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La dura gesta de las mujeres de Argelia para entrar en política

Yasmina, Nadia y Ferida, tres argelinas que desafiaron las tradiciones para dedicarse a aquello que les gustaba, explican las demandas de las mujeres de su país y las dificultades que atraviesan para lograr una igualdad de género efectiva

Manifestantes argelinas en las calles de Argel, capital del país, en diciembre de 2019.
Manifestantes argelinas en las calles de Argel, capital del país, en diciembre de 2019.MOHAMED MESSARA (EFE)

En la Argelia rural las mujeres brillan por su ausencia en las calles y en la vida pública. Parece que su única misión en la vida es la de quedarse en casa y cuidar a su familia. Ellas ya antes de la pandemia vivían confinadas, confiesa Yasmina Bousba, concejala de Asuntos Sociales en el Ayuntamiento de Sidi Ladjel, una pequeña localidad argelina ubicada a 150 kilómetros al sur de la capital. Para muchos de su aldea, Bousba no es más que un marimacho y una intrusa en un trabajo que solo corresponde a los hombres: la política. Su destino, como el de la mayoría de las que viven en zonas rurales, era casarse y tener hijos.

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Se esforzó para estudiar. Tenía que recorrer muchos kilómetros para asistir a clase y, desde entonces, ya comenzó a estar en boca de todos. Que una chica joven se desplazase sola no estaba bien visto por sus vecinos. Logró matricularse en Derecho en la universidad, pero su sueño se frustró: le habían concertado un matrimonio.

“Mi ambición era mucho más que ser ama de casa. No podía hacerme a la idea y no lograba imaginarme todos los días encerrada entre cuatro paredes. Me divorcié enseguida, después de haber tenido a mi primer hijo”, relata. Solo podía independizarse trabajando y haciéndose cargo de su niño. Entonces se ofreció como auxiliar de enseñanza en un colegio; era la única empleada en el centro. No le gustaba lo que hacía, pero era consciente de que era un acto revolucionario que le permitiría romper las cadenas de la imposición de tener que ser sumisa.

Desde entonces, el camino ha sido largo. “Desde el primer día que decidí salir de mi casa e ir a trabajar y convertirme en la primera mujer electa de mi pueblo”, comenta. Convenció a su padre para presentarse en una de las listas de las elecciones locales. “No podía presentar mi candidatura, necesitaba la autorización de un tutor”, argumenta Bousba desde el otro lado de la pantalla, con mirada vivaz, de ojos grandes y negros, y amplia sonrisa.

Farida Bouchenaf, en una manifestación del Hirak.
Farida Bouchenaf, en una manifestación del Hirak.Cortesía de la entrevistada

“La mía es una aldea machista. No ves a mujeres en las calles. Ahora, en los últimos años, ya hay alguna que trabaja en la escuela o en el ambulatorio. Pero somos muy pocas. Las calles son para ellos y la casa para nosotras”, dice en tono indignado. Asegura que en las reuniones es la última que tiene la palabra y que, al principio, cuando iba casa por casa para ver las necesidades de las familias, había hombres que no le abrían la puerta y le decían que ellos no trataban con mujeres.

A la pregunta de cuándo será alcaldesa, antes de responder, sonríe y enseguida dice: “¿En una zona rural? Todavía es muy pronto”. Se queda pensativa y reitera: “Es muy pronto; no sabría decirte cuándo”. Actualmente ejerce su segundo mandato y es la responsable de Asuntos Sociales del consistorio.

La situación de la argelinas mejora a medida que nos acercamos a las grandes ciudades. Desde Argel, la abogada y activista por los derechos de las mujeres Nadia Ait-Zai, achaca la responsabilidad de la discriminación femenina en el entorno rural a los partidos políticos y se lamenta: "Hoy “solo hay cuatro municipios presididos por mujeres. Son muy pocos, ya que tenemos más de 4.500 en todo el país”.

Ait-Zai es fundadora y presidenta del Centro de Información y Documentación sobre los Derechos del Niño y la Mujer (CIDDEF), y explica que su organización está planteando revisar la aplicación de la Ley de Cuotas de 2012, que obliga a la asignación del 30% de mujeres en los órganos nacionales e incentiva económicamente a los partidos políticos por cada elegida. Esto permitió la elección de 146 para la Asamblea Nacional en los comicios legislativos de 2012. “Algunos nos dicen que este mecanismo es contrario a la igualdad, que hay que apostar por la competencia de las mujeres, pero les respondemos que la igualdad constitucional es virtual, pero que luego se construye mediante leyes y mecanismos que se ponen en práctica”, explica.

Bousba se atrevió a dar un primer paso después de participar en un proyecto del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), bajo el título Apoyo a la participación efectiva y duradera de las mujeres en las asambleas electas. Asegura que en este programa recogió todas las herramientas que le permitieron entender en qué consistía su trabajo, pero sobre todo obtuvo la certeza de que era capaz de hacerlo “igual o mejor que ellos”.

La discriminación también existe dentro de la política; su género la convierte en objeto de crítica para sus adversarios. Lo que más le pesa es que nadie tacha su trabajo, ni sus gestiones: “Hablan mal de mí por ser mujer, dicen cosas tan absurdas como 'no es normal y sale por la noche sola”. Reconoce que lo que ha vivido es “violencia contra las mujeres en la política”. Bousba ha sufrido muchos ataques y piensa a menudo en tirar la toalla cada vez que le dicen: “A mí no me representan las mujeres, tú no hables, vosotras no habláis”. O cuando le hicieron sentir como una delincuente por querer ejercer la política y le repetían una y otra vez que era “vergonzoso”. Pero ella resiste.

