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Columna
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Javier Milei canta a Nino Bravo

El presidente argentino ofrece un concierto ‘amateur’ y manipula el mensaje de ‘Libre’

Jordi Amat

La comparación es demasiado brillante para que sea imaginación mía. El Javier Milei que el pasado lunes ofreció un concierto de rock amateur se comportó sobre el escenario como un Calígula mesiánico. Lo leo en el portal Mariano Moreno Noticias. En un momento de crisis política y económica, el presidente argentino, con el pretexto de la presentación de un libro suyo, apostó por organizar un acto de reafirmación de su personaje enloquecido: una variante neoliberal del emperador sádico cruzado en esta ocasión con la pose y la vestimenta de un viejo hevyata. Milei extremaba una estrategia de espectacularización del delirio que ha resultado ser mucho más persuasiva para su movimiento que un mitin de toda la vida. Esa noche en el Movistar Arena de Buenos Aires hubo horror, pero no banal. Al berrar Libre, que fue casi la última pieza del set, ya se ha señalado que mixtificó el sentido original de la canción.

El gran Nino Bravo no la compuso pensando en un ciudadano alemán que murió al intentar saltar el Muro de Berlín, aunque así lo introdujo Milei, sino que más bien reflejaba el estado de espíritu de la generación española que estrenó su juventud a finales de los sesenta y quería huir de la dictadura franquista. Pero, como todo himno que pasa de generación en generación, Milei tuneó su significado. Mientras él se arrastraba por el escenario como un héroe herido y desafinaba invitando al público a cantar, en la gran pantalla se proyectaban imágenes del Muro y de su panteón ideológico: de Reagan a Charlie Kirk pasando por Donald Trump y Jair Bolsonaro cuando fueron víctimas de atentados fallidos. Es un relato martirial de anticomunismo senil a través del cual se está redefiniendo la noción de libertad. Sí, el espectáculo fue grotesco, pero no solo.

Pocos días después, al tiempo que Estados Unidos inyectada millones de dólares en el mercado del cambio argentino, se hacía pública la inversión que el teconoligarca Sam Altman realizará en La Patagonia: 25.000 millones de dólares para construir centros de datos de su compañía OpenAI, propietaria de Chat GTP. En el video en el que lo anunció, Altman dijo que serían nódulos clave del despliegue de la Inteligencia Artificial en América y subrayó la importancia que tuvo la visita que Milei hizo a Silicon Valley en mayo de 2024. Porque entonces el presidente explicó el potencial de su región para la instalación de ese tipo de centros el clima facilita bajar los costes de climatización de instalaciones que tienden al sobrecalentamiento, las extensiones de territorio sin construir son inmensas de manera que los centros quedan lejos de zonas urbanas donde el precio del suelo es más alto y mayores son las restricciones medioambientales, y además la zona tiene un potencial enorme para la construcción de infraestructuras de energías renovables, que a medio plazo pueden producir a bajo precio la cantidad descomunal de electricidad que consumen los centros de datos.

Si además se suma el nuevo Régimen de Inversiones centrado en los sectores de energía, minería, infraestructura, tecnología, forestoindustria, turismo, siderurgia y actividades relacionadas al petróleo y gas, todo cuadra. Cuadra con la tesis inquietante que Giuliano da Empoli desarrolla en el ensayo La hora de los depredadores. Milei aparece en diversas ocasiones: es el aliado político perfecto de los multimillonarios que comparten mesa con Trump. “Su filosofía de vida no se basa en la gestión competente de lo que ya existe, sino más bien en unas tremendas ganas de cargárselo todo”. Las elites liberales para empezar. Y para lograrlo, y acumular beneficios, lo primero es convencer a la ciudadanía que ellos sí son los superhombres auténticamente libres.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
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