La Navidad y el supremacismo
El racismo inunda las redes, donde hay quien presume de ser fascista


El lamento se filtra entre los plásticos que cubren el andamio de un edificio en obras: “¡Me cago en la Navidad!”. Desde el otro lado de la calle es imposible verle la cara a la mujer que se desahoga a gritos, pero inmediatamente arranca una sonrisa solidaria del resto de viandantes. La Navidad llegó en noviembre, y no se irá casi hasta febrero, y con ella, las funciones escolares, las comidas de trabajo, los sorteos de Navidad… Y las celebraciones familiares. Lo peor que puede pasar en todos esos eventos es quedarse sin tema de conversación, y permanecer en silencio, a la espera de que la velada acabe pronto. La alternativa, más grave aún, es que alguien saque el tema de moda del momento, donde la mayoría ha tomado una posición clara: la inmigración. Si los comensales no parten de posturas, si no comunes, compatibles, se puede desatar la tormenta.
Lo único que suele salvar la situación es el amor que une a los reunidos en torno a la misma mesa, aunque, con el paso de los años, con ellos se comparta poco más que la sangre que corre por las venas. Un extintor emocional para apagar fuegos navideños que no existe en X ni en otras redes sociales similares, donde normalmente se interactúa con completos desconocidos con una brutalidad que jamás se usaría cara a cara. La deshumanización está a la orden del día, y cualquier hecho se lee y se arroja indistintamente contra el otro.
En ocasiones es casi un experimento sociológico. El último ejemplo es la desarticulación de un grupo terrorista de extrema derecha que defiende el uso de la violencia para conseguir sus objetivos. ¿Cuáles? ¿Lograr una mejor repartición de la riqueza? ¿Luchar para que no se cumpla lo que cantaba Sílvia Pérez Cruz: “Es indecente, gente sin casas, casas sin gente?”? ¿Lograr que cualquiera pueda ganarse la vida sin sufrir para llegar a final de mes? No. Para mantener la raza blanca, que consideran amenazada por la inmigración. Lo que se conoce como la teoría del gran reemplazo. El tuit que compartió la Policía Nacional con la detención de los tres integrantes de The Base reza así: “Desarticulada la primera célula terrorista de carácter aceleracionista detectada en España”.
🚩Desarticulada la primera célula terrorista de carácter aceleracionista detectada en #España 🇪🇸
— Policía Nacional (@policia) December 1, 2025
👮♂️Detenidas 3 personas por su presunta pertenencia a ‘’The Base’’ ➡️una organización considerada terrorista en la #UE, #Canadá, #ReinoUnido, #Australia y #NuevaZelanda… pic.twitter.com/rzvhVTQzfc
En unas horas, la publicación acumula miles de visualizaciones, y centenares de comentarios. Las interacciones se dividen en tres grupos. Los primeros, quienes acusan a la Policía de esconder bajo el concepto “aceleracionista” la realidad. “Grupo neonazi de ultraderecha. No cuesta tanto comunicar con claridad”, resume uno de los usuarios. Como él, un montón de perfiles desconocen la teoría sobre los grupos aceleracionistas de extrema derecha: buscan el colapso del sistema a través de la violencia y el caos para construir un nuevo orden supremacista blanco. Una ideología que ya Europol detectó como una amenaza grave en 2021, como cuenta en X la politóloga Laura Méndez. Los segundos, quienes celebran la investigación policial. Y los terceros, los que cierran filas con los detenidos, a los que definen como patriotas.
No es fácil encontrar en X, Instagram o Facebook perfiles de The Base. El grupo de Telegram de la célula española, ahora desarticulada, y que reunía a medio centenar de suscriptores, ya no existe. Tampoco sigue activo el grupo general. Pero la propaganda fascista permanece accesible en otro montón de redes, como Vkontakte (VK), el Facebook ruso, con más de 90 millones de usuarios activos, según datos de la empresa. Allí The Base tiene un perfil, donde exalta el supremacismo, cuelga fotos, también de su facción española, y exhibe a sus integrantes con pasamontañas y armados.
Y ese contenido racista llega y penetra en todas las latitudes, hasta el punto de que hay quien se enorgullece de ser llamado fascista o facha. Si ocurre en la próxima comida familiar de Navidad, lo primero es tirar del extintor emocional. Y luego, tanto si funciona, como no, llevarlos al cine a ver Núremberg.
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