri. “Hemos reaccionado rápido y los cambios se verán reflejados en nuestras colecciones de 2023″, señala la portavoz. “Nos aprovisionamos con antelación, de modo que los compromisos necesitan tiempo para convertirse en resultados tangibles”.
“Las cadenas de suministro de la moda son muy complejas y tienen muchos actores que no siempre son fáciles de trazar y auditar”, añade Delmuns, e indica que están realizando una prueba piloto con tecnología blockchain para trazar las materias primas hasta su origen.
Changing Markets hace un ranking anual de empresas de la moda en función de su transparencia, y en este contexto Desigual reveló su lista de proveedores de viscosa. Pero esto es solo la punta del iceberg.
¿Dónde acaba el resto de la producción de fabricantes como Sateri? ¿En qué blusas con etiqueta de papel reciclado, en qué chaquetas “respetuosas con el medio ambiente”? ¿En qué toallitas de usar y tirar “biodegradables”? No lo sabe el consumidor. No lo saben las autoridades aduaneras. No lo saben los gobiernos europeos. Y a menudo, no lo saben ni las propias empresas.
Legal, pero insostenible
Indonesia ha perdido 13 millones de hectáreas de bosque tropical en los últimos 20 años, un área del tamaño de Grecia, según la ONG Auriga y otros grupos ambientales indonesios. Buena parte de las tierras se han convertido en plantaciones de aceite de palma y café, pero no son estos cultivos los que le quitan ahora el sueño al director de Auriga, Timer Manurung.
Según Manurung, las concesiones para pulpa de madera todavía contienen 2,8 millones de hectáreas de bosque tropical, y varias pertenecen a algunas de las personas más influyentes de Indonesia: por ejemplo, la familia Tanoto, propietaria del ya mencionado imperio de la viscosa y el aceite de palma RGE, y el titán de la banca y el tabaco Robert Budi Hartono, el hombre más rico de este país de 273 millones de habitantes. Por ley, pueden talar todo lo que esté dentro de su concesión, incluyendo el bosque natural.
“De cara a los próximos años, lo que más me preocupa es la deforestación legal y las concesiones de pulpa de madera, porque les resulta sencillo obtener permisos del Gobierno”, explica Manurung, que ha participado en estudios de calado sobre los impactos ambientales y sociales del sector.
Mientras, la demanda de fibras celulósicas en Europa podría aumentar de forma significativa. La viscosa y el celofán, que también procede de la pulpa de madera, están emergiendo como sustitutos del plástico de un solo uso en productos como toallitas húmedas y envoltorios. En cuanto a ropa, solo un 10% de las 250 marcas analizadas en el Índice de Transparencia de la Moda 2021, de la ONG Fashion Revolution, tiene compromisos concretos sobre deforestación cero. Y menos todavía verifican la puesta en práctica de sus políticas a lo largo de las cadenas de suministros.
“Las firmas ponen un gran énfasis en la sostenibilidad de los envases, pero no de las prendas”, observa Delphine Williot, coordinadora de Políticas e Investigación de la entidad. La experta lo atribuye a lo siguiente: “Las compañías actúan para proteger su reputación, pero pocos consumidores conocen el vínculo entre viscosa, madera y destrucción de bosques; relacionan la deforestación con alimentos como la soja, pero no con la ropa”. O sea, los compradores no van a pedir cuentas a una empresa por un daño que no saben que está cometiendo.
Las ONG entrevistadas coinciden en que la autorregulación del sector es bienvenida, pero insuficiente. Lo que hace falta, dicen, son leyes. Normas que prohíban la entrada de fibras causantes de deforestación al mercado único de la UE, con 450 millones de personas; que establezcan diligencia debida obligatoria, verificaciones independientes y una combinación de sanciones y de incentivos para las alternativas sostenibles.
“Incluso los tejidos que, en principio, son más respetuosos con el medio ambiente pueden producirse de formas muy destructivas, y no podemos seguir esperando a que las empresas eliminen la deforestación y la polución de su negocio de forma voluntaria”, remarca Urbancic, de Changing Markets.
“La UE debería incluir la viscosa en su nuevo reglamento contra la deforestación importada”, pide Urbancic en referencia al texto propuesto este noviembre por la Comisión Europea, que busca frenar la entrada de soja, ternera, aceite de palma, cacao y café conectados a la destrucción de bosques. La norma incluye derivados como el cuero y la pulpa de madera, pero no productos finales como un bolso o fibras de viscosa y modal. “Europa también debería obligar al sector de la moda a ser más transparente para que ninguna marca pueda seguir escondiéndose detrás de opacas cadenas de suministro”, añade Urbancic.
