Vosotros, cansados gigantes de carne y acero
El apagón digital de Afganistán es un caso extremo, pero el espíritu de los tiempos es favorable a las restricciones a internet en todo el mundo


Hace casi 30 años, el letrista de la banda Grateful Dead, un ranchero, hippy y exmormón que había fundado una organización para la defensa de los derechos digitales, escribió un texto que comenzaba así: “Gobiernos del Mundo Industrial, vosotros, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido en el pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos”. Era la Declaración de Independencia del Ciberespacio de John Perry Barlow, un manifiesto que influiría terriblemente en la cultura digital y que venía a decir que a él no le mandaba nadie en internet. Como Rosalía de Castro en 1858 (“yo, sin embargo, soy libre, libre como los pájaros, como las brisas; como los árboles en el desierto y el pirata en la mar [...] Cuando los señores de la tierra me amenazan con una mirada, o quieren marcar mi frente con una mancha de oprobio, yo me río como ellos se ríen y hago, en apariencia, mi iniquidad más grande que su iniquidad”), pero en versión digital. Perry Barlow falleció en 2018, y para entonces muchos habitantes del ciberespacio sospechábamos que su idea, más que ingenua o utópica, era siniestramente similar al discurso tecnolibertario. Silicon Valley, recordemos, había nacido de la contracultura californiana y sus contradicciones.
Hoy el derecho al acceso a internet está más amenazado que nunca, reflejo de un mundo donde las libertades de expresión o de información no están garantizadas. En Afganistán la red fue apagada esta semana durante 48 horas, tras varios ensayos previos justificados por los talibanes como una forma de detener el “vicio”. Además de los evidentes problemas económicos de desconectar a un país pobre, la amenaza es especialmente cruel para las mujeres: internet es su última posibilidad de acceder a una educación. En 2024 se batió el récord de cerrojazos digitales, responsabilidad en su mayoría de los gobiernos de India, Myanmar, Pakistán y Rusia, según la organización Access Now. Internet se apaga en caso de protestas internas, elecciones o, directamente, como arma de guerra contra los vecinos (Rusia con Ucrania, Israel con Palestina).
Estos son los casos más extremos, pero el espíritu de los tiempos es favorable a las restricciones parciales a ciertas plataformas, y no solo en regímenes como el chino, donde sus ciudadanos están acostumbrados a las VPN. Los motivos, aunque legítimos y normalmente relacionados con la protección de la soberanía nacional, la lucha contra la desinformación o la defensa de los menores y los derechos de autor, desatan dudas sobre si se acabarán cercenando derechos mayores, porque la ejecución es compleja y la vigilancia de los vigilantes, aún más. Europa lleva tiempo levantando muros regulatorios. EE UU (que, por cierto, podría desenchufarnos de internet en un segundo) tendrá una versión de TikTok diferente. En España nos reímos del pajaporte, pero en Francia y Reino Unido se requiere una verificación de edad obligatoria para el acceso a las páginas porno. En este último lugar la comprobación se aplica también a redes sociales, foros y otras páginas donde los menores pueden encontrar contenido nocivo, llegando a situaciones surrealistas como una posible restricción a la Wikipedia. Nadie nos prometió que internet fuera a ser una república utópica e independiente del mundo real, pero tampoco que fuera a convertirse en el caso opuesto.
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