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Columna
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Cómo conseguir un ‘glow up’

A los diez años maquillaje y productos para el cuidado de la piel, a los veinte botox, a los treinta el armario de toda una vida

A finales de este primer cuarto de siglo XXI, encender el móvil es, para una mujer, emprender un viaje del héroe donde si consigue llegar al último de miles de vídeos de TikTok e Instagram perfeccionados para monetizar sus inseguridades, le espera un premio final: la belleza. La meta tiene un nombre, el glow up (gran mejora estética sufrida por alguien en un tiempo determinado), un término común entre los adolescentes que comenzó a popularizarse en los años posteriores a la covid junto a los contenidos sobre cómo conseguirlo. La obsesión por la belleza va tan unida a la experiencia digital femenina que las chicas conectadas ni reparan en su exceso. Y, por contra, si el algoritmo considera que se encuentra ante un hombre no le mostrará esta realidad, que pasará a ser invisible para él. La presión estética es hoy más compleja que cuando se centraba solo en la delgadez porque ¿qué es exactamente la belleza? ¿Cómo se consigue? Las respuestas dependen de la edad y unos vídeos que siempre llegan demasiado pronto. A los diez años, maquillaje y productos para el cuidado de la piel, a los veinte botox, a los treinta el armario de toda una vida.

La narrativa del glow up promete un final feliz irresistible, porque es cierto que todas podríamos estar mejor con más energía, tiempo y dinero, pero resulta que es justo lo que no tenemos. En ese mundo de cabellos brillantes y pieles luminosas existen peluqueros mágicos, estilistas divinas e influencers del antes y el después que basan todo su contenido en el espectáculo del cambio. Es, al fin y al cabo, el cuento de Cenicienta o la trama de Betty, la fea. El vídeo social favorece que la búsqueda sea colectiva y sus resultados, evidentes: una tendencia reciente anima a las chicas a publicar sus rostros y preguntar a desconocidas qué harían ellas en su lugar. Como demuestran los vídeos del “después”, los consejos de la inteligencia colectiva son perturbadoramente eficaces. Si a una chica se le ocurre la forma ideal de delinearse los labios en su habitación de Texas puede agotar los cosméticos de las perfumerías de Madrid al día siguiente.

Florecen viejas técnicas como la colorimetría, que consiste en buscar los tonos que más favorecen a cada persona, o el visagismo, cálculos para predecir qué sienta mejor según los rasgos. Ha vuelto también el método Kibbe, que te dice cuál es tu tipo de cuerpo (dramático, natural, clásico, andrógino, romántico) y cómo vestir en consecuencia. Se recomienda copiar la estética de una famosa a quien te parezcas levemente, practicar la rutina de cabello de Abby Young o el método curly, investigar la teoría del contraste facial. Triunfa el exotismo: perfumes árabes, consejos de culturas ancestrales, métodos matemáticos de maquillaje chinos, cortes de pelo coreanos. Hay retos (“haz el glow up de tu vida antes de que termine el año y siendo vaga”) y parodias (“mi vida como persona atractiva”).

Son fascinantes las cuentas que, a cambio de 30 o 40 euros, te devuelven una versión editada de tu selfi, con el estilo que más te favorece pero que siempre es sospechosamente similar. Existen filtros y aplicaciones, y si se les pregunta, los modelos de lenguaje devuelven sugerencias de glow up personalizadas, pero que corresponden a esta misma estética común: melenas onduladas, pieles perfectas, ojos y labios maquillados para parecer más grandes. Ten un glow up y sé tú misma para ser como las demás, parecen decir todas las redes. El negocio es tóxico e infinito.

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Sobre la firma

Delia Rodríguez
Es periodista y escritora especializada en la relación entre tecnología, medios y sociedad. Fundó Verne, la web de cultura digital de EL PAÍS, y fue subdirectora de 'La Vanguardia'. En 2013 publicó 'Memecracia', ensayo que adelantó la influencia del fenómeno de la viralidad. Su newsletter personal se llama 'Leer, escribir, internet'.
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