Anatomía machista
En aquel ambiente cargado de humo de Peter Stuyvesant tal vez era lo habitual pedirle a las señoras que se hiciesen cargo del café


Primero quise pensar que si Carmen Díez de Rivera, la primera mujer jefa del gabinete de la Presidencia del Gobierno, aparece como una secretaria que le da aspirinas a Adolfo Suárez en la miniserie basada en la aclamadísima Anatomía de un instante de Javier Cercas es porque el propio autor y los que han adaptado su obra seguramente manejan contexto, datos y testimonios que justifican lo que a ojos de cualquier neófito puede parecer una machistada escandalosa. El autor ha contado en varias ocasiones que pasó tres años de su vida indagando obsesivamente sobre lo que ocurrió en un solo día, es decir, 1.905 días investigando sin tregua lo acaecido en 24 horas (y esto teniendo en cuenta que desconozco si alguno de esos años fue bisiesto). De manera que deduje: debe de ser que alguien le contó a él y a su vez él a sus guionistas que a pesar de que esta sobresaliente mujer estudió Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, en aquel ambiente cargado de humo de Peter Stuyvesant (contrariamente a lo que dicta la intuición, Carrillo fumaba tabaco rubio) era lo habitual pedirle a las señoras que se hiciesen cargo del café para todos. A mí me da a veces por la investigación obsesiva y me anoté en un bloc de notas enterarme de si alguna vez durante los más de 11 años que Eleuterio Roberto Dorado Zamorano fue director del gabinete de Felipe González, le preparó personalmente una tisana al presidente o si Jorge Moragas, en algún momento entre 2011 y 2017, le puso un whisky on the rocks a Mariano Rajoy. Más tarde, en un giro inesperado de los acontecimientos, vi al autor en un programa de máxima audiencia asegurar que, a pesar de ser uno de los grandes facturadores de la industria editorial española, desconoce cuánto dinero tiene en la cuenta corriente porque de esa intendencia engorrosa se hace cargo su mujer. Y entonces me dije: a ver si vamos a tener que aplicar la famosa ley de San Andrés, esa que dice que si lo parece, es.
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