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Ciencia a la sombra de un baobab: el triunfo de 25 años de cooperación hispanoafricana

Manhiça fue el pueblo elegido para levantar un centro de investigación de las enfermedades de la pobreza. Han pasado 25 años y este sueño de Mozambique y España es un ejemplo de excelencia mundial. Entre sus hitos, aquí se desarrolló la que probablemente sea la primera vacuna contra la malaria recomendada por la OMS para su uso a gran escala

En la 'palhota' del centro de las instalaciones del CISM en Manhiça, la doctora Marta Cossa y el doctor Alberto García-Basteiro trabajan juntos.
En la 'palhota' del centro de las instalaciones del CISM en Manhiça, la doctora Marta Cossa y el doctor Alberto García-Basteiro trabajan juntos.ÓSCAR CORRAL
Lola Hierro

No crecen baobabs en el sur de Mozambique. Excepto en un soleado jardín, apenas un patio interior bien disimulado en uno de los miles de fincas de la ciudad de Manhiça. Allí, robusto y orgulloso, muestra sus peladas ramas un ejemplar tan único como el lugar que lo acoge, el Centro de Investigación en Salud de Manhiça o CISM: uno de los más eminentes espacios consagrados a la innovación médica y científica de África. La institución cumple 25 años este 2021 como pionero ejemplo de éxito de la colaboración en igualdad de condiciones entre el Gobierno de un país rico y el de uno pobre: un mano a mano donde se ha cumplido a rajatabla el “tanto monta, monta tanto” de los católicos reyes Isabel y Fernando.

Desde sus primeros pasos en 1996 hasta ahora ha aportado destacados avances en el campo de la investigación médica. Entre ellos, la vacuna RTS,S (Mosquirix por su nombre comercial) contra la malaria, pues aquí fue donde se realizaron las primeras pruebas de concepto y una parte importante de su desarrollo clínico; aquí, por primera vez, se demostró que se podía proteger a los niños africanos. Los estudios dentro y fuera del continente demostraron una reducción del 36% de los casos en niños vacunados a partir de cinco meses.

Tras finalizar un programa piloto de administración masiva de la Organización Mundial de la Salud (OMS) implementado desde 2019 en tres países –Kenia, Ghana y Malawi– con 800.000 menores de edad, es previsible que en los próximos días este organismo emita una recomendación para su utilización a gran escala como herramienta complementaria para prevenir el paludismo. Será la primera vez que la OMS recomiende el uso a gran escala de una vacuna contra la malaria, una decisión histórica que vendrá avalada por la evaluación previa de la Agencia Europea del Medicamento, que en 2015 dio una opinión positiva.

Fachada principal del CISM de Manhiça.  Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.
Fachada principal del CISM de Manhiça. Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.ÓSCAR CORRAL

Hoy, el CISM es un hervidero de médicos, epidemiólogos, demógrafos y técnicos de laboratorio –entre otras especialidades– volcados en la búsqueda de curas definitivas para la tuberculosis, el VIH y otras enfermedades de la pobreza. Es la famosa brecha 10/90 que el doctor Pedro Alonso, cofundador del CISM y actual director del Programa Mundial de la Malaria de la OMS, contaba a todo el que quería escucharle hace un cuarto de siglo, cuando elucubraba con crear un centro de investigación de referencia en África. “Si cuantificabas la carga de enfermedad en el mundo, el 90% estaba en los países en vías de desarrollo y solo el 10% en los desarrollados. Pero el presupuesto mundial de investigación va a las enfermedades de los países ricos, y solo el 10% se dedica a las enfermedades de la pobreza”, contextualiza.

