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El calor extremo es una amenaza para la vida en África

Se prevé que el número de personas expuestas a temperaturas elevadas peligrosas en las ciudades africanas se multiplique por 20 para finales de siglo. Pero no hay un seguimiento de este problema

Calor en áfrica amenaza la vida
Paolo Chieselli (Pixabay) (Pixabay)

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El calor extremo es un grave peligro para la salud de las personas. Afecta al sistema cardiovascular y es particularmente peligroso para los ancianos y las personas con problemas de salud preexistentes.

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Las investigaciones recientes han revelado que, desde los 50, el calor extremo se ha hecho más frecuente y severo, y ha durado más tiempo, en casi todas las regiones del mundo. Los mayores aumentos se han observado en Oriente Medio, América del Sur y partes de África.

Debido a que las sociedades en diferentes partes del mundo se han adaptado a temperaturas medias variables, no hay una definición universal de qué rango de temperatura es calificado como extremo. Por ejemplo, en el Reino Unido las temperaturas por encima de 25 ºC son raras, mientras que el Servicio Meteorológico de la India solo considera como altas las temperaturas por encima de 40 ºC. Pero en casi todas partes los umbrales se superan ahora con más frecuencia y, a la vez, durante más días.

Más preocupante es que las proyecciones climáticas muestran que tales olas de calor sobre el continente africano serán más calientes y más peligrosas, incluso si el calentamiento global se mantiene por debajo de 1,5 °C. Se prevén aumentos particularmente fuertes de calor extremo sobre África oriental y meridional.

Teniendo en cuenta los cambios en las poblaciones, se prevé que el número de personas expuestas a un calor peligroso en las ciudades africanas se multiplique, por lo menos, por 20 para finales de siglo. Sin embargo, las olas de calor extremo no se vigilan sistemáticamente en muchos países de la región subsahariana.

Como explicamos en un documento reciente, esto significa que los efectos del calor extremo no se reportan, poniendo aún a más gente en peligro. En la mayoría de los países de África subsahariana no hay alertas tempranas ni planes de acción contra el calor. Las muertes prematuras e innecesarias no se cuentan y hay muy pocos esfuerzos de adaptación para el riesgo de más rápido crecimiento en un clima cambiante.

Lagunas en los registros

En las bases de datos sobre desastres, no hay casi ninguna información sobre las olas de calor en África subsahariana. La mayor de estas bases de datos, EM-DAT, enumera los desastres tecnológicos y ambientales en todo el mundo. Registra eventos como terremotos y derrames de petróleo, y su impacto en las vidas, en los medios de subsistencia y en las economías.

EM-DAT enumera solo dos olas de calor en África subsahariana desde 1900. Estas han provocado 71 muertes prematuras registradas. En cambio, en Europa, se registraron 83 olas de calor solo en los últimos 40 años. Otros inventarios de desastres relacionados con el clima contienen discrepancias igualmente marcadas.

Los Gobiernos, los servicios meteorológicos o los organismos de salud pública no informan sobre las olas de calor en África, aunque es evidente que están ocurriendo. La exposición y la vulnerabilidad a las condiciones meteorológicas extremas también son más pronunciadas en muchos países de África subsahariana en comparación con los países europeos. Esto se debe principalmente a los mayores niveles de pobreza, los asentamientos informales y la necesidad de trabajar al aire libre.

Por lo tanto, es probable que haya un número aún mayor de muertes prematuras por el calor severo, pero nunca se han registrado, así que el número es desconocido.

Lago seco cerca de Uagadugú, capital de Burkina Faso. En época de sequía, los pescadores abandonan sus canoas mientras esperan a que vuelva el agua.
Lago seco cerca de Uagadugú, capital de Burkina Faso. En época de sequía, los pescadores abandonan sus canoas mientras esperan a que vuelva el agua.YODA Adaman (Unsplash)

Informando y observando

La falta de información sobre las muertes asociadas a las olas de calor significa que hay poca conciencia de que el calor extremo puede ser mortal. Solo después de que la ola de calor europea de 2003 matara a más de 70.000 personas, los países y las ciudades comenzaron a hacer planes para esos momentos.

La ciudad india de Ahmedabad implementó un plan de olas de calor después de una temporada premonzónica extremadamente calurosa y mortal en 2010. Esto resultó en el país reportando menos muertes después de una ola de calor aún más intensa en 2015.

Dado que la mortalidad por olas de calor rara vez se notifica en África subsahariana, no conocemos los umbrales de temperatura precisos que dan lugar a la mortalidad relacionada con el calor. Sin embargo, esta información es crucial para que las comunidades locales se adapten.

En Ahmedabad, por ejemplo, las temperaturas máximas diarias medias suelen rondar los 40 °C en abril y mayo. En Europa occidental estas temperaturas constituirían una severa ola de calor. Las consecuencias serían mortales si las temperaturas se mantuvieran en este nivel durante varios días consecutivos.

Una de las razones de este informe desigual sobre el calor extremo es que las entidades informan sobre el impacto del clima extremo. En la mayoría de los países desarrollados, los Gobiernos nacionales proporcionan cifras sobre las personas afectadas, las tasas de mortalidad e incluso las pérdidas económicas por fenómenos meteorológicos extremos. Pero en el caso de muchos países de bajos ingresos, estos informes son proporcionados por diferentes ONG como un subproducto poco sistemático de su labor de ayuda en casos de desastre.

Las normas para la presentación de informes difieren según la ONG y suelen tener poca o ninguna conexión con los servicios meteorológicos. No hay un lugar central que registre la naturaleza del evento y su impacto.

Otra razón por la que no se reportan las olas de calor podría ser que pueden ocurrir en combinación con las sequías. A menudo pueden conducir a la inseguridad alimentaria y a crisis humanitarias. Por lo tanto, la mayoría de las observaciones y los mecanismos de respuesta desarrollados por las ONG y los Gobiernos están adaptados a los resultados adversos de la sequía.

Qué debe hacerse

En nuestro informe identificamos varias áreas clave en las que se pueden producir mejoras rápidamente. En primer lugar, los sistemas de alerta temprana y los planes de acción para el calor pueden ser beneficiosos. Al principio podrían tener que basarse en la información de otros países con climas similares. Más análisis de los períodos históricos de calor extremo en África subsahariana, desde un punto de vista puramente meteorológico, pueden ayudar a construir una definición útil de las olas de calor para la región y mejorar las alertas.

Medidas relativamente simples como la apertura de edificios públicos para proporcionar habitaciones frescas o la distribución de agua potable gratuita pueden reducir el peligro de forma drástica

En segundo lugar, las colaboraciones entre investigadores locales, hospitales y epidemiólogos pueden identificar los impactos directos del calor extremo en la salud. Se han realizado con éxito proyectos piloto en Ghana y Gambia.

Las olas de calor son asesinas, pero medidas relativamente simples como la apertura de edificios públicos para proporcionar habitaciones frescas, la distribución de agua potable gratuita, la información a las personas sobre los peligros del calor y la alerta temprana pueden reducir el peligro de forma drástica.

Combinando los datos con la experiencia local, se pueden entender los efectos de las olas de calor y reducir al mínimo los riesgos futuros, aunque el peligro en sí mismo esté aumentando. Este tipo de planificación es imposible si no se registran las olas de calor.

Luke Harrington, investigador postdoctoral sobre Extremos Climáticos, Instituto de Cambio Ambiental, Universidad de Oxford. Friederike Otto, directora asociada, Instituto de Cambio Ambiental, Universidad de Oxford. Artículo originalmente publicado en The Conversation Africa traducido por Casa África. Traducción: Elvira González-Sosa.

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The Conversation

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