Cuero: de la Amazonía a la estantería
Brasil tiene el mayor número de cabezas de ganado del mundo (215 millones) y exporta el 80% de su cuero bovino. La carne se destina al consumo humano, pero la piel aumenta la rentabilidad del negocio, de modo que es más que un simple subproducto.
The New York Times, que también integra la Red de Investigaciones sobre Bosques Tropicales, documentó este noviembre cómo las pieles de granjas ilegales en la Amazonía llegan a mataderos de los tres mayores envasadores de carne de Brasil –JBS, Marfrig y Minerva– y, luego, a diversas tenerías. La mayoría de las pieles de Marfrig son procesadas por Vancouros y Viposa, uno de los diez mayores exportadores de cuero del Brasil. Dichas observaciones se suman a años de informes de ONG internacionales. Este 2021, por ejemplo, Rainforest Foundation Norway indicó que Viposa “no tiene ninguna estrategia para rastrear el origen de su cuero”, y estimó que podría estar conectada a la desaparición de más de 126.000 hectáreas de vegetación nativa en Brasil entre agosto de 2018 y julio de 2020.
Y las pieles de Viposa llegan a España.
Más de 100 marcas de moda podrían estar contribuyendo a la destrucción de la Amazonía por sus conexiones con estas y otras empresas, según un estudio publicado este noviembre por la ONG ambiental Stand.Earth, dedicada a investigar cadenas de suministro y que analizó 500.000 hileras de datos de aduanas para el informe. Entre las compañías que considera expuestas a un mayor riesgo de deforestación están Adidas, H&M, Clarks, Geox, Guess, LVMH y Prada, además de las españolas Camper y Zara.
En respuestas a EL PAÍS/Planeta futuro por correo electrónico, la marca de calzado Camper confirma que trabaja con el fabricante de zapatos Stella Footwear y con la tenería Isa Tantec que, “entre otras”, compra pieles a Viposa. Las tres entidades figuran en el informe de Stand.Earth como vinculadas a la deforestación.
Camper asegura que solo trabaja con granjas fuera del bioma amazónico y muestra un documento emitido por Viposa del 29 de noviembre de 2021: “Declaramos que todas nuestras plantas cumplen con las regulaciones sociales y ambientales del país [Brasil], y que todos los cueros que compramos son de proveedores que cumplen con estas regulaciones”.
Viposa también dice contar con la Certificación de Oro del Leather Working Group (LWG o Grupo de Trabajo sobre el Cuero), un compromiso voluntario de trazabilidad del sector. Por su parte, la página web de Camper indica que pertenece a este mismo grupo y no utiliza “cueros procedentes de Brasil que contribuyen a la deforestación del bioma amazónico”. Sin embargo, el Grupo de Trabajo sobre el Cuero solo traza el material hasta los mataderos, no hasta los ranchos –legales o ilegales– donde nacen y se crían las vacas.
“Asumir que una certificación del LWG zanja el problema de la tala de bosques es un craso error”, alerta el investigador de Stand.Earth, Greg Higgs. “Por ejemplo, todas las tenerías JBS tienen la insignia de oro, a pesar de que sus lazos con la deforestación están extremadamente bien documentados”.
El sector del cuero no cuenta con un mecanismo de certificación independiente, a diferencia de la madera. Por ello, los expertos sostienen que una empresa de moda solo puede garantizar sus compromisos –en este caso, cero deforestación– si conoce el origen del ganado desde su nacimiento. “Un tercio de las empresas que revisamos tiene algún tipo de política sobre deforestación en sus cadenas de suministro, pero esta continúa”, explica Higgs. “No se trata solo de tener políticas, sino de implementarlas”.
Camper, con tiendas en 40 países, señala que está en contacto con los autores del informe: “Si detectáramos alguna desviación de nuestro código de conducta o estrategia Medio Ambiental, Social y de Gobernanza, dejaríamos de trabajar con ellos [los proveedores implicados] inmediatamente”.
También recalca que están trabajando para mejorar la transparencia y la trazabilidad. Según explica, en 2019 dieron a conocer las fábricas con las que colaboran y prevén publicar las tenerías. Asimismo, están realizando una prueba piloto con ID Factory para mejorar el seguimiento de la cadena de suministro. “Las tecnologías blockchain y QR serán fundamentales para tener una trazabilidad completa, segura e instantánea de cada uno de los cueros, desde la granja hasta el producto acabado”, sostiene Camper.