Corría el año 1994 y Manhiça solo era un punto en el mapa de un país que acababa de salir de una larga guerra civil y que figuraba entre los tres o cuatro más pobres del mundo. A miles de kilómetros, el doctor Alonso y la también doctora Clara Menéndez llegaban al Hospital Clínic de Barcelona para contribuir al pequeño núcleo de salud internacional que unos años después sería el primer servicio de salud internacional de un hospital de España. “Me dieron vía libre mientras fuera un trabajo de calidad”, recuerda Alonso. “Clara y yo insistíamos en que la investigación en salud era imprescindible para el desarrollo económico y social y, por tanto, una herramienta clave en la cooperación internacional”. Con ese argumento arrancaron el “proyecto Manhiça”: establecer un centro de esas características en Mozambique. ¿Y por qué allí? Por la misma razón por la que uno encuentra langostinos sobre su mesa en cada Navidad: este país del África austral ha sido uno de los principales socios comerciales de España desde la época colonial gracias a la pesca y también, o quizá por eso, país prioritario para la Cooperación Española, la Aecid, que es la puerta a la que los doctores fueron a llamar en busca de apoyo económico.

Hospital distrital de Manhiça. Una enfermera está pesando y midiendo a un niño en presencia de su madre. Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.
Hospital distrital de Manhiça. Una enfermera está pesando y midiendo a un niño en presencia de su madre. Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.ÓSCAR CORRAL

Alonso se plantó en Mozambique cual director de cine a la caza de localizaciones para su siguiente película. Querían una zona rural, pero cercana a un aeropuerto, para facilitar las cuestiones logísticas y poder instalar laboratorios. “Debía ser un lugar donde se pudiera lograr que la investigación clínica y la epidemiológica fueran como en España. Nuestro mantra siempre ha sido: ‘lo mismo que se puede hacer en España se tiene que hacer aquí”, afirma Menéndez.

Manhiça poseía un hospital desangelado, con demasiados pacientes y escasos médicos, pero era capital de distrito, lo que facilitaba cuestiones administrativas. Con esto y sus apenas 80 kilómetros de distancia de Maputo, fue la elegida.

En aquellos tiempos de post conflicto, la situación sanitaria era preocupante. La mortalidad infantil era muy alta por las frecuentes epidemias de malaria y las diarreas, y el acceso a servicios esenciales de salud era mínimo. “Era común ver enfermerías enteras llenas de niños malnutridos. Poníamos en la misma cama hasta tres porque no había espacio para todos”, relata el actual director del CISM, Francisco Saúte, el primer mozambiqueño que se unió al proyecto cuando era un jovencísimo licenciado en Medicina.

Con este panorama, el CISM nació con tres ejes indisolubles: asistencial, de formación y de investigación. “No podíamos estar y no contribuir” afirma Alonso. “Y teníamos clarísimo desde el primer día que queríamos tener gente joven mozambiqueña que se formara”.

Clara Menéndez, cofundadora del CISM y directora de la iniciativa de Salud Materna, Infantil y Reproductiva (SMIR) en el Instituto de Salud Global de Barcelona.  Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa
Clara Menéndez, cofundadora del CISM y directora de la iniciativa de Salud Materna, Infantil y Reproductiva (SMIR) en el Instituto de Salud Global de Barcelona. Pincha en el enlace para ver la fotogalería completaÓSCAR CORRAL

Francisco Saúte dio sus primeros pasos en el CISM a las órdenes de Alonso, que dirigió la institución hasta 2009, y recuerda aquellos días de principiante. “Entonces trabajábamos en un cuarto del centro de salud, que ni siquiera era hospital distrital. Manhiça era más rural que ahora, la electricidad era irregular, no había teléfonos en las casas y debías ir a la oficina de correos para hacer una llamada… Era otro mundo. Nada hacía pensar que íbamos a estar aquí 25 años”.

La electricidad era irregular, no había teléfonos en las casas y debías ir a la oficina de correos para hacer una llamada… Era otro mundo. Nada hacía pensar que íbamos a estar aquí 25 años
Francisco Saute, director del CISM

A pesar de las dificultades, echaron a andar. Los investigadores pudieron ocupar al poco tiempo una escuela de enfermería contigua que estaba en desuso, y a partir de ahí todo fue crecer: laboratorios, despachos e instalaciones de todo tipo florecieron como floreció aquel baobab que años después los doctores Alonso y Menéndez plantarían allí mismo.