La abogada Nadia Ait Zaid en el Instituto del Mundo Árabe.
La abogada Nadia Ait Zaid en el Instituto del Mundo Árabe.Cortesía de la entrevistada

En el informe de la Relatora Especial de la ONU para la Violencia contra la Mujer (SRVAW) de 2018, se asegura que la violencia contra ellas en política “a menudo se normaliza y se tolera, especialmente en contextos donde el patriarcado está profundamente arraigado en la sociedad” y que puede ser “cualquier acto o amenaza de violencia que provoque daños físicos, sexuales, psicológicos o sufrimientos, que les impiden ejercer y hacer realidad sus derechos políticos”. Pueden ser agresiones aisladas, “perpetradas por un miembro de la familia, un miembro de la comunidad y/o por el Estado”.

La participación de las mujeres en la política es clave, pero no siempre garantiza un avance en derechos y libertades para la población femenina, asegura la letrada Ait-Zaid: “Muchas son militantes de su partido político y primero defienden la línea política del mismo, que no es necesariamente favorable a sus derechos”. La evolución, en materia legislativa, subraya, “no se ha logrado gracias a los políticos, sino al esfuerzo de las mujeres”.

Argelia ocupa el puesto 120 en el ranking de Mujeres en Política de la Unión Interparlamentaria de 2020. Según este listado, el país cuenta con cinco ministras frente a 33 ministros varones. En la Asamblea Nacional, ellas ocupan el 25,5% de los asientos, y en el Senado, tan solo el 6,8%.

Nadia Ait-Zaid es una de las impulsoras del Artículo 40 de la nueva Constitución aprobada el pasado domingo 1 de noviembre, donde se eleva a rango constitucional la prohibición de la violencia contra las mujeres. La enmienda fue aprobada a través de un referéndum que ha batido el récord en abstención, con un 23,70% de participación. Lo que el Gobierno venía anunciando como “la nueva Argelia” se ha encontrado con la tajante oposición del Hirak, un movimiento de protesta masiva que pide cambios estructurales en el sistema político vigente desde 1963, que la considera como un “cambio de fachada”.

Las feministas se han apuntado esta fecha de 2020 en el calendario. El Artículo 40 es un hito, pues incluye “consagrar la protección de las mujeres contra las formas de violencia que se ejercen contra ellas en los ámbitos público, profesional y privado”. Ait-Zaid explica que con ello, “el Estado expresa una voluntad política de protegerlas, pero sobre todo, sienta la base constitucional para los artículos del código penal que ya tipificaban como delito estos actos desde el 2015”.

Desde la ciudad de Orán, la joven activista Ferida Bouchenaf, defensora de los Derechos Humanos y rostro durante las manifestaciones del Hirak que desencadenaron en la renuncia del expresidente Abdelaziz Bouteflika, explica que se abstuvo y que no salió a votar en el referéndum. Reconoce que puede que este sea un paso importante, pero denuncia que “es una instrumentalización política” y un lavado de imagen: “¿Cómo es posible que, en 2020, un Estado que se hace llamar democrático, no proteja a las mujeres?” La activista lamenta que en su país siga teniendo peso un Código de Familia “obsoleto” que, en su opinión “es el origen de la violencia y la discriminación que sufren las argelinas”.

Yasmina Bousbaa, trabajando en el Ayuntamiento de Sidi Ledjal.
Yasmina Bousbaa, trabajando en el Ayuntamiento de Sidi Ledjal.Cortesía de la entrevistada

Bouchenaf denuncia la incongruencia: “Según la Constitución, somos iguales, pero el Código de Familia nos trata como seres inferiores. La mujer en Argelia puede ser parlamentaria, incluso presidenta, puede comprar una casa, pero no puede casarse sin tutor legal, es siempre menor de edad”. Bouchenaf enumera los desafíos reales a los que se enfrentan día a día. “El testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre, ellos pueden divorciarse con repetir tres veces ‘talaq, talaq, talaq’ (divorcio)”. Sin embargo, “si una mujer quiere divorciarse tiene que ir ante el juez y demostrar por qué, tiene que dar explicaciones y traer testimonios con cuestiones, a veces, muy difíciles de demostrar”. Y a diferencia de ellos, “ninguna mujer puede decir que está insatisfecha sexualmente”.

Frente a la impaciencia de las jóvenes por lograr nuevos avances, la reconocida abogada mantiene la esperanza en cada pequeño paso dado. En lo que va de 2020 se han producido, según la plataforma Feminicidios Argelia, 43 asesinatos machistas cometidos por el cónyuge o el ex cónyuge. Nadia Ait Zaid se pregunta si los argelinos aceptan esta realidad. “No podemos decir que la sociedad no esté reaccionando. A falta de encuestas y sondeos, son las redes sociales las que nos dan un panorama del posicionamiento de la ciudadanía, que condena estos crímenes”, señala. Por su parte, Bousba es consciente de que no tienen elección: “Las mujeres tenemos que entrar en el juego, porque nosotras sabemos jugar y, también, sabemos todo lo que nos jugamos”.

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