El caso de Inditex
Inditex, entre cuyas marcas está Zara, encabeza diversas iniciativas para una viscosa más sostenible. Pero según Stand.Earth, el grupo no ha dado a conocer políticas concretas para eliminar la deforestación de su cadena de suministro de cuero, y mantiene múltiples conexiones con JBS y Viposa. El coloso JBS se autodefine como el mayor procesador de cuero del mundo y se ha comprometido a cesar la deforestación, pero solo a partir de 2035.
En respuestas a EL PAÍS por correo electrónico, Inditex evita comentar los resultados del informe de Stand.Earth y los presuntos vínculos de Zara con estos proveedores brasileños. “Estamos ampliando el alcance de nuestras herramientas de trazabilidad para asegurar el cumplimiento de los estándares, y somos miembros de iniciativas como Leather Working Group y Textile Exchange junto a otros agentes de la industria”, responde la empresa, y apunta que el cuero y la piel representan menos del 2% de su materia prima. “Este impulso a la trazabilidad es clave para la protección de los bosques primarios o amenazados”, añade la compañía.
El Leather Working Group, insisten las ONG, no certifica que una empresa esté libre de deforestación. En cualquier caso, si las marcas no publican sus proveedores, ni sus compromisos ni sus progresos, ¿cómo pueden rendir cuentas?, se preguntan.
El turno de los ciudadanos...
La trazabilidad y la transparencia son importantes porque permiten a los consumidores y a las ONG identificar malas prácticas corporativas, pero no son la solución definitiva. “Podemos seguir usando la madera como fuente de celulosa, y por lo tanto viscosa, y seguir pendientes de que no se produce a costa de ecosistemas vitales, o podemos sustituirla por otras materias primas”, dice Rycroft, de Canopy Planet. Por ejemplo, se pueden utilizar las toneladas de ropa de algodón y viscosa usadas que hoy en día acaban en vertedero, residuos agrícolas que ahora se incineran, e incluso microorganismos productores de celulosa.
Suecia, por ejemplo, ya está construyendo la primera fábrica de pulpa de disolución del mundo que solo utilizará deshechos textiles como insumo. Este es un ejemplo de la economía circular, o sin residuos, hacia la que apuntan los expertos y el Pacto Verde Europeo. “Para 2030, la mitad de la viscosa del mundo debería proceder de estos insumos alternativos”, detalla Rycroft, quien llama a la UE a incentivar esta y otras soluciones de nueva generación; unas soluciones que también pasan por producir menos.
¿Y qué pueden hacer las personas, como consumidoras y como ciudadanas? Los expertos coinciden en tres acciones concretas: recordar que “la ropa más sostenible, es la que ya tenemos en el armario”, en palabras de Macintosh, del European Environmental Bureau; preguntar a las marcas por el origen de sus materias primas en foros públicos como las redes sociales; y exigir a la UE y a los respectivos gobiernos que elaboren legislaciones fuertes para acabar con la deforestación vinculada a la viscosa y a los productos con cuero importado.
... y el de los legisladores
En respuestas a EL PAÍS por correo electrónico, un portavoz del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) se ha referido al reglamento europeo sobre deforestación importada, señalando que está coordinando un grupo de trabajo interministerial para trabajar el texto propuesto.
La Comisión Europea (CE) plantea regular las importaciones de pulpa de madera, pero no de viscosa, que podría seguir entrando, aunque contribuya a la destrucción de selvas de 130 millones de años como las de Borneo. “La viscosa no está entre los productos listados, pero podría incluirse en la tramitación si se considera necesario”, responde el Miteco.
EL PAÍS preguntó a la CE si prevé adoptar medidas, y cuáles, para evitar las importaciones de viscosa causante de deforestación tropical. “La Iniciativa Europea para los Textiles Sostenibles no impondrá los estándares de la UE a la viscosa importada”, avanzó la portavoz de la Comisión para El Pacto Verde Europeo, Vivian Loonela, por correo electrónico. “La futura Iniciativa de Productos Sostenibles sí establecerá requisitos mínimos para ciertos productos, incluyendo los tejidos”, añadió, sin ofrecer más detalles. El sector de la moda necesitará un 35% más de tierras para 2030: en total 115 millones de hectáreas adicionales para producir ganado, fibras celulósicas y algodón, según Global Fashion Agenda, un foro global para la moda sostenible radicado en Dinamarca.
“La industria de la moda mueve billones de euros en todo el mundo”, dice el investigador de Stand.Earth Greg Higgs. “Creemos que con esta cantidad de dinero, y sumando fuerzas, pueden desarrollar soluciones creativas para acabar con la deforestación de una vez por todas”.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.