El nacimiento de una vacuna histórica

A toro pasado, uno de los principales hitos en la historia del centro ha sido su contribución en el ámbito de las políticas de salud. Sus trabajos ayudaron a la implementación en el sistema sanitario nacional de las vacunas contra la neumonía y la diarrea, dos de las principales causas de mortalidad infantil. También nació aquí la técnica de las autopsias mínimamente invasivas para determinar las verdaderas causas de muerte en niños y poder atajarlas. Asimismo, se han desarrollado estrategias novedosas para prevenir la malaria en embarazadas que hoy se pueden leer entre las recomendaciones de la OMS.

Pero el hallazgo más conocido es el de la vacuna de la malaria, una enfermedad que mata anualmente a una media de 400.000 personas, la mayoría niños menores de cinco años en la región de África subsahariana. Esta llegó tras la visita de la entonces directora de la Iniciativa de Vacunación contra la Malaria, Regina Rabinovich. “No estábamos muy preparados, pero rápidamente nos arremangamos. Se corrió mucho, debo decir: tenía que hacerse el primer ensayo de una vacuna de malaria de nuestros tiempos. Fue en 60 niños y fue difícil porque el país no estaba acostumbrado a estas cosas… Hubo un trabajo muy intenso y fue, de alguna manera el punto de partida de nuestro crecimiento”, considera Eusebio Macete, director del CISM entre 2009 y 2021 y presente también desde los primeros tiempos.

Dos técnicas de atención comunitaria del CISM se disponen a iniciar una charla con las mujeres de una localidad remota del distrito. La conexión con la comunidad es clave para elaborar los censos y desarrollar ensayos clínicos.  Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.
Dos técnicas de atención comunitaria del CISM se disponen a iniciar una charla con las mujeres de una localidad remota del distrito. La conexión con la comunidad es clave para elaborar los censos y desarrollar ensayos clínicos. Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.ÓSCAR CORRAL

Se han conjurado infinidad de factores y actores que han propiciado que los investigadores de Manhiça hayan llevado sus trabajos a buen término, pero hay dos que todos mencionan. Por una parte, la colaboración ciudadana. “Disponemos de una plataforma de vigilancia de morbilidad en el hospital y otra de demografía de la comunidad. Por tanto, tenemos el distrito entero censado; es una cohorte de 25 años ideal para cualquier investigación porque tienen una muestra concreta”, explica Saúte. Leonardo Simão, presidente de la Fundación Manhiça y ministro de Exteriores cuando se fundó el centro, se enorgullece de ello: “En ocasiones, la población no acepta la investigación científica, la gente piensa que va a ser utilizada como cobaya. Pero nosotros tenemos una confianza que se fue construyendo y consolidando”.

El escenario que ofrece Manhiça para la investigación es otro de sus mayores atractivos. “Hay una preocupación internacional por reducir los problemas de los países en vías de desarrollo: la mortalidad neonatal, las muertes por malaria y por tuberculosis... Pues Manhiça está donde esos problemas existen”, contempla Macete.

Un “tanto monta, monta tanto” entre España y Mozambique

Es de justicia decir que el dinero público español ha sido determinante para impulsar este proyecto. Primero, como un proyecto de cooperación y luego, mediante un convenio, hoy en día España aporta de manera regular alrededor de 1,5 millones de euros anuales a través de la Aecid. El CISM maneja hasta 14 millones de euros de presupuesto anual. “Con cada euro que pone el Gobierno de España nosotros atraemos diez euros de fuera, y empleamos 700 personas de media”, afirma Macete.

Por el lado mozambiqueño, destaca la apuesta por el proyecto desde los inicios a pesar de que invertir en ciencia no es algo muy popular. Y menos en un país paupérrimo. En el año 1994 era muy difícil explicar que con tan pocos médicos como había debían destinar una parte a la labor investigadora. Tuvieron suerte, sostiene Pedro Alonso, porque les tocó tratar con una élite política muy cultivada. Recuerda al ex primer ministro Pascoal Mocumbi, uno de los padres fundadores de la Frelimo (Frente de Liberación de Mozambique, partido gobernante desde la independencia en 1975) y que pasó por los cargos de ministro de Sanidad y ministro de Exteriores antes de llegar a primer ministro. Con él contactó Alonso en el año 98 para pedirle apoyo. “Me recomendaron que hablara con Mocumbi. ¿Pero cómo iba a hablar yo a este señor? Yo era un mindundi”, ríe al recordar. “Cuando le conocí, encontré a un señor extraordinariamente lúcido. Me dijo: ‘mira Pedro, no me tienes que convencer. ¿Sabes por qué necesitamos investigar? Porque somos pobres”, relata Alonso.

Francisco Saúte, director del CISM desde 2021, en el patio de la sede de Manhiça.  Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.
Francisco Saúte, director del CISM desde 2021, en el patio de la sede de Manhiça. Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.ÓSCAR CORRAL

Descolonizando la salud global

La independencia de la institución siempre ha sido el faro que ha orientado las decisiones que se han tomado. Por eso, cualquier oferta de colaboración con una entidad externa se acepta siempre y cuando esta sea relevante para Mozambique. Y se ha hecho así desde los orígenes, en contraposición a otras academias e instituciones instaladas en África, pero utilizadas como “anclajes de colonización científica”, en palabras de Macete. “Eso es malo porque las instituciones no llegan a crecer y si no las dejas crecer, no las dejas pensar, no creas espacio para que los problemas locales sean pensados con los locales”, reflexiona el exdirector del CISM. Por ese espíritu, en el año 2008 el CISM se convirtió en algo más grande: la Fundación Manhiça, ya en manos cien por cien mozambiqueña y declarada de utilidad pública.

El CISM cuenta con socios, parceiros se dice en Mozambique, de todas partes del mundo. La clave de la confianza no son las buenas palabras, sino los resultados. “Si un proyecto se lleva a cabo, se ejecuta adecuadamente y hay unos resultados publicados, eso demuestra que se están haciendo las cosas bien. Pero para eso hay que estar muy alerta, mantener la calidad y no acomodarte”, advierte Menéndez, actual directora de Iniciativa de Salud Materna, Infantil y Reproductiva del Instituto de Salud Global de Barcelona.

El salto a la excelencia

Mucho ha cambiado el centro desde aquellos inicios circunscritos a un cuarto mal iluminado del hospital de Manhiça donde Clara Menéndez, Pedro Alonso y Francisco Saúte instalaron sus primeros ordenadores. Ahora, solamente una puerta enrejada con la pintura blanca ya carcomida es de lo poco que se conserva de esos tiempos.

De lunes a domingo, el CISM bulle actividad. A las siete de la mañana, el personal hace cola en la entrada para la toma de temperatura consabida en estos tiempos pandémicos. A las siete de la tarde, que en Mozambique acostumbra a ser noche cerrada, siempre queda alguna estancia encendida con algún técnico de bata blanca escudriñando a través del microscopio. En los pabellones destinados a la investigación en tuberculosis, el equipo de los doctores Sozinho Acácio y Alberto García-Basteiro hacen planes para expandir su reino en las dependencias del hospital; así lo requiere su creciente labor investigadora: ahora están enfrascados en una nueva herramienta para diagnosticar tuberculosis a niños, en otra para hallar mejor la variedad resistente de la enfermedad a partir de placas de petri coloridas.

Muestra de tuberculosis que sujeta un técnico de laboratorio del CISM.  Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.
Muestra de tuberculosis que sujeta un técnico de laboratorio del CISM. Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.ÓSCAR CORRAL

Enfrente, la veterana técnica de laboratorio Samira Sirage busca parásitos y microbios en unas muestras nada atractivas de heces, de sangre, de orina y de esputos. Más lejos, unas estancias cerradas a cal y canto con doble puerta almacenan infinitos ejemplares de la hembra del mosquito Anopheles, el transmisor de la malaria, que han sido previamente capturados por los chicos que dirige el doctor Pedro Aide, uno de los mayores expertos en paludismo, coordinador del área de investigación de esta enfermedad endémica y en buena parte responsable del éxito de la vacuna RTS,S.

Un cuarto de siglo después es innegable el impacto del CISM en Manhiça. Primero, el socioeconómico. También en la salud de la comunidad, porque el hospital atiende a muchos enfermos que, en otras circunstancias, tendrían que ser referidos a un hospital de Maputo y porque, si bien los problemas más prevalentes son los mismos que en los inicios, la mortalidad ha bajado notablemente en las últimas décadas. “Existe un ambiente profesional muy favorable a la investigación y hay una relación muy fuerte con el distrito de Manhiça, con sus líderes del distrito, con la sociedad civil… Dan importancia a la investigación y colaboran. Todos están en un ambiente que facilitan mucho la investigación”, opina el exministro Simão.

En una sala del CISM destinada a la investigación de la malaria, un técnico observa recipientes donde crían mosquitos Anopheles, transmisores de la enfermedad.  Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.
En una sala del CISM destinada a la investigación de la malaria, un técnico observa recipientes donde crían mosquitos Anopheles, transmisores de la enfermedad. Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.ÓSCAR CORRAL

Además, se ha expandido. Hay más centros de salud distritales y están presentes en las ciudades de Quelimane y Mopeia, donde ahora se estudian nuevas técnicas de prevención de la malaria. Hasta España llega su sombra, pues dio pie al nacimiento del Instituto de Salud Global de Barcelona, dependiente también del Hospital Clínic.

Desafío: no morir de éxito

Hace 25 años, el CISM era uno de los dos o tres proyectos en África que aspiraba a convertirse en institución de referencia, pero ahora que lo ha logrado el reto pasa por reinventarse constantemente “Tenemos 67 proyectos activos en este momento, y el equipo es más o menos el mismo que había hace siete años”, expone el director Saúte, consciente de que existe también un riesgo de dispersión que los lleve a perder calidad. Por eso, en su recién estrenado cargo quiere centrarse en reconsiderar las prioridades. “Debemos revisar qué hacemos y qué debemos hacer”.

Uno de los rostros habituales en el trajín diario del CISM es Inácio Mandomando. Actual coordinador del área de enfermedades bacterianas, virales y otras enfermedades tropicales desatendidas, fue también uno de los primeros médicos instruidos aquí y hoy devuelve ese legado formando a los epidemiólogos más jóvenes. A su juicio, y pese al aumento del personal entrenado, siguen siendo pocos investigadores. “Uno de los retos es continuar buscando talentos y retenerlos, y hemos de identificar cómo lograrlo”, propone.

Dos empleadas del CISM de Manhiça caminan por el patio interior del centro.  Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.
Dos empleadas del CISM de Manhiça caminan por el patio interior del centro. Pincha en el enlace para ver la fotogalería completa.ÓSCAR CORRAL

Aquel baobab que llegó como un esqueje de apenas 30 centímetros vigila como el primer día la animada confuçao –vocablo que sirve para casi todo en Mozambique– que se desarrolla en las blancas dependencias del CISM. Le acompaña un enorme mango, regalo de Graça Machel a la institución, y una la gigantesca palhota –cenador de techo de paja– circular plantada en plena entrada, símbolo de identidad de la sede de Manhiça.

Los éxitos y fracasos; las bienvenidas y los adioses; la concentración de quienes ocupan los laboratorios y la pericia de quienes hacen trabajo de campo; la solemnidad de unos, la espontaneidad de otros… El CISM son aquellos pioneros que soñaron con crear un centro de excelencia científica en medio de la nada más absoluta hace 25 años. También son los recién llegados, la mayoría jóvenes científicos, que pasan los días aprendiendo de sus mentores y las noches de los jueves compartiendo cervezas 2M y frango –pollo– frito en el cercano restaurante Casa Fresca. Desde un primer ministro como Mocumbi hasta una encuestadora, como Samira Sirage cuando comenzó, unos y otros han construido esta inusual historia de éxito. En sus manos, y en sus mentes, sobre todo, recae ahora la responsabilidad de continuar con este legado